La inflación y la escasez de combustible agitan Haití

Protestas en las principales ciudades.

Miles de personas protestaron en todo el país.

El lunes estallaron nuevas protestas en Haití ante la inflación, la escasez de combustibles y el incremento de la violencia de las bandas criminales que dominan porciones crecientes del territorio nacional.

Miles de personas se movilizaron en la capital Puerto Príncipe, en Cabo Haitiano, Les Cayes y otras importantes ciudades. En Delmas, localidad del área metropolitana, un manifestante fue asesinado a balazos por la represión paraestatal.

La inflación ronda el 29% interanual y la moneda nacional, el gourde, viene sufriendo una gran depreciación. El Banco Central anunció recientemente que intervendrá con 150 millones de dólares para tratar de contener la devaluación.

Los trabajadores se ven golpeados por un deterioro de su poder adquisitivo. En febrero, hubo protestas y piquetes en el parque industrial de Puerto Príncipe en reclamo de una triplicación del salario mínimo, que llevaba varios años sin ser actualizado. El gobierno de Ariel Henry (del PHTK) dictó una suba del 54%, que no lo saca de sus niveles de miseria. Hoy se encuentra en alrededor de 7,50 dólares la jornada (750 gourdes), mientras que en un día los trabajadores gastan alrededor de 2 dólares solo en transportarse (Al Jazeera, 10/2).

La violencia de las bandas criminales, en tanto, hace estragos en los sectores populares. Como resultado del incremento de los robos, crímenes, secuestros y del enfrentamiento entre estos grupos, miles de personas han huido del área metropolitana de la capital. Solo entre el 8 y el 17 de julio, según la ONU, hubo alrededor de 500 heridos, muertos o desaparecidos (Diario Libre, 9/8).

En febrero, los trabajadores de la salud pararon 72 horas, tras el rapto de dos médicos. El mismo mes, propietarios y conductores de taxis impulsaron una medida de fuerza en reclamo de seguridad, ante el robo de sus vehículos.

La situación política se caracteriza por un impasse. El primer ministro Ariel Henry, en el poder desde el asesinato del presidente Jovenel Moïse, no logra que prospere su planteo de una asamblea constituyente que refuerce sus atribuciones. Del otro lado, la oposición nucleada en el llamado consenso de Montana (por el hotel en que se suscribió el pacto) considera caduco el mandato de Henry e intenta avanzar sin mayor éxito en un gobierno de transición. Las negociaciones entre los dos bandos están rotas. El parlamento está acéfalo (solo tienen mandato diez senadores) y el máximo tribunal judicial, disminuido.

Entre tanto, el enviado especial norteamericano, Daniel Foote, renunció a su cargo en disconformidad con la aceleración de las deportaciones de haitianos por parte del gobierno de Joe Biden, quien no ha escogido todavía un reemplazante.

El imperialismo, que patrocinó la misión militar de la Minustah durante casi quince años; que copa sus recursos naturales y se favorece con su mano de obra barata, es el principal responsable del hundimiento de Haití. Su expulsión es fundamental, como parte de una reorganización del país sobre nuevas bases sociales.

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