La victoria de Putin en las elecciones rusas

En la imagen, los cuatro candidatos

En una elección sin sorpresas, el presidente ruso Vladimir Putin se aseguró un nuevo mandato al obtener casi el 88% de los votos en los comicios de este fin de semana. La participación rondó el 74%. En ambos casos, según el Kremlin, se trata de cifras récord.

Los candidatos de la oposición tolerada por el régimen obtuvieron registros más que modestos. El Partido Comunista, que respalda la invasión de Ucrania, cosechó el 4,6% de los votos. El centroderechista Gente Nueva, de Vladislav Davankov, salió tercero con el 4,2%. Y el ultranacionalista Partido Demócrata-Liberal de Rusia, con Leonid Slouski como candidato, alcanzó el 3%. Una coalición de organizaciones de izquierda lanzó una campaña de anulación del sufragio, llamando a concurrir a las urnas en forma simultánea, a una misma hora, bajo el lema “votar contra todos” los candidatos.

Si bien rige un sistema proscriptivo que liquida cualquier presentación electoral competitiva contra el líder ruso, y la persecución política es implacable, los propios medios occidentales reconocen que Putin afianzó su imagen en el marco del conflicto con Ucrania. Esto obedece probablemente a que logró desviar la atención de la situación doméstica y al rechazo que provocan las sanciones del imperialismo. El diario El País de Madrid (17/3), insospechado de cualquier inclinación putinista, cita un sondeo del centro Levada (independiente del gobierno) que atribuye al dueño del Kremlin una aprobación cercana al 85%. El mismo diario recoge el testimonio de un votante, bastante indicativo, que afirma: “Nunca voté a Putin, pero en 2022 cambié de opinión. Vi la hipocresía de los valores europeos, cómo dan abrazos falsos. Sus sanciones, su odio a los rusos”.

Los comicios transcurrieron en el marco de una agria polémica en el frente occidental, tras las declaraciones del presidente francés, Emmanuel Macron, en las que no descartó el envío de tropas de la Otan a Ucrania, que está perdiendo la guerra. Un desembarco más decidido de la Otan podría desembocar en una generalización del conflicto, pero lo cierto es que la alianza atlántica hace tiempo que está presente en la nación del este europeo.

El canciller alemán, Olaf Scholz, indicó a fines de febrero que efectivos británicos y franceses se encuentran en el terreno. Más tarde, el canciller polaco, Radoslaw Sikorski, declaró que “ya hay soldados de la Otan en Ucrania, y quiero agradecer a las embajadas que han asumido este riesgo”. El presidente de la República Checa, Petr Pavel, fue aún más lejos: remontó la presencia de la alianza en suelo ucraniano a más de diez años, como instructora del ejército local.

En el caso del Pentágono estadounidense, en octubre de 2022 confirmó la presencia de militares para supervisar el armamento que suministra al régimen de Volodomir Zelensky, lo cual muestra hasta qué punto este gobierno es un títere del imperialismo. El despliegue de informantes por parte de la Casa Blanca tiene el propósito adicional de “detectar posibles casos de corrupción con la ayuda aportada” (ídem, 18/3), esto a raíz de los casos de desvío de fondos y sobrefacturación en las compras militares por parte de Kiev.

El retroceso de Ucrania en el frente militar plantea el escenario de una negociación, lo que acaba de ser sugerido incluso por el Papa Francisco. Alternativamente, la Otan debería redoblar su intervención en la zona, con el riesgo de una escalada y una guerra regional.

Los trabajadores rusos, ucranianos y del mundo entero deben rechazar esta guerra reaccionaria entre el gobierno proimperialista de Ucrania y la camarilla restauracionista de Putin, que está sembrando de cadáveres de jóvenes pobres el suelo del este europeo. Abajo la guerra imperialista y los gobiernos que la promueven.

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