Internacionales
30/11/2023
Henry Kissinger, la muerte de un enemigo de los pueblos oprimidos
El diplomático yanqui recordado en América Latina por su apoyo a las dictaduras sanguinarias de Videla y Pinochet.
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Henry Kissinger y el dictador chileno, Augusto Pinochet
Especialmente recordado en América Latina por su apoyo abierto a las dictaduras sanguinarias de Videla y Pinochet, falleció a los 100 años Henry Kissinger, una de las figuras diplomáticas más importantes de la historia estadounidense, que se desempeñó como secretario de Estado bajo las administraciones de los republicanos Richard Nixon y Geral Ford, en los años 70. Hasta el final de sus días se mantuvo activo como escritor y consejero. De hecho, hace pocos meses estuvo en China.
La llegada al poder
Kissinger nació en Alemania en 1923, en una familia de raíces judías que escapó de los nazis en 1938. En Estados Unidos desarrolló su carrera académica, graduándose en Ciencias Políticas en la Universidad de Harvard.
A fines de los ’50 se convirtió en asesor del multimillonario Nelson Rockefeller, quien alcanzó la gobernación de Nueva York y más tarde intentó conquistar la nominación presidencial por el Partido Republicano, una tentativa en la que fracasó. Kissinger ingresó a la administración de las manos de uno de sus rivales internos, Richard Nixon, que lo nombró primero como consejero de seguridad Nacional y después como secretario de Estado, durante su presidencia (1969-1974). Tras la caída de Nixon, fue secretario de Estado de su sucesor, Geral Ford (1974-1977).
Vietnam y las dictaduras latinoamericanas
Kissinger protagonizó las negociaciones que culminaron en la retirada yanqui de Vietnam, una derrota histórica del imperialismo. Previamente, estuvo involucrado en los bombardeos masivos sobre Laos y Camboya, como parte de esa misma guerra.
En América Latina, siguió un libreto implacable para sofocar las tendencias a la revolución que amenazaban la dominación capitalista e imperialista. Respaldó a las dictaduras de Pinochet y Videla, contribuyó al derrocamiento de Salvador Allende, y apañó el Plan Cóndor de coordinación represiva de las dictaduras de la región.
En una reunión en Santiago de Chile, en 1976, le dijo al entonces canciller argentino, César Guzzetti: “Si hay cosas que tienen que hacerse, tienen que hacerlo rápido. Pero deberían volver rápidamente a los procedimientos normales” (La Nación, 26/5). Se refería al plan de exterminio que dejó 30 mil desaparecidos.
La declaración, como otras similares, se conoció recientemente a raíz de la desclasificación de documentos confidenciales en Estados Unidos, con motivo de su natalicio. El Archivo de Seguridad Nacional afirma: “Su voluntad de respaldar, apoyar y aceptar el derramamiento de sangre masivo, la tortura y la desaparición por parte de regímenes militares anticomunistas aliados, se refleja en varios documentos desclasificados” (ídem).
Kissinger le dijo ese mismo 1976 a Pinochet: “Mi evaluación es que usted es víctima de todos los grupos de izquierda del mundo y que su mayor pecado fue derrocar a un Gobierno que se estaba volviendo comunista” (ídem).
El tercer aspecto importante de su función diplomática fue el inicio de negociaciones con China que redundarían en la visita de Nixon al gigante asiático, en 1973, y el posterior restablecimiento de relaciones diplomáticas.
Guerra Mundial
Tras su retiro como funcionario, Kissinger siguió actuando en política y escribiendo libros.
Como teórico de las relaciones internacionales se lo ubica como uno de los mayores exponentes del realismo político, una escuela pragmática que tuvo entre sus iniciadores al estadounidense Hans Morgenthau y se concentra en forma cruda en la cuestión de la conservación y ampliación del poder, sin la preocupación del “wilsonismo” por disfrazarla detrás de principios grandilocuentes como la defensa global de la democracia.
En su último libro, “Liderazgo” (2023), que incluye seis ensayos sobre personalidades de la política internacional, Kissinger critica en el epílogo “la ideologización de la política exterior, en la que cada lado está convencido de la malevolencia del otro” (El País, 25/2). El diplomático encontraba preocupado en sus días finales por el declive norteamericano, la escalada entre Estados Unidos y China y su potencial derivación en una tercera guerra mundial. En una entrevista con The Economist de este año, afirmó que “estamos en la clásica situación anterior a la primera guerra mundial (…) en la que ninguna de las partes tiene mucho margen de concesión política y en la que cualquier alteración del equilibrio puede tener consecuencias catastróficas”. Un concepto que ya había vertido en declaraciones en 2020.
Poco antes, había desatado la furia del presidente ucraniano Volodomir Zelensky cuando, con su pragmatismo característico, sugirió un retorno al “statu quo” previo a la guerra, es decir, un fin del conflicto que implicara la renuncia de Ucrania a Donetsk, Lugansk y Crimea.
La muerte de Kissinger, político de mirada estratégica y defensor implacable de los intereses del imperialismo yanqui, es también la de uno de los grandes enemigos de los pueblos trabajadores del mundo.
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