La asunción de Joe Biden y el segundo impeachment de Trump

El 20 de enero asumirán Joe Biden y Kamala Harris el poder ejecutivo de Estados Unidos. Lo harán con un amplio apoyo de la burguesía norteamericana. Tienen un respaldo unánime del Partido Demócrata, pero también de un sector del Partido Republicano. Cuentan con un cheque en blanco de gran parte de las direcciones de masas, desde los sindicatos a gran parte de los movimientos de la comunidad negra o las mujeres. Sin embargo, el desarrollo de la crisis capitalista mundial que tiene su epicentro en Estados Unidos, que empalma con una decadencia histórica del imperialismo norteamericano y, sobre todo, la sombra de la rebelión popular que está lejos de haberse cerrado condiciona completamente la transición política.

El gobierno de Biden utilizará el intento de golpe fascista de Trump como una amenaza permanente contra los trabajadores cuyas condiciones de vida inevitablemente plantean choques con un gobierno del gran capital como el que viene a encabezar.

La segunda vez, como farsa

El miércoles 13 se está votando en la cámara baja del congreso estadounidense un nuevo intento de impeachment (juicio político) contra Donald Trump. Aunque los discursos de los legisladores demócratas e incluso muchos republicanos acusan a Trump de promover un golpe de estado fallido -el cargo presentado es nada menos que “incitar una insurrección”- , la expectativa de destituir a Trump se desinfló rápidamente. A diferencia del proceso anterior de impeachment, un número creciente de republicanos podrían acompañar el planteo, aunque parece difícil que sean suficientes para lograr una condena en el Senado.

La crisis política ha dado lugar al extraño caso de un juicio político contra un presidente al que sólo resta una semana de mandato.

Aunque la lógica que se anuncia de este proceso es la de impedir que Trump ocupe cargos a futuro, no dejan de llamar la atención que quien intente un asalto de la sede del poder legislativo no enfrente cargos penales.

Algunos demócratas, como el influyente diputado James Clyburn, son partidarios de suspender el envío de la notificación del juicio al Senado “ para darle al presidente electo Biden 100 días para poner en marcha su agenda”. Existe el temor en el establishment que el impeachment termine siendo una traba y provoque una demora en el tratamiento del nuevo paquete de estimula que apunta a otorgar mayores subsidios que viene reclamando el gran capital. La dirección demócrata relega deliberadamente la necesidad y la urgencia de tomar medidas contra la amenaza fascista desplegada en Washington D.C. la semana pasada.

La crisis política está lejos de cerrarse. Trump dijo que el proceso contra él corre el riesgo de dar lugar a nuevos incidentes violentos. Por lo pronto, hay una alerta de que pueda ocurrir el 20 de enero, día en que Biden asume. Se prepara, según informes revelados por el FBI y la policía concentraciones organizadas por los grupos de derecha que respaldan no sólo en Washington sino frente a los Capitolios de los principales estados. Los jefes de las fuerzas armadas han emitido un documento condenando cualquier nueva acción y declarando su disposición a garantizar la asunción de Biden.

La trama íntima del golpe

Desvanecida la posibilidad de que prospere el juicio político, ¿qué es lo que queda de la investigación sobre la asonada del 6 de enero? Hay unos 100 detenidos, en particular quienes aparecieron en las imágenes que circularon el mundo, ocupando salones del congreso, posando para fotos o retirando objetos. No se conoce, sin embargo, investigación alguna sobre los organizadores de la movida ni quienes la han financiado y orientado.

“Las manifestaciones tuvieron el apoyo de muchos sectores de la elite política” dice Alex Newhouse, experto en terrorismo (The Hill, 12/1), quien relativiza la amenaza de nuevas convocatorias para la semana entrante si no intervienen los dirigentes políticos conservadores que promovieron el putsch fallido.

Múltiples comentaristas señalan la relación de los multimillonarios hermanos Koch, entre los principales financistas del Partido Republicano, con toda la constelación de agrupaciones de ultraderecha que han surgido alrededor de Trump.

La acción en el Capitolio estuvo llena de personal policial que incluso presentó sus credenciales a la seguridad del lugar. El presidente del sindicato policial de Chicago incluso felicitó públicamente la acción. La relación entre la ultraderecha y las fuerzas policiales es de larguísima data pero se ha reforzado y centralizado bajo Trump.

Una investigación que no se centre en los matones que posan para las fotos, sino en los verdaderos jefes de la ultraderecha norteamericana involucraría a amplios sectores del Estado, de ambos partidos políticos patronales y de la clase capitalista que los ha financiado.

La propia toma del Capitolio necesitó de una inmensa colaboración de las fuerzas de seguridad actuantes (donde ha habido un puñado de renuncias) y de la enorme comunidad de inteligencia al servicio del Estado yanqui.

A pesar de los discursos “duros” con los que han salido a enfrentar la situación el Partido Demócrata ni actuará para desmantelar estas redes (con las que convive donde es gobierno) ni llamará a movilizarse para contrarrestar la presencia fascista.

La reciente exclusión de Trump de Facebook y Twitter no nos puede hacer olvidar que ambos redes sirvieron de plataforma al magnate en su momento de apogeo. No se nos pude escapar que el uso de censura en las redes sociales contra Trump y sus seguidores, al arbitrio de CEOs que ejercen un monopolio sin control sobre la circulación de información entre y sobre millones de personas, establece un antecedente que es y será usado contra opositores por izquierda. Lo mismo vale para el planteo de Biden, autor de buena parte del Patriot Act de Bush, de una nueva ley contra el terrorismo doméstico (Wall Street Journal, 7/1), que sólo será usada contra quienes enfrentan el poder.

Como marcamos desde Prensa Obrera, la victoria de Biden contó con un fuerte impulso desde el gran capital. Este apoyo ha seguido profundizándose. Luego de la acción de Trump, su soledad fue quedando más en evidencia. Llamó la atención la declaración de la National Association of Manufacturers (Asociación Nacional de Fabricantes) llamando a los “matones armados a que desistan de la violencia en el Capitolio” y luego otra donde piden que Trump sea apartado del cargo. La NAM había sido parte del entorno de Trump durante su gobierno, jugando un protagonismo, por ejemplo, en el diseño de las leyes de recortes impositivos para los capitalistas.

No están solos. Una ola de corporaciones que son aportistas regulares de los republicanos declararon públicamente que suspenden todo aporte luego de la toma de capitolio. En los anuncios hay una larga lista de grupos capitalistas entre los que destacan, por ejemplo Blue Cross, Marriott, BP, Chevron, Mastercard, Goldman Sachs, JP Morgan Chase y Citigroup (The Hill, 11/1).

La agenda Biden

Como hemos señalado en Prensa Obrera, la victoria de los demócratas en Georgia se apoya en el giro de Biden a apoyar el cobro de 2000 dólares de subsidio para los hogares de menores ingresos, en lugar de los 600 dólares incluidos en el paquete de estímulo que se aprobó a finales del 2020. También se hizo eco al final de la campaña de la necesidad de condonar deudas contraídas para realizar estudios universitarios o una prórroga para evitar desalojos.

Bernie Sanders, el otrora rival de Biden en la primaria, ha conseguido el nombramiento como presidente en la comisión de presupuesto del Senado. Ha salido a anunciar a viento y marea que desde ahí promoverá ambiciosos paquetes de gastos estatales a favor de la población. Pero los recursos principales están reservados para el salvataje de la clase capitalista en crisis y no tan en crisis, cuya efectivización a través de un nuevo paquete es esperada ansiosamente por Wall Street

Tanto el bloque republicano del Senado, como varios senadores demócratas conservadores han anunciado que mantienen su oposición a toda la legislación social que se está discutiendo. Este bloque de la austeridad bipartidario será la coartada perfecta de Biden para dejar sin efecto su demagogia electoral.

Desarrollar una poderosa fuerza de la clase obrera

La acción política de Trump y los fascistas explota de manera reaccionaria el impacto sobre los trabajadores y otras capas sociales de la crisis capitalista y el hastío con el régimen político tradicional. La izquierda norteamericana en su mayoría, por el contrario, se subordina más que nunca al Partido Demócrata por vías directas e indirectas. En Jacobin, vocero de la dirección de los Demócratas Socialistas de América se publicó un artículo titulado “El motín de Washington fue una derrota de la extrema derecha, no un triunfo”.

Deducen esto, básicamente, en el hecho de que la burguesía norteamericana y el establishment republicano le soltó la mano a Trump. Lo que se oculta es la relativa impunidad en que van a quedar el asalto del Capitolio . El magnate ha sufrido un revés, pero la acción de Washington apunta más lejos El presidente saliente lanzó a la extrema derecha como fuerza nacional, hasta cierto punto independiente del Partido Republicano.

La idea de que ha sucedido algo “propio de un país del tercer mundo” que han repetido hasta el cansancio periodistas y políticos está basada en el excepcionalismo norteamericano. “Algo así no puede suceder aquí” Estos izquierdistas piensan algo parecido.

Sin embargo, el desarrollo del fascismo no es un capricho personal ni un accidente. Es fruto de una polarización política y social violenta y echa sus raíces en una impasse de la sociedad norteamericana.

La izquierda del Partido Demócrata convoca a no salir a la calle para “ no hacerle el juego a Trump”. El resultado es el contrario pues le regala las calles….a la derecha.

La situación pone a la orden del día la necesidad de la ruptura política con el Partido Demócrata, El sometimiento y ataduras con el gobierno de Biden conduce al sacrificio y frustración de reivindicaciones que son apremiantes en medio de recrudecimiento de la pandemia y de la enorme crisis social que está lejos de revertirse. Importa señalar que el trumpismo no se va a privar de hacer demagogia con los reclamos urgentes de la población .Es necesario poner en pie una fuerza independiente de los trabajadores que impulse y se empeñe en la lucha por un programa propio de salida frente a la crisis nacional.

La derrota del fascismo necesita de la movilización masiva de la clase obrera, de todos los explotados, de la unidad de todas sus organizaciones de lucha. Y la organización de la autodefensa. Ha pasado relativamente inadvertido el hecho de que ha habido movilizaciones regionales y que sindicatos en diversos estados han declarado la conovocatoria a huelgas regionales en caso de que no pueda concretarse la asunción de Biden y reclamaron a la dirección de la AFL-CIO la convocatoria de una huelga general en este caso. Hay que profundizar la tendencia a que los trabajadores intervengan en la crisis con sus métodos y reclamos.