¿Quién era Jovenel Moïse?

Asesinaron al odiado mandatario y empresario haitiano.

Durante la madrugada del miércoles, fue asesinado Jovenel Moïse, presidente de Haití. Un grupo comando ingresó a su residencia de Puerto Príncipe y lo baleó junto a su esposa, Martin Joseph.

Este magnicidio, del que aún se desconocen sus promotores políticos, coincide con una espiral de violencia armada en el país que involucra a las fuerzas policiales y bandas criminales. Moïse accedió al cargo en 2017 y desde enero de 2020 gobernaba mediante decretos, sin parlamento, y a partir de febrero de 2021 con su mandato presidencial vencido, según las denuncias de la oposición. Así se ganó el mote de “hijo de los Duvalier”, clan familiar que gobernó de facto entre 1957 y 1987.

Carrera empresarial y primeros pasos en la política

Moïse se lanzó a la carrera empresarial en 2001 primero con plantaciones de bananos y luego con una planta de agua potable que abastecía a todo el norte del país. En 2004 fue nombrado presidente de la Cámara de Comercio e Industria del Noroeste (CCINO) y secretario general de la Cámara de Comercio e Industria de Haití (CCIH).

Entre 2008 y 2014, fue favorecido con préstamos millonarios para la producción agrícola que le otorgara el presidente Michel Martelly. Cuando éste conforma el Partido Haitiano Tèt Kale (PHTK, de derecha), Moïse da sus primeros pasos políticos. Rápidamente, se convierte en el delfín de Martelly. Ambos fueron denunciados por maniobras electorales fraudulentas y ambos fueron fieles defensores de los intereses del imperialismo yanqui en el país.

Presidencia

Hacia finales de 2018, la Corte Superior de Cuentas informó que los fondos del programa Petrocaribe habían sido desviados de la compra de combustibles a empresas ligadas a Moïse (quien ya era presidente en ejercicio), sus funcionarios y otros senadores oficialistas y opositores. Esto desató grandes movilizaciones populares.

Pero además, hubo dos levantamientos bajo su mandato, reprimidos con un saldo de decenas de muertos. El de 2017 fue desatado por el recorte de subsidios en los combustibles. En el de 2019, fue su desabastecimiento la gota que rebalsó un vaso lleno de furia contra el régimen. Numerosos sectores de la población se quedaron sin agua potable, electricidad, alimentos e insumos para hospitales. “Fuera Moïse”, se escuchó entonces en las calles. Los barrios se organizaron para obtener agua y alimentos. Barricadas y cortes de ruta se convirtieron en las postales cotidianas del país. Por varios meses, los hospitales, colegios y comercios dejaron de funcionar.

Si Moïse se mantuvo en el poder, fue gracias al respaldo del imperialismo yanqui, que convalidó incluso su maniobra para prolongar su mandato hasta 2022. La línea de algunos sectores de la oposición fue producir un recambio ordenado, pero no concitó la atención de las potencias extranjeras.

Un país arruinado

Moïse ha dejado un país mucho peor a como lo encontró. El 40% de la población está en emergencia alimentaria y el 70% vive en la pobreza (Nueva Sociedad, 1/12/20). El 60% de la población gana menos de dos dólares la hora (La Nación, 7/7). Todavía se sienten los estragos del terremoto de 2010: 316.000 muertos (según la parcial cifra oficial), tres ciudades en ruinas, 200.000 familias sin vivienda y fondos de ayuda humanitaria que jamás llegaron a las víctimas. A esto falta sumarle la inaccesibilidad al agua potable, el riesgo de las redes de trata, la inseguridad y las bandas criminales que someten a la población.

Moïse fue un agente del gran capital y del imperialismo, que han destruido Haití. La nación antillana necesita una salida de los trabajadores.