No existen libertarios cuando hay crisis financiera (la brutal lección de Silicon Valley Bank)

Atención Milei y sus acólitos.

Silicon Valley Bank

El título de la presente nota reproduce el encabezado de un artículo reciente aparecido en Financial Times (FT). El autor, John Thornhill, es un columnista habitual del diario. Esa misma apreciación es recogida por el propio director del matutino inglés, Martin Wolf de modo tal que se puede afirmar que es una mirada prevaleciente en el medio. El comentario resalta la contradicción y hasta la exasperación que ha provocado “en las autoridades financieras de Estados Unidos y el Reino Unido” que han “tenido que diseñar un rescate de emergencia para una institución y una industria tan aficionadas a despotricar contra la intervención del gobierno y hacer lobby en contra de una supervisión regulatoria más estricta (…) Y también destaca implacablemente la hipocresía de algunos de los mayores actores de capital de riesgo en ambos lados del Atlántico, quienes instaron en privado a las empresas de su cartera a retirar su dinero del banco y luego pidieron públicamente el apoyo del gobierno” (FT, 14-3).

Todos se vuelven estatistas

Esta hostilidad a la intervención del Estado nos resulta por cierto familiar y es la que vienen planteando diversos sectores y entre ellos Milei y sus seguidores.

La reflexión tan incisiva que lanza el FT nos traza una radiografía de la clase capitalista que se vuelve estatista y reclama un salvataje del Estado cuando el barco se hunde, en los momentos que estalla la crisis. Como bien lo sistematiza el autor, en un comentario imperdible, “al igual que los titanes de la banca en 2008, los magnates tecnológicos favorecen la privatización de las ganancias y la socialización de las pérdidas”.

Que Milei y quienes comulgan ideológicamente con él pongan las barbas en remojo. La crisis actual revela el fracaso de las recomendaciones que proclama el libertario argentino pues la desregulación del sistema financiero ha sido piedra libre para toda tipo de maniobras especulativas y enjuagues financieros. Lejos de ser una salida superadora, la libertad de acción de los bancos que fogonea Milei –liberarlos de controles hasta al extremo de proclamar la desaparición del Banco Central– se ha revelado como una fuente para acelerar el colapso.

Bajo el capitalismo, el sector privado y el Estado no son términos excluyentes sino complementarios. La emergencia del Banco Central fue promovida por la propia burguesía como factor regulador y de resguardo del funcionamiento económico capitalista. Esto se verificó en Argentina en el hecho que son los propios conservadores en 1935, bajo la Década Infame, quienes crearon un Banco Central frente al desmadre provocado por crisis recurrentes provocadas por la banca privada y bajo el impacto directo de la crisis mundial del 30. No es la clase capitalista la que sostiene el Estado sino es al revés, es el Estado el que actúa de sostén de la primera.

Esto vale para la banca, más aún cuando se viene el derrumbe hasta el punto tal que no puede prescindir del Estado. Esta situación viene de ser expuesta dramáticamente por el Financial Times: “Los bancos quiebran. Cuando lo hacen, los que corren el riesgo de sufrir pérdidas claman por un rescate por parte del Estado. Si los costos amenazados son lo suficientemente grandes, lo conseguirán. Es así como, crisis tras crisis, hemos creado un sector bancario que en teoría es privado, pero que en la práctica está bajo la tutela del Estado (….) El resultado es un sistema esencial para el funcionamiento de la economía de mercado, pero que no se atiene a sus normas. Esto es un desastre” (FT, 15-3).

Asistimos paradójicamente y a escala mundial a un progresiva estatización de la banca. Si nos atenemos a las reglas de mercado, una empresa que le va mal en sus negocios debería quebrar pero eso no ocurre con la banca que es salvada. La noción de “capital de riesgo” desaparece en la medida que su sobrevivencia está asegurada pues el Estado sale a salvarla.

El capital deja de funcionar sobre la base de sus propios recursos sino se sostiene parasitariamente de recursos a ajenos, que son proporcionados por el estado. “Con el tiempo, las instituciones del Estado han respondido a la incapacidad de los bancos para proporcionar el dinero seguro que sus depositantes esperan. En el siglo XIX, los bancos centrales se convirtieron en prestamistas de último recurso, aunque supuestamente a una tasa de penalización. A principios del siglo XX, los gobiernos garantizaban los depósitos más pequeños. Luego, durante la crisis financiera de 2007-09, en efecto pusieron todos sus balances detrás de los bancos. El sistema bancario en su conjunto se convirtió, inequívocamente, en una parte del Estado” (FT, Martin Wolf 15-3).

El alcance del nuevo rescate

Esta tendencia ha sido llevada hasta el final, ahora, con la nueva crisis bancaria. Las declaraciones de Janet Yellen, secretaria de Tesoro norteamericano, planteando que la garantía se extiende a todos los depósitos más allá de los 250.000 dólares que hasta ahora venía asegurando el Estado. La garantía vale para todos los bancos, más allá de los bancos puntuales comprometidos. Esto ha sido secundado por los bancos centrales de las principales economía del mundo. Estamos frente a un seguro general que ya no se circunscribe a los bancos grandes que se los recataba con el argumento de que eran muy grandes para quebrar (“too big to fail”). El Estado asume la totalidad de los pasivos bancarios pero no así la propiedad de los bancos, que siguen en, manos privados. La contradicción entre el carácter social de la producción y de la actividad económica y su apropiación privada es llevada a su máxima expresión.

Los controles y regulaciones se han revelado impotentes para impedir este nuevo estallido. La afirmación de que esta vez los bancos son más sólidos comparado con la crisis del 2008 se ha revelado pura espuma. El endurecimiento de las normas de liquidez, el aumento de los requisitos de capital y la introducción de pruebas de resistencia no puede eludir el factor dislocador y disolvente que introduce la bancarrota capitalista. Estamos ante un nuevo salto de la crisis capitalista que como ha ocurrido a lo largo de la historia contemporánea tiende a expresarse primero como crisis bursátil y financiera. Son los temblores de una crisis de fondo que como lo revela el Credit Suisse y, ahora, el Deutsche bank dista de ser un caso aislado. El escenario explosivo de recesión con inflación se va afirmando y potencia la crisis de sobreproducción y sobreacumulación de capitales que se ha ido desarrollando todos estos años y que se manifiesta en una huelga de inversiones y una caída de la tasa de beneficio. Esto se vio enmascarado por el hecho del dinero barato y regalado inyectados por los Estados que abrió paso a un endeudamiento récord en la historia del capitalismo, que abarca no sólo a las empresas sino también a los particulares y a los propuso Estados. Este endeudamiento se ha vuelto insostenible pero la tentativa de cerrar la canilla y aumentar la tasa de interés está abriendo la amenaza de una corrida bancaria incontrolable y una recesión de grandes dimensiones. El remedio puede ser peor que la enfermedad.

En el caso del Silicon Valley, lo que destaca es su dependencia de depósitos no asegurados y su apuesta por bonos de larga duración supuestamente seguros. A fines de 2022, el Silicon Valley Bank tenía U$S 151,6 mil millones en depósitos nacionales no asegurados frente a unos u$s 20 mil millones en depósitos asegurados. El banco también tenía pérdidas significativas no realizadas en su cartera de bonos, a medida que subían las tasas de interés. Al juntar estas dos cosas se volvió probable que se produjera una corrida bancaria. “El hecho de que el SVB debía invertir su liquidez bonos del Tesoro” prueba que “el capital se refugia en el Estado justamente porque no tiene cómo valorizar el capital, por encontrarse este estrechado en los márgenes de ganancia capitalista” (Prensa Obrera N° 1664).

Precisamente la crisis consiste en que los cartuchos se han ido agotando y cualquiera de las variantes plantea costos altísimos en materia económica, política y social. Y lo que es más preocupante es que el avance en la implementación alguna de ellas no es garantía de una superación de la crisis sino, muy probablemente, termine agravándola.

Invertir la fórmula

Está a la vista que la tesis de Milei es una construcción completamente fantasiosa que no se compadece con el accionar del capitalista de carne y hueso. El relato de liberar al capital de regulaciones onerosas y abrir paso, a partir de ello, a un ciclo supuestamente virtuoso de crecimiento no tiene el menor asidero ni resiste la menor prueba. Esto lo sabe perfectamente el trucho de Miel que una parte importante de sus carrera profesional la ha pasado junto al empresario Eurnekian, que ha vivido de las concesiones y subsidios del Estado.

Financial Times desenmascara la impostura de los libertarios pero, acto seguido, pretende resolver lo imposible. Por un lado, plantea que no hay más remedio que garantizar todos los depósitos y al mismo tiempo reforzar los controles. Es fácil darse cuenta que el hecho de que un banco no asuma ningún riesgo, al quedar liberado de hacer frente a sus pasivos -que no son otros que los depósitos de los ahorristas-, es el terreno ideal y una invitación para hacer cualquier tipo de operaciones turbias en la medida en que no van a tener que hacerse cargo de los platos rotos. Se podría aducir que el salvataje del Estado está destinado a los ahorristas y no a salvar a los accionistas e inversores. Pero estos se dan maña para poner a resguardo su patrimonio cuando viene la noche. En el caso del Silicon Valley, los accionistas principales fueron los primeros en deshacerse de sus acciones ante de que venga la hecatombe. Por otra parte, el rescate es viable cuando se trata de casos puntuales pero se torna inviable cuando estamos a una corrida más generalizada. Recordemos que los depósitos totales en Estados Unidos ascienden a la friolera de 19 billones de dólares equivalentes a todo el PBI norteamericano.

La repuesta libertaria en el país no ha sido homogénea. El legislador por La Libertad Avanza, Ramiro Marra, justificó el rescate de la FED a los fondos de los depositantes del banco alegando que “sin un rescate, se podría haber sucedido un 2008 tranquilamente”. Marra habla de evitar lo que pasó en 2008, cuando la quiebra de Lehman Brothers disparó un derrumbe financiero y abrió una crisis mundial. “Desde entonces los bancos centrales de las principales potencias se mantuvieron una década rescatando a los bancos y las grandes empresas: los créditos hipotecarios fueron salvados echando a la gente que había comprado su casa con esos préstamos, y redujeron la tasa de interés hasta niveles negativos a las vez que recompraron deuda corporativa, como pulmotor para reanimar los negocios. Esta política es la que generó toda la burbuja de endeudamiento que particularmente las tecnológicas de Silicon Valley adquirieron para financiarse y acumular una ganancia exponencial” (Prensa Obrera, 13-3). Es decir, la intervención de la FED para contrarrestar la crisis de 2008 terminó pavimentando la crisis actual, que terminó de estallar cuando se cerró el grifo y se empezó a subir la tasa de interés.

Por otra parte, el rescate que ya se está ejecutando de los bancos implicará nuevos ataques a las condiciones de vida de la población, puesto que implica una emisión por parte de la Reserva Federal que echaría leña al fuego inflacionario. Además, los recursos que el Estado destina a este salvataje son lo que se sustraen de las partidas de salud y educación pública y de la asistencia social.

Carlos Maslatón, por su parte -otros, digamos de paso, entre ellos el propio Milei no han abierto la boca- es partidario de que el Estado no intervenga y que el banco involucrado vaya a la quiebra. En este caso, lo que no se dice o se disimula es que esto implica una confiscación de los ahorristas, la principal víctima y el pato de la boda de esta salida. No nos debe sorprender que Milei y sus acólitos reivindiquen a Cavallo que es el que implementó el mayor despojo de los ahorros de los argentinos.

Lo que tienen en común todas estas salidas es que la factura la terminan pagando los trabajadores

La salida que pregonan los partidarios de la regulación, generalmente de cuño neokeynesiano, como la que alienta Financial Times, es una tentativa por tranmilsgredir las leyes de mercado pero no para poner fin a la economía de mercado, sino para salvarla, No se propone acabar con el sistema bancario parasitario -que no es más que una de las caras de un orden social agotado-, sino que apunta a recauchutarlo y reciclarlo, cuestión que resulta una misión imposible. Estamos en presencia, como lo cataloga acertadamente, el matutino londinense, ante una “socialización de las pérdidas”. Es decir, se le transfiere a la población los costos de este gigantesco rescate. Es hora de invertir la formula. En lugar de expropiar al pueblo, hay que expropiar la los banqueros. En lugar usar los fondos públicos sean destinados al salvataje, por otra parte inviable, de la banca privada, es necesario nacionalizar la banca, defender los ahorros de los trabajadores a expensas de los especuladores financieros, y crear una gran banca pública y centralizar todo los recursos al servicio de una transformación integral de la organización social vigente sobre nuevas bases que apunte a satisfacer las necesidades populares y una desarrollo independiente .

https://prensaobrera.com/internacionales/las-horas-mas-oscuras-de-la-crisis-bancaria

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