“Palestinian lives matter”: movilización en Israel contra la anexión de Cisjordania

Miles de personas se manifestaron este sábado 6 en la ciudad de Tel Aviv, en Israel, contra el plan de anexión de parte de Cisjordania, que el mandatario israelí Benjamin Netanyahu pretende poner en práctica a partir del 1º de julio.


Esta nueva avanzada del Estado sionista sobre territorios palestinos fue acordada en el llamado “acuerdo del siglo” sellado con Donald Trump en enero, que supone el reconocimiento de las colonias israelíes ilegales instaladas en Cisjordania (un 30% de esta) y la anexión del estratégico y rico en recursos hídricos Valle del Jordán en el este, así como de otra franja en el oeste. El mentado “reconocimiento de un Estado palestino” que vendría aparejado es un fraude en toda la línea: no solo se trataría de enclaves inconexos o prácticamente inconexos, sino que se establece la desmilitarización de tal Estado, cuando está rodeado por uno de los ejércitos más pertrechados del mundo como el israelí. También se prevé el establecimiento de una Jerusalén “indivisible” como capital de Israel.



Los medios destacaron el carácter heterogéneo de la marcha en Tel Aviv, en la que confluyeron banderas de Israel y Palestina con insignias rojas de organizaciones de izquierda. Se hizo sentir el impacto de la rebelión en Estados Unidos, con pancartas que rezaban “Palestinian Lives Matter” (las vidas palestinas importan, parafraseando el “Black Lives Matter”) y “No puedo respirar desde 1948” (ligando las últimas palabras de George Floyd a la opresión palestina desde la instalación del Estado de Israel). Un activista norteamericano que dialogó días atrás con Prensa Obrera refería a la histórica unidad entre ambas causas, caracterizando a las protestas en EE.UU. como una “intifada doméstica” (en referencia a las rebeliones palestinas de décadas previas).


La marcha viene antecedida por mayores choques entre los represores israelíes y los habitantes palestinos de Cisjordania, así como por múltiples protestas de estos (como la que tuvo lugar en la ciudad de Hebrón el viernes 5). Pero también por otras concentraciones en el propio Israel, lo que explica que los apologistas de Netanyahu se apresurasen a considerar su tamaño moderado como una expresión minoritaria. Lo cierto es que algunos sondeos de opinión arrojan que el rechazo de israelíes al plan es mayor que el apoyo (Iton Gadol, 7/6), mientras que los más favorables al gobierno -con 50% de apoyo- registran un 30% de completos rechazos y un 20% de indecisos (Ynet, 3/6).



No es el panorama más alentador para Netanyahu, que debió atravesar varias elecciones y tortuosas negociaciones hasta lograr la reciente formación del gobierno que lo revalidó como primer ministro, en un pacto con Benny Gantz por el que se reparten ese rol 18 meses cada uno. Esto, luego de que Netanyahu protagonizase resonantes escándalos de corrupción; y en un contexto en que la pandemia de coronavirus ha golpeado duramente a la economía ya complicada de Israel.


Desde la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), al mando de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) -entidad que administra los territorios y hace de interlocutora con Israel- han rechazado el plan de anexión. Los términos de ese rechazo son clarificadores: la OLP sostiene que de avanzarse en esa dirección, la ANP “no sobreviviría”, y acusa a Netanyahu de querer que Hamas (que ha tenido mayores choques con Israel) “permanezca en Gaza” (el otro territorio que le queda a los palestinos). Es un reconocimiento de que su rol de contención de la lucha de las masas palestinas –del que tampoco ha sido ajeno Hamas- se verá severamente dificultado si el Estado sionista da este nuevo salto en su política de destierro y usurpación.


La OLP afirma que el plan de anexión supone la ruptura de todos los acuerdos sellados con Israel, en particular los de Oslo de 1993-1995. Pero bien visto, todas las avanzadas de Israel –y la nueva no es la excepción- se han visto abonadas por los Acuerdos de Oslo, ya que aquellos supusieron una capitulación de la OLP hacia el imperialismo estadounidense e Israel, buscando frenar la Primera Intifada y comprometiéndose a hacer de policía contra el pueblo palestino. La prometida estabilidad, como se sabe, nunca llegó: Israel prosiguió la limpieza étnica palestina, y el pueblo palestino siguió mostrando su gran disposición a combatir por sus derechos.


La movilización en Tel Aviv, que incluso se sobrepuso al desafío de la pandemia tomando los recaudos necesarios, es promisoria para la causa de la derrota del plan de anexión, que ha recogido apoyos en todo el mundo y que es preciso profundizar. Su triunfo va ligado a una lucha a fondo por el fin del Estado sionista y una Palestina única, laica y socialista como parte de una federación socialista de pueblos de Medio Oriente.