Las elecciones en Sri Lanka: crisis y giro a la izquierda

¿Un gobierno “marxista”?

Anura Kumara Dissanayake, nuevo presidente

La resonante victoria en las elecciones presidenciales de Sri Lanka de Anura Kumara Dissanayake, un miembro del Frente Popular de Liberación (JVP, Janatha Vimukthi Peramuna en cingalés), sorprendió al mundo por dos razones.

En primer lugar, porque se trata de una organización de izquierda que nació a mediados de los ’60 como una ruptura del partido comunista (el que era más afín a Beijing). En el sitio web del JVP, aún puede verse el símbolo de la hoz y el martillo. Por esta tradición, muchos medios internacionales dijeron que ha asumido un presidente “marxista-leninista”.

En segundo término, por el carácter meteórico de su ascenso. La coalición Poder Popular Nacional, que lidera el JVP, pasó del 3% y el 1,37% en las elecciones de 2019 y 2022 al 42% en estos comicios, superando a Sajith Premadasa, candidato del Samagi Jana Balewegaya (SJB, desprendimiento del histórico Partido Nacional Unido –UNP), que obtuvo alrededor del 33%, y al presidente saliente Ranil Wickremsinghe (quien también tiene un origen en el UNP), con el 17%. Es un gran golpe político para los partidos tradicionales.

El triunfo de Dissanayake del Frente Popular se asemeja, en cierto punto, al de Pedro Castillo en Perú (2021), por Perú Libre, un partido que también se autoproclamaba “marxista”. Pero mientras que Castillo era un total desconocido sin partido, que fue nominado por aquella formación política, Dissanayake es dirigente de un agrupamiento de larga existencia.

A pesar de su holgado triunfo electoral, el nuevo gobierno solo cuenta con tres diputados, porque no hubo, en simultáneo, elecciones legislativas. Estas acaban de ser convocadas para el 14 de noviembre.

¿Pero cómo se explica el viraje político ocurrido en la isla?

Default y rebelión

En abril de 2022, Sri Lanka, pequeña ínsula ubicada al sur de la India, sobre el Océano Índico, entró en cesación de pagos. Durante una década, había ofrecido bonos de alto rendimiento que fueron un enorme negociado para el capital financiero y una hipoteca para el país. Además, el incremento de los precios en los combustibles y alimentos que siguieron al estallido de la guerra en Ucrania desató una crisis de reservas y problemas severos para financiar las importaciones de combustibles y alimentos.

La escasez, el racionamiento energético, una inflación imparable y la devaluación monetaria desataron movilizaciones multitudinarias contra el gobierno de los hermanos Rajapaksa (el presidente Gotabaya y el primer ministro Mahinda), que dominaron el país durante buena parte del siglo y se hicieron famosos por aplastar con métodos brutales a la guerrilla de la minoría tamil. El Galle Face Green, un parque de la capital, Colombo, con esplendorosa vista al mar, se transformó en uno de los epicentros de una revuelta con participación destacada de la juventud que también llevó por nombre Aragalaya, un término cingalés para referirse a la lucha y el combate. A mediados de ese año, dieron la vuelta al mundo las imágenes de los manifestantes que asaltaron la residencia presidencial y forzaron, el 13 de julio, la salida del país de Gotabaya, miembro del SLLP (Sri Lanka Podujana Peramuna), que es un desprendimiento del SFLP, uno de los dos partidos tradicionales de la isla, junto al ya citado UNP.

En lugar de Gotabaya, asumió -tras las elecciones del 20 de julio- como presidente Wickremsinghe, que pocos meses antes había actuado como primer ministro, en reemplazo de Mahinda (un intento infructuoso de apaciguar la rebelión popular). Wickremsinghe mantuvo en posiciones claves del gobierno a figuras del clan Rajapaksa y arribó a un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) por casi 3 mil millones de dólares, atado a durísimas medidas de ajuste que profundizaron el malestar popular. Este acuerdo con el Fondo se destrabó con el aval de China, que es uno de los acreedores estatales principales y financia imponentes obras de construcción en una isla que tradicionalmente supo estar más próxima a la India. El pulso entre Beijing y Nueva Delhi marca completamente la vida del país.

El nuevo gobierno

En estas elecciones, el JVP logró canalizar en las urnas el ánimo creado por la rebelión y el descrédito de los partidos tradicionales, que además vienen sufriendo distintas crisis y escisiones. Los actos de campaña de Dissanayake, quien prometió aliviar los impuestos que agobian a la población trabajadora, fueron masivos.

Un elemento central es la política frente al FMI. El nuevo gobierno anunció que no romperá con el organismo financiero, pero buscaría una renegociación. Según el Financial Times (22/9), “el grupo también quiere mantener los pagos de intereses ‘a un nivel soportable’ y ha pedido una auditoría detallada de la deuda de los préstamos extranjeros ya contraídos”.

En una entrevista bastante extendida con el Daily Mirror (6/8), Dissanayake buscó disipar cualquier resquemor entre los hombres de negocios al afirmar que “crearemos un entorno saludable para los inversores, crearemos instituciones estatales eficientes, brindaremos la protección legal necesaria para los empresarios e introduciremos una política fiscal estable”. Pero, por lo pronto, las bolsas de Colombo, capital de Sri Lanka, han respondido en baja ante la incertidumbre (Financial Times, 23/9).

Al mismo tiempo, Dissanayake visitó durante su campaña tanto China como la India, invitado por los gobiernos de esos Estados. Con la visita a Nueva Delhi, es probable que haya buscado aventar cualquier temor por el pasado del JVP, que en 1987 se levantó en armas contra un acuerdo firmado entre India y Sri Lanka que permitía el estacionamiento de tropas indias en el país, entre otros puntos. Ese levantamiento, igual que otro que el JVP protagonizó previamente en 1971, fue aplastado de manera sangrienta por las fuerzas represivas. En 1989, fue asesinado su fundador, Rohana Wijeweera.

A partir de 1994, el JVP volvió a participar en las elecciones. En 2004, formó una alianza con el SFLP (como ya vimos, uno de los dos partidos tradicionales históricos) llamada UPFA (United Freedom People’s Alliance, por sus siglas en inglés, apoyada también por el CPSL –partido comunista- y el LSSP –Lanka Sama Samaja Party-, un grupo que tiene orígenes en el trotskismo), que llegó al poder. Según el sitio web del JVP, cuatro de sus dirigentes fueron designados en el gabinete de ministros. Se retiraron en 2005 en disconformidad con un programa de gestión post-tsunami que incluía acuerdos con la guerrilla tamil. Los tamiles son una minoría que llegó mayoritariamente a la isla desde la India durante el período colonial británico para cumplir abnegadas tareas en las plantaciones de los hacendados. Esto fue la base histórica de un conflicto étnico con la mayoría cingalesa. El LTTE (Tigres de Liberación del Eelam Tamil) se sublevó en los ’80 buscando crear un Estado independiente en el norte y fue derrotado definitivamente en 2009 tras una represión criminal del Ejército que dejó 70 mil muertos y casi un millón de desplazados.

Perspectivas

La llegada al poder de una coalición de las características de JVP-Poder Popular Nacional es producto de la radicalización popular, pero también abre un intento de desviar las genuinas aspiraciones de las masas hacia una componenda en el marco capitalista. Las promesas sociales de Dissanayake (mejor nivel de vida para las masas, mejores servicios públicos) entran en colisión con su política de negociación con el FMI y de respeto de los grupos inversores. Los trabajadores tendrán la última palabra.

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