Italia: un gobierno de unidad nacional contra los trabajadores

Mario Draghi ha sido ungido como primer ministro de Italia a través de un acuerdo que envuelve al grueso de los partidos políticos con presencia parlamentaria. Se trata de un elemento cuya trayectoria política le ha permitido tejer lazos muy fuertes con lo más granado del capital internacional. No por nada los “mercados” saludaron su llegada al poder con un alza de la bolsa y una caída de la prima de riesgo italiana.

La crisis política que ha terminado por parir a Draghi como nuevo premier de la República Italiana se remonta al pasado 25 de enero, cuando Matteo Renzi, del partido Italia Viva (IV), soltó la mano del ex premier Giuseppe Conte retirando de la coalición gobernante a 80 diputados y 18 senadores, además de dos ministras y al subsecretario de Exteriores. Conte comandaba un gobierno de coalición entre el centroizquierdista Movimiento 5 Estrellas (M5E), el Partido Democrático (PD, socialdemócratas), Libres e Iguales (LeU) y el partido de Renzi (una escisión del PD).

La ruptura de Renzi, naturalmente, dio lugar al desarrollo de un importante número de maniobras y negociaciones para salvaguardar la gobernabilidad. Se ha barajado, incluso, un adelantamiento de las elecciones, aunque finalmente primó la estrategia de poner en pie un gobierno de unidad nacional. Un eventual adelantamiento del calendario electoral, según todas las encuestas, habría pavimentado el camino para la llegada de un gobierno de Matteo Salvini, de la derechista La Lega, acompañado del fascistoide Hermanos de Italia de Giorgia Meloni y de Forza Italia del ex presidente Silvio Berlusconi.

Renzi ha justificado su separación en “diferencias” con respecto a la gestión de la pandemia. Lo cierto, sin embargo, es que detrás de esa mera formalidad se ha escondido una guerra de rapiña por el reparto de los multimillonarios fondos que aterrizarán en el fisco como parte del plan de recuperación que diseñara la Unión Europea (UE) en 2020, cuyo monto asciende a unos 209.000 millones de euros.

Los fondos de la UE son un aspecto clave para la política burguesa en esta etapa, signada, entre otras cosas, por una acentuación de las tendencias a la depresión económica y a la guerra comercial. La Confindustria viene presionando hace tiempo por una orientación política que apunte a rescatar al capital sobre la base de pulverizar las conquistas de la clase trabajadora y de la eliminación del capital excedente.

Nuevo gobierno y contradicciones económico-sociales

Draghi, un tecnócrata ex presidente del Banco Central Europeo (BCE), subió al poder apuntalado por el presidente, Sergio Matarella y contando con el apoyo de casi todo el arco político italiano, menos el del ultraderechista Hermanos de Italia. Obtuvo, en la Cámara de Senadores, 262 votos a favor y 40 en contra, mientras que en la Cámara de Diputados recibió el respaldo de 535 votos contra 56 negativos. Ha sido encumbrado, asimismo, bajo la égida de casi la totalidad de la burguesía italiana, y cuenta con el patrocinio de la burocracia sindical y –la bendición- del Papa Francisco. El apoyo a Draghi abarca al propio M5E y al PD. Del otro lado, también se ha integrado al nuevo gobierno la misma Lega.

Tras la caída de Conte, el PD, el M5E, la burocracia sindical (CGIL, CISL, UIL) e incluso el Partido de la Refundación Comunista emitieron un llamamiento (“Unámonos para salvar a Italia”) que convocaba a la formación de un gobierno de unidad con Conte, todo esto con el pretexto de evitar nuevas elecciones que llevarían al poder a la derecha. Empero, ahora el PD y el M5E integran un gobierno de unidad ni más ni menos que junto a la derecha. Esto ha generado crisis internas en ambos partidos; 40 parlamentarios del M5E fueron expulsados por haber votado contra el gobierno Draghi, y, Nicola Zingaretti, líder del PD, ha dimitido como secretario general por divergencias con sus pares, quienes, según él, solo “hablan de cargos”, mientras que en el país arrecia la tercera ola de Covid-19.

Es un gobierno de características contradictorias. Tiene al frente a una figura emblemática de la UE imperialista, como Mario Draghi, pero en su interior también a corrientes hostiles a la Unión, como la Lega. Engloba a centroderechistas y centroizquierdistas. Solo aparece soldado por el reparto de los fondos de rescate y el ajuste contra los trabajadores. Más temprano que tarde, aparecerán en el nuevo gobierno las disputas intestinas que ya son características de la convulsiva política italiana.

El flamante premier ha logrado convertirse en un hombre de extrema confianza para la burguesía mundial tras haber impulsado, desde su lugar como jefe del BCE, el denominado programa de Expansión Cuantitativa, que consistió en emitir grandes cantidades de títulos de deuda a favor de los estados individuales de la UE, donde asomó un rescate a grandes grupos bancarios europeos y extranjeros. Asimismo, en el año 2011, ha exigido al gobierno de Berlusconi, en connivencia con Frankfurt, llevar adelante un ajuste que incluía privatizaciones, recortes presupuestarios y un ataque contra las condiciones de vida de los trabajadores (convenios por empresa, recortes salariales, aumento de la edad jubilatoria, entre otros). “Super Mario” ha sido, además, vicepresidente del banco de inversión norteamericano Goldman Sachs; allí ha sido cómplice de operaciones fraudulentas alrededor de la deuda griega que terminaron llevando al país helénico a una bancarrota económica y social sin precedentes.

En su primer discurso ante el Senado, acontecido el 17 de febrero, trazó una hoja de ruta en donde estarían en carpeta reformar la Administración, el sistema impositivo, la educación, la justicia y el sistema productivo (El País, 17/2), lo que, habida cuenta los antecedentes del nuevo premier, prefigura un plan de ajuste de fondo. Draghi ejercerá el poder en sintonía con la orientación de la UE y la OTAN; ha advertido sobre las “violaciones de derechos humanos” sucedidas en Rusia, y se ha despachado con una negación a cualquier intentona de salida de la Unión. La llegada del tecnócrata al alto mando italiano recibió el beneplácito de la teutona Merkel y del francés Macron, mientras que, por otro lado, para la UE probablemente haya significado un alivio el descartar elecciones anticipadas en la medida en que su dinero no fue a parar a manos de un gobierno dominado por La Lega.

El ejecutivo de Draghi combinará en su gabinete técnicos y figuras de los diversos partidos burgueses que lo secundan. Los primeros ocuparán, no obstante, un lugar predominante, pues controlarían los fondos de Bruselas. Su gobierno deberá transitar por aguas turbulentas, en el marco de una Italia que ya cuenta con casi 100 mil muertos por Covid-19, casi 3 millones de infectados –se volvió al confinamiento- y una crisis social mayúscula. El ajuste de Conte dejó un saldo de 2,2 millones de cesanteados, y el Banco de Italia calcula hasta la fecha que más de medio millón de despidos se encuentran en pausa, listos para concretizarse cuando expire el burlado bloqueo de despidos, algo por lo que viene pugnando la Confindustria y que cuenta con el visto bueno de las burocracias sindicales (CGIL, fundamentalmente), que han pactado con el nuevo gobierno. Aquí no solo se ven envueltas pequeñas empresas, sino también grandes capitales, como el grupo Stellantis, Alitalia o AcelorMittal. Todo parece indicar que Draghi cerrará el grifo de subsidios a las llamadas empresas zombis (que sobreviven a base de deudas o de rescate estatal), limitándose solo a unos “pocos incentivos”, dando lugar a un escenario de quiebras y de nuevos procesos de concentración de capital. Otro tema relevante concierne a las pensiones, pues la cuota 100, el programa que permite a los trabajadores “jubilarse antes” –si la suma entre la edad del obrero y los años de aporte dan como resultado el número 100-, no se renovará con el argumento de la gigantesca deuda pública que pesa sobre la economía nacional, de un 135 por ciento del PBI, y, naturalmente, por las condiciones que impondrá la UE para la devolución de los fondos.

Estamos ante un gobierno que se halla íntimamente ligado a la banca y a la clase capitalista. Visto los ajustes que se desprenden del rescate de Bruselas y el carácter del nuevo primer ministro, la clique gobernante deberá chocar duramente contra la clase obrera.

Organizar el combate en Italia

Ante este panorama, los trabajadores deben prepararse para defender sus conquistas históricas y para enfrentar los despidos y la carestía. El 29 de enero, la Asamblea Nacional de Trabajadores Combativos impulsó una jornada de paro y movilización contra los despidos y por otras reivindicaciones. Esa Asamblea, crítica de la parálisis de la burocracia sindical, se encuentra motorizada por el Pacto de Acción Anticapitalista, constituido por organizaciones de izquierda, que también rechazaron el llamado centroizquierdista a cerrar filas con Conte.

La lucha política por el surgimiento de una alternativa obrera en Italia, además, tiene el desafío de desenmascarar no solo a la demagogia fascistizante de los Salvini, Meloni y compañía, quienes despiertan interés en un sector de la población, hastiado por el fardo de la crisis capitalista, sino también a la “antisistema” centroizquierda italiana –el M5E se encuentra en una disgregación por su apoyo al banquero Draghi- y los grupos de “izquierda” que giran a su alrededor, que han gobernado Italia, incluso haciendo frente con la derecha de Salvini, sin pretender alterar las bases sociales de la dominación burguesa.

El rechazo a la UE imperialista y la lucha por gobiernos obreros y por los Estados Socialistas de Europa están más vigentes que nunca.