Internacionales
22/11/2024
La nueva escalada en la guerra de Ucrania, los planes de Trump y los de Putin
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Biden habilitó a Ucrania a usar misiles de largo alcance contra territorio ruso
Pocas horas transcurrieron entre la publicación del New York Times (NYT) del 18 de noviembre, respecto de que Biden autorizó el uso de misiles de largo alcance Atacms contra el territorio reconocido internacionalmente de la Federación Rusa y el ataque con ellos. Del mismo modo, la respuesta rusa no se hizo esperar y, como veremos, fue por demás contundente.
Entre el dicho y el hecho, hubo un corto trecho
El artículo del NYT del 18/11 indicó que la “autorización” se circunscribía a atacar a las tropas rusas y “norcoreanas” apostadas en Kursk, ello a fin de menguar a las fuerzas rusas que están expulsando gradualmente a las tropas ucranianas de suelo ruso.
Sin embargo, en la madrugada del 19 de noviembre se reportó el ataque con 6 misiles Atacms, en una base militar rusa, pero no en Kursk sino en el oblast fronterizo de Briansk.
El Ministerio de Defensa ruso informó que cinco de los misiles fueron interceptados y que el sexto fue dañado y que sus “escombros” produjeron un incendio menor en la base militar atacada. En las redes circula un video con una explosión importante. El medio Bloomberg confirmó el lanzamiento el 20 de noviembre.
Asimismo, si bien primeramente hubo cierta contradicción en el ámbito mediático respecto a la autorización de Estados Unidos para la utilización de los Storm Shadow (ya explicamos en artículos anteriores que los paquetes de ataque para estos misiles británicos y franceses se programan también a través de los satélites y sistemas de navegación de Estados Unidos), lo cierto es que las tropas ucranianas han informado que han atacado el 19 de noviembre la región de Kursk y han exhibido fotografías de un misil derribado.
El lanzamiento fue confirmado el 20/11 por el portal Bloomberg y también en la misma fecha, The Times confirmó la autorización de Washington a Reino Unido.
Y luego de ello, fuentes ucranianas mostraron imágenes de lanzamiento de 12 misiles, de los cuales solo dos fueron interceptados. Posteriormente, Ucrania publicó un video completo del ataque, con un dron colocado en las cercanías, donde exhibieron los impactos e indicaron que allí se encontraba el mando operativo de las tropas del ejército ruso en Kursk, es decir, un ataque de decapitación.
Pero la escalada de Biden y el Pentágono no termina allí, porque junto con los ataques de misiles contra el territorio ruso, EEUU transfirió recientemente un número indeterminado de minas “anti-persona”, las cuales están prohibidas por el derecho internacional humanitario, dado que su remoción post conflicto resulta dificultoso y, por lo tanto, son harto peligrosas para la población civil.
Como se ve, la transferencia de estas minas y la vía libre para atacar el suelo ruso con misiles de largo alcance y de crucero, no solo apuntan a escalar la guerra, sino a colocar obstáculos para el avance ruso, justamente cuando el ejército ucraniano no tiene la capacidad operativa para detenerlos. Buscan defender las conquistas ucranianas en Kursk a como dé lugar.
Los halcones en Washington y en las capitales europeas justifican la escalada del mismo modo que lo hicieron con las otras líneas rojas ya cruzadas con los envíos de distintos armamentos, sobre la base de afirmar que Putin y los rusos no responderán.
Pero esos halcones que desconfían que Putin cumpla sus amenazas nucleares, son los mismos que enviaron en los últimos paquetes de asistencia a Ucrania equipo para intervenir ante catástrofes radioactivas.
Respuesta rusa
Pocas horas después de conocerse el primer ataque con Atacms en Briansk, Putin promulgó la legislación que consagra el cambio de doctrina nuclear rusa. Así, Rusia baja el umbral de restricciones para el uso de este armamento de destrucción masiva. En concreto, y a lo que aquí importa, se considerará un ataque de bloque a Rusia cuando un país no nuclear (Ucrania), realice un ataque conjunto con otra potencia nuclear (Estados Unidos).
Es que, como ya hemos comentado en Prensa Obrera, y el Kremlin explicado hasta el cansancio, los ataques con misiles Atacms o Storm Shadow en profundidad del territorio ruso, no pueden realizarse sin la participación total del Pentágono.
Por un lado, los satélites de Estados Unidos y la Unión Europea (UE) son los que detectan objetivos en tiempo real, por el otro, son exclusivamente los militares de EEUU quienes programan los paquetes de ataque con códigos cifrados y los cargan en el misil, y son ellos también los que los pilotean en tiempo real hasta que impactan. Es decir que se puede afirmar sin ambigüedades que los recientes ataques fueron perpetrados por la Otan a cuenta de Ucrania.
Sin embargo, más allá de que hasta ahora Rusia no ha bombardeado ningún país de la Otan, no es cierto que no haya respuesta rusa ante las escaladas de la alianza atlántica. Ocurre que los “pepinazos” los recibe Ucrania.
En ese sentido, el reciente ataque del 18 de noviembre, que abarcó todo el sistema eléctrico ucraniano, y que se realizó con la aviación estratégica, la flota del Mar Negro y drones Gerán, fue enorme pero solo una parte de toda una campaña de bombardeos que fueron escalando a medida que la Otan transfería armas complejas a Ucrania. El régimen de Kiev enfrenta la posibilidad cierta de un próximo gélido invierno con un colapso eléctrico total.
Asimismo, las acciones de sabotaje en suelo de la Otan se han incrementado sensiblemente, desde explosiones en fábricas de artillería o de TNT en Alemania, Estados Unidos, Francia, Reino Unido o Rumania, hasta el reciente corte de cables submarinos de fibra óptica que conectaban a Finlandia con Alemania a través del mar Báltico.
Por supuesto, estas acciones de sabotaje en la retaguardia también las sufre Rusia. No solo estamos hablando de sabotajes propiamente dichos contra infraestructura, líneas de suministro y centros de producción, sino también de la organización de ataques terroristas, como el de Crocus City.
En este cuadro, el 20/11, fuentes de Kiev dejaron correr el pánico en razón de que detectaron por información satelital que Rusia está moviendo sus bombarderos estratégicos TU-95 y TU-160 al oeste ruso y, de igual forma, que están maniobrando con sistemas de misiles balísticos experimentales RS-26 Rubezh, los cuales pueden lanzarse con carga convencional o nuclear.
En este contexto, Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, España y otros anunciaron el cierre de sus embajadas en Kiev y ordenaron que sus funcionarios se dirijan a los refugios. Resulta llamativo, más si tiene en cuenta que más de una vez los rusos acusaron que los centros de mando y control de la Otan se ubican en las embajadas.
Tras ellos, salieron con directivas similares Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán con el cierre de sus embajadas y la recomendación a sus ciudadanos de abandonar Ucrania. También resulta sugestivo, dado que son países que forman parte de la alianza militar OTCS (Organización del Tratado de Seguridad Colectiva) con Rusia.
Pero pocas horas después, Rusia sorprendió con el lanzamiento de un poderoso misil balístico sobre la ciudad de Dnepropetrovsk, particularmente en una planta de producción militar llamada Yuzhmash.
Luego de algunas horas de especulaciones y de un silencio atroz de los gobiernos de la Otan, Putin emitió una declaración a la televisión rusa, donde indicó que el ataque se realizó con un nuevo misil balístico de mediano alcance de nombre Oreshnik. Respecto de las características del misil, no dio mayores datos que se trata de un arma que fue desnuclarizada y que alcanza velocidades de match 10.
Este tipo de misiles habían sido suprimidos por el Tratado de Eliminación de Misiles de Corto y Mediano Alcance, del cual Trump retiró a EEUU en 2019. Su aparición y puesta en servicio pone en jaque a la totalidad de las capitales europeas.
¿Condicionar a Trump?
Trump ha prometido durante toda su campaña que terminaría la guerra en 24 horas, negociando con Zelensky y Putin. Sin embargo, la operación no se presenta fácil.
De momento, no está claro cuál es el plan en concreto. Las pinceladas que se presentaron en la prensa son conflictivas. Porque, por un lado, propondría el reconocimiento de las fronteras en la línea de contacto del frente, algo que rechaza de plano Ucrania porque quiere recuperar las fronteras de 1991.
A su turno, el plazo de 20 años para que Ucrania pueda entrar en la Otan, naturalmente, genera mayor rechazo en Kiev, pero tampoco convence a Rusia, que quiere dar un marco jurídico definitivo a su conquista y a la neutralidad de Ucrania.
Por otro lado, también ha trascendido que Trump propondría la constitución de una zona desmilitarizada en la frontera donde operen fuerzas armadas de países de la UE, algo totalmente inaceptable para Rusia.
Habrá que ver con el correr del tiempo cuáles son los verdaderos naipes de Trump. Las medidas adoptadas por Biden fueron establecidas luego de que este tuviera una entrevista directa con Trump. No queda claro si la escalada de la autorización del uso de los misiles fue pactada allí, o si se trata de una medida adoptada en forma unilateral por el presidente saliente. Es conocido el aforismo que dice que si una potencia quiere negociar la paz, debe mostrar primero los dientes de la guerra para mejorar sus posiciones en una negociación. Lo concreto es que estamos frente a una escalada.
Por lo pronto, EEUU y la Otan están acelerando la transferencia de municiones, carros de combate y todo tipo de suministros para permitirle a Ucrania cierto reaprovisionamiento para que tenga un colchón tendiente a aguantar un tiempo, incluso si Trump cierra el grifo de la transferencia de armas.
La posición frente a la guerra de Ucrania del Partido Republicano no es homogénea, está dividido y en debate. Pero si Trump apunta a cortar de cuajo la asistencia a Ucrania, el resultado natural, más si se tenemos en cuenta la situación del frente, podría ser un colapso ucraniano total en la línea del frente. Bajo esa suerte, Estados Unidos tendría una derrota humillante como en Afganistán o Vietnam. Ciertamente, esto golpearía a Trump dentro de EEUU, máxime si se tiene en cuenta que en toda la campaña electoral fustigó a los demócratas por la retirada en chancletas de Afganistán.
Perspectivas sombrías
Todo indica que, de aquí al 20 de enero, cuando se produzca la asunción de Trump, hay suficiente tiempo para que la situación escale (hasta irse incluso a una guerra abierta). Las consecuencias de algo así pueden ser devastadores para Ucrania, pero también para Europa y la humanidad toda. A esto se suma el planteo estructural de Trump de avanzar en aumentar los aranceles de importación desde Europa, lo que plantea la profundización de una guerra económica entre la UE y EEUU.
Asimismo, con todo este desarrollo, es evidente que no hay incentivos para que Rusia congele las hostilidades en la actual línea del frente. Y los lanzamientos mutuos de misiles podrían desencadenar una escalada mayor, acercándonos cada vez más al umbral nuclear. Del mismo modo, Kiev tampoco tiene incentivos para desescalar; por el contrario, puesto que está contra la espada y la pared en la guerra, busca abiertamente la escalada para involucrar de forma directa a la Otan, incluso con el envío de tropas.
Pero, incluso de prosperar, la variante trumpista de algún tipo de acuerdo con Putin para detener temporalmente las hostilidades en Ucrania no cancela las tendencias globales a la guerra, que son el resultado de la descomposición capitalista. De hecho, si el reelecto magnate quiere cerrar ese foco de conflicto, es para mejor concentrarse en la confrontación con China.
En estas condiciones, reafirmamos nuestro rechazo a la guerra imperialista de la Otan y Rusia, pero alertamos, asimismo, contra la variante de una paz reaccionaria en base al reparto de Ucrania entre el Kremlin y las grandes potencias occidentales. Llamamos a los trabajadores a enfrentar a los gobiernos de Zelensky, de Putin y al imperialismo. A la guerra y las maniobras diplomáticas a espaldas de los pueblos, le oponemos la confraternización de la clase trabajadora internacional y la lucha por gobiernos de trabajadores.