Internacionales
25/7/2023|1673
Israel, envuelto en una de sus mayores crisis políticas
El parlamento aprobó la primera parte de la reforma judicial.
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Protestas y represión
El parlamento israelí aprobó este lunes 24, con el voto exclusivo de la coalición oficialista, una norma que impide al Tribunal Supremo (equivalente a la Corte Suprema) anular proyectos del gobierno que considere “irrazonables”. Se trata de una de las partes de la reforma judicial que impulsa el premier Benjamin Netanyahu, y que desató una de las crisis políticas más severas que recuerde Israel.
La oposición abandonó el hemiciclo al grito de “¡vergüenza!” cuando el texto se aprobó en segunda instancia. En la tercera ronda final, solo quedaban presentes los legisladores de la coalición oficial, integrada por el Likud, el Partido Sionista Religioso, Poder Judío, el Noam y las fuerzas ultraortodoxas.
Desde la oposición denuncian que la reforma judicial, con la que el oficialismo aspira también a modificar en su favor la composición del órgano que elige a los magistrados, rompe los contrapesos institucionales y abre paso a un gobierno despótico de Netanyahu. Este, por su parte, presenta el asunto exactamente al revés: asegura que reequilibra la relación entre los poderes del Estado y era “necesaria para la democracia”.
Miles de personas se movilizaron en las principales ciudades israelíes tras la aprobación de la nueva norma. Hubo represión y choques con la policía.
A lo largo de treinta semanas de conflicto, cientos de miles se volcaron a las convocatorias de la oposición; hubo cortes de calle, e incluso un paro general, en marzo, de la Histadrut, la central sindical. En ese momento, Netanyahu debió pausar la iniciativa ante el desafío callejero.
Ahora, el Foro de Negocios ordenó el cierre de comercios, y las empresas tecnológicas, un sector clave de la economía, se pronunciaron contra la reforma e incentivaron la participación de sus empleados en las marchas contra Netanyahu. Este martes, financiaron una solicitada en los principales diarios que consiste en una página en negro, en señal de luto, y la leyenda “la locomotora de Israel nunca se rendirá”, en referencia al sector de las start-ups, que explica un 15% del PBI israelí, según el diario El País (24/7). Algunas de estas compañías, según un informe del sector, habrían iniciado un proceso de relocalización fuera de Israel, retiro de fondos y despidos (Jerusalem Post, 25/7).
Yair Lapid, exprimer ministro y uno de los principales dirigentes de la oposición, presentó un recurso ante el Tribunal Supremo para que invalide la decisión del parlamento. Hay otros numerosos recursos similares. Si el máximo órgano judicial se pronuncia contra la resolución de la cámara, se agravaría aún más este inédito choque entre poderes.
El presidente Isaac Herzog procuró una mediación entre gobierno y oposición, y hasta poco antes de la votación de este lunes hubo tratativas entre los bandos, pero las conversaciones finalmente naufragaron. La Casa Blanca lamentó la aprobación de la norma y redobló el llamado a consensos políticos. El debilitamiento de su socio y gendarme en la región es un gran peligro para Washington. Algunas calificadoras internacionales han rebajado el puntaje de la deuda israelí, como presión hacia Netanyahu y señal de incertidumbre.
El nivel que ha alcanzado la crisis se revela en que miles de reservistas de las fuerzas armadas preparan su renuncia, en disconformidad con la reforma. Se ha formado un movimiento, Hermanos de Armas, que los agrupa. El jefe del Estado Mayor del Ejército, Herzi Alevi, admitió “grietas peligrosas” en la fuerza (ídem).
Si bien hay sectores de la juventud y de la clase trabajadora que participan en las protestas (en el caso de los médicos, iniciaron una huelga tras la decisión del parlamento), conviene no engañarse acerca de su dirección. Está orientada por dirigentes políticos de la oposición sionista, como Yair Lapid y Benny Gantz. Una exministra de Exteriores, Tzipi Livni, animadora de las marchas, sostuvo, contra el gobierno: “Podéis legislar, pero no vencer a la identidad judía, liberal y democrática, al despertar que se ha generado y al orgullo renovado por la bandera israelí y lo que representa” (El País, ídem). La dirección del movimiento no se sale un ápice de la defensa del Estado sionista que masacra al pueblo palestino.
En cualquier caso, asistimos a una crisis profunda que divide a los poderes del Estado, a la burguesía israelí y provoca fisuras en las fuerzas armadas. Para un país en conflicto permanente con el pueblo palestino y los pueblos vecinos, esto no es poca cosa.
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