La toma del parlamento en Irak

Una aguda crisis política.

Los equilibrios políticos parecen rotos

La reciente toma del parlamento por parte de cientos de manifestantes en Bagdad es la señal de una aguda crisis política en Irak. Quienes llevaron a cabo la medida son partidarios de Muqtada al-Sadr, un clérigo chiíta cuya fuerza logró la mayor cantidad de escaños en las elecciones del año pasado, pero cuyos miembros renunciaron el mes pasado, en medio de un empantanamiento político de casi diez meses que impidió la formación de un nuevo gobierno.

Al-Sadr tiene cierto predicamento en los sectores populares y es crítico de la injerencia norteamericana e iraní en el país. Su partido, el Movimiento Sadrista, llegó a un acuerdo tras las elecciones con el Partido Democrático del Kurdistán (PDK) y con los sunitas de Taqaddum.

De acuerdo al régimen político establecido tras la invasión imperialista y la caída de Saddam Hussein, el poder político se distribuye en Irak del siguiente modo: el primer ministro corresponde a los chiítas, el jefe de Estado (presidente) a los kurdos, y el líder del Parlamento a los sunitas. Esto explica la alianza establecida por Sadr. Es un esquema de reparto del poder semejante al del Líbano.

Sin embargo, el resto de los partidos chiítas, nucleados en el Marco de Coordinación, enfrentados duramente a Al-Sadr, bloquearon la conformación de ese gobierno. Además, se desató una interna entre los partidos kurdos, debido a que la Unión Patriótica de Kurdistán (UPK) postula su propio candidato presidencial.

Los equilibrios políticos parecen rotos y el régimen político establecido hace quince años está en crisis, a lo que se suma un amplio repudio popular al sistema por su corrupción. El gran ganador de los últimos comicios fue la abstención, que rondó el 60%.

Con la toma del parlamento, Al-Sadr alertó contra la potencial designación de Mohammed al-Sudani como primer ministro, un candidato del Marco de Coordinación al que sindica como próximo a Irán.

Actualmente, el primer ministro iraquí es Mustafa al-Kadhimi, un hombre que dirigió los servicios de inteligencia y que tiene buenos lazos tanto con Estados Unidos como con Teherán. Llegó al poder tras la rebelión popular de 2019, motorizada por la desocupación masiva y el ruinoso estado del sistema eléctrico y de provisión de agua, que puso fin al gobierno de entonces.

Si la variante de Mohammed al-Sudani como primer ministro no prospera, se abre la posibilidad de nuevas elecciones.

Esta crisis política empalma con un agravamiento de la situación social. El aumento de los precios del trigo y el aceite de cocina desató protestas en marzo en el sur del país, la misma región que concentró la rebelión de 2019 –en el curso de la cual fueron asesinados cientos de manifestantes.

La posibilidad de nuevas grandes movilizaciones está planteada.