La mesa-debate sobre la situación latinoamericana

La crisis capitalista y la estrategia de la izquierda

Este viernes 31 de julio tuvo lugar la tercera mesa-debate de la Conferencia Latinoamericana y de los Estados Unidos impulsada por el Frente de Izquierda Unidad, que giró en torno a la situación de América Latina. En ella participaron Pablo Giachello (dirigente del Partido Obrero de Argentina), André Barbieri (dirigente del MRT de Brasil, FT-CI), Rainier Ríos (dirigente del MST de Chile), Joaquín Araneda (dirigente del Movimiento Anticapitalista de Chile, LIS) y distintos invitados provenientes de organizaciones de Brasil, Ecuador, Nicaragua, México, Bolivia, Perú y EEUU. El debate, especialmente la segunda ronda de intervenciones, estuvo marcado por la cuestión de los partidos amplios.

“Preparemos partidos de combate para la segunda ola de rebeliones”

Pablo Giachello comenzó su intervención marcando que el mundo se encuentra atravesado por una crisis de características históricas que solo puede ser comparada con la crisis del ’30 y que la conferencia tiene como tarea abrir un campo de independencia de clase para los luchadores que han participado del conjunto de las rebeliones populares precedentes. Ese polo independiente sería para luchar contra la derecha nucleada en el Grupo Lima, pero también contra el progresismo agrupado en el Grupo Puebla, igualmente tributario del imperialismo, como lo demuestra López Obrador o Alberto Fernández con la sumisión de su gobierno al FMI. Giachello señaló que las contradicciones sociales que actuaron como impulsoras de estas rebeliones se han agravado por la pandemia.

El dirigente del PO caracterizó que en América Latina se incuba una segunda ola de rebeliones populares, “esta es la tesis fundamental sobre la cual el Partido Obrero plantea una estrategia política y un programa”, señaló. El cuadro descripto no solo tiene como uno de sus ejes la movilización de masas en Estados Unidos, sino que también confluye con un cuadro de bancarrota sanitaria, económica y social de grandes magnitudes en América Latina, que tiene como principal responsable a la clase capitalista. Giachello planteó que “en América Latina, como consecuencia de esta crisis, precedente a la pandemia, tenemos la quiebra y el derrumbe de las principales acciones y las principales empresas latinoamericanas”.

En este sentido, indicó que el programa de la izquierda debe tener puntos fundamentales como la centralización del sistema sanitario, el planteo de los comités de higiene bajo control obrero, la duplicación de los presupuestos sanitarios, la centralización de los sistemas bancarios, el reparto de las horas de trabajo, un seguro al parado equivalente a la canasta básica, y la ocupación de toda fábrica que despida o cierre. Este programa debe ser enarbolado por la clase trabajadora, en oposición al bloque de fuerzas nacionalistas que se han mostrado incapaces de llevar adelante un proceso de emancipación nacional y de desarrollo de las fuerzas productivas. Por el contrario, fracasaron y pavimentaron el ascenso de la derecha. Giachello explicó que la unidad socialista de América Latina es una tarea reservada únicamente para la clase obrera latinoamericana.

Por otro lado, caracterizó la crisis de dirección de la clase obrera, evidenciada en los procesos de Chile, Ecuador y demás rebeliones. En Chile, por ejemplo, el PC -que dirige la CUT- no adoptó el planteo de fuera Piñera.

Otro tema importante fue el de las asonadas golpistas en América Latina. Giachello sostuvo que el rechazo al golpismo es un problema de principios fundamental para la izquierda.

Giachello finalizó señalando la necesidad de construir partidos obreros de combate para luchar por gobiernos de trabajadores. Rechazó la idea de constituir partidos de tipo amplios, o partidos de tendencia, que terminan siendo patas del régimen burgués, como en Chile, Perú o Brasil. Reivindicó la tarea de formar cuadros de la clase obrera en oposición a las figuras electorales, y opuso la construcción de prensas revolucionarias a los “informativos de izquierda”.

Luchar contra el imperialismo

André Barbieri comenzó su intervención reivindicando la rebelión popular estadounidense, que tiene una enorme importancia por estar desarrollándose en el corazón del imperialismo. A la vez, sostuvo que está planteada la tarea de desenmascarar al Partido Demócrata (PD). Sin embargo, se opuso a la consigna “Fuera Trump”, argumentando que en el marco de un clima electoral significaría un “hola Biden”. Esta postura, que fue replicada por referentes de la Fracción Trotskista en otras mesas, no toma en cuenta la rebelión en curso y la necesidad de dotarla de un planteo.

Barbieri caracterizó que el año 2019 estuvo signado por la lucha de clases, con su expresión en países como Puerto Rico, Ecuador, Chile, Colombia, o Bolivia, donde las masas enfrentaron el golpe de Estado. En ese sentido, señaló que las contradicciones sociales que motivaron estos levantamientos, lejos de haberse apaciguado, se han agravado como consecuencia de la pandemia, en el marco de la crisis mundial. También dijo que el imperialismo norteamericano subordina y saquea los pueblos de América Latina, e igualmente China, que si bien no es una potencia imperialista, según Barbieri tiene algunos puntos de contacto. Ambos bloques disputan zonas en Latinoamérica.

Indicó que la tarea es librar un combate contra el imperialismo y todas las variantes patronales de la región (incluyendo las nacionalistas), desde un campo de independencia de clase, y denunció la política del “malmenorismo”, que pavimenta el camino a gobiernos de tipo derechistas.

El dirigente del MRT criticó la posición del POR boliviano frente al golpe y también al PSTU de Brasil, que “defiende los motines y los sindicatos policiales”. Respecto al Psol, dijo que se ha adaptado al golpe y al petismo. Sin embargo, relató que su corriente planteó la entrada a ese partido, con “independencia política”, aunque les negaron la entrada.

Barbieri dijo que en Brasil debe levantarse el planteo de “Fuera Bolsonaro, Mourao y los militares, asamblea constituyente libre y soberana”, para ir hacia un gobierno de trabajadores. Y reivindicó la expansión de La Izquierda Diario, denominando ese proceso como “leninismo 2.0”.

 

Disputar las bases de las viejas direcciones

Rainier Ríos comenzó señalando que venimos de un cuadro caracterizado por una Latinoamérica convulsionada por rebeliones. Marcó que estas confluyeron con otras luchas de “carácter menor”, como ciertas huelgas obreras, ecologistas, feministas y demás. También dijo que hubo un acrecentamiento de las luchas contra gobiernos corruptos, como en Chile, que comenzaron rechazando la subida de precios en los combustibles y que rápidamente se transformaron en luchas contra el Estado en su conjunto.

Ríos señaló que el mundo avanza hacia una agudización de la lucha de clases, con su consecuencia en mayores enfrentamientos contra los gobiernos capitalistas. En ese sentido, “la crisis de dirección es un factor clave” y se debe dar un “debate con las viejas direcciones reformistas y estalinistas”, que son vitales para el sostenimiento de los regímenes capitalistas. Para ejemplificar este planteo citó el caso chileno, donde el Partido Socialista, el Partido Comunista y el Frente Amplio evitan la caída de Piñera. No obstante, defendió la idea de intervenir en el Psol.

El dirigente del MST de Chile fue crítico de los gobiernos nacionalistas como el de Evo Morales, Lula o Correa por haber gobernado con el capital financiero internacional y los magnates capitalistas.

Finalizó planteando la necesidad de avanzar hacia la unidad entre las y los revolucionarios que tenga como horizonte la construcción de gobiernos obreros y populares en todo el mundo.

Construir fuertes direcciones revolucionarias

Joaquín Araneda comenzó aclarando que la situación actual se caracteriza por una fuerte polarización social. Su punto más acabado llegó con las rebeliones en Ecuador y Chile, el año pasado. Por otro lado, mencionó que este alza de los movimientos de masas le puso límites a los gobiernos derechistas, que llegaron al poder como consecuencia del fracaso del progresismo latinoamericano. Citó como ejemplo la ruptura de las bases sociales con el MAS como producto de las políticas neoliberales aplicadas durante su gobierno.

Al mismo tiempo, indicó que nos encontramos en una etapa “pre-revolucionaria”, caracterizada por las condiciones objetivas para la revolución pero con la debilidad de no contar con fuertes direcciones revolucionarias.

Araneda caracterizó que la etapa abierta en Chile es una “revolución”, aunque “inconclusa”, en “proceso de desarrollo”, y que inexorablemente tendrá nuevos capítulos.

Por otra parte, indicó que la tarea de la izquierda es construir direcciones revolucionarias capaces de disputar la dirección del movimiento obrero y de buscar “las mejores estrategias para intervenir en el proceso, partiendo de las condiciones objetivas y subjetivas”. Defendió también la participación de su corriente internacional dentro del Psol.

La mesa sobre la situación latinoamericana fue la última de las mesas de la conferencia, tras la de “crisis mundial y rebelión en el imperio” y la de “el movimiento obrero latinoamericano ante la crisis capitalista y la pandemia”.