Otro crimen policial en Estados Unidos

Donovan Lewis, un joven afroamericano de 20 años, perdió la vida.

Le dispararon inmediatamente.

Un nuevo asesinato racista por parte de la policía estadounidense. El hecho ocurrió en Columbus, capital de Ohio, por la madrugada de este jueves primero de septiembre. Donovan Lewis, un joven afroamericano de 20 años, dormía en su cama sin imaginar lo que se avecinaba: un oficial de policía blanco, según se desprende del video de cámara corporal que dejó registrado el hecho, ingresó a su domicilio junto a otros efectivos y le disparó ni bien alcanzaba a levantarse. Ocurre a poco menos de un mes del asesinato por 60 balazos de Jayland Walker, en la vecina ciudad de Akron, que desató grandes movilizaciones populares de repudio.

Estados Unidos vuelve a ser noticia por un brutal asesinato en manos del aparato represivo. El agente que apretó el gatillo, perteneciente a la Unidad Canina, se encuentra separado y siendo investigado. Sin embargo, la mayoría de estos casos terminan en la impunidad. Solo el 1% se salda con una condena.

Amén de los dos casos recientes, el condado del noreste también fue escenario de otros duros crímenes racistas, como el asesinato de la adolescente Ma’Khia Bryant el año pasado también en manos de la Policía de Columbus. Y esto no se evita ni aunque su máxima autoridad, Elaine Bryant, sea afro.

El problema en Estados Unidos viene desde las propias entrañas del régimen, con una policía que hizo del gatillo fácil una cuestión de Estado. El aparato represivo resguarda los intereses del gran capital a través del amedrentamiento de hispanos, negros y más en general de la clase trabajadora y los sectores más empobrecidos. Tanto demócratas como republicanos son responsables de esta situación.

Ante la rebelión popular desencadenada en 2020 por el crimen de George Floyd, alcaldes y dirigentes del Partido Demócrata prometieron una “reforma policial” con la intención de contener al movimiento de lucha y neutralizar los planteos de un desmantelamiento del aparato represivo. Recién dos años después, la “reforma” de Joe Biden, consensuada con el aparato de seguridad, se limitaba a prohibir el procedimiento más cuestionado, la llave de estrangulamiento de la que fue víctima Floyd, y el ingreso a los domicilios sin golpear previamente la puerta. Todo lo demás quedó intacto. Aquí se deja ver la farsa del decreto emitido por Biden.

El camino para terminar con los crímenes del aparato policial son las movilizaciones masivas como las que levantaron cabeza en el país tras el asesinato de Floyd, y que lograron la condena del autor material del asesinato.

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