Perú: “pacto de garantías” de Pedro Castillo en vísperas del ballotage

Pedro Castillo junto a Verónika Mendoza, referente de Juntos por Perú

El 6 de junio se realizará la segunda vuelta electoral –entre la derechista Keiko Fujimori (Fuerza Popular) y el centroizquierdista Pedro Castillo (Perú Libre)- para elegir al presidente del Perú.

Polarización forzada

La primera vuelta evidenció una fuerte tendencia a la disgregación política: participaron ¡18 partidos! con candidatura presidencial; 11 de ellos entraron al parlamento unicameral, que estará fuertemente atomizado sin una bancada mayoritaria. La “lista” ganadora, la que ocupó el primer lugar, fue el voto en blanco y nulo con 17,76% de los votos emitidos. La lista que lleva a Pedro Castillo como candidato a presidente, fue la que la siguió con el 15,72%, también de los votos emitidos. La lista de Keiko Fujimori, alcanzó el 10,99%. La mayoría votoblanquista evidenció la existencia de una oposición –heterogénea- que repudia activamente (ya que va a votar) a todas las candidaturas. Entre los dos candidatos que pasan a la segunda vuelta electoral no han obtenido más que un 26% de los votos emitidos, lo que habla de una debilidad de conjunto de su representación política.

La segunda vuelta pretende forzar una polarización política que no se dio en la primera vuelta.

Keiko Fujimori es la hija del dictador Alberto Fujimori que aún hoy está condenado y preso y defiende una posición derechista. En el Parlamento, donde tiene una bancada importante que finaliza ahora su mandato, acaba de hacer aprobar –con otros partidos- días antes de las elecciones, una ley de creación de “Comités de Auto Defensa”, en las zonas agrarias, armados y militarizados, que estarían subordinadas a los alcaldes. Podrían, incluso, recibir “donaciones voluntarias” de armas. Lo que significa que los capitalistas y terratenientes podrán tener bandas paramilitares a su disposición. Lo cual ha sido denunciado y fuertemente rechazado por numerosas organizaciones campesinas, sindicales y sociales. No insistiremos en la orientación antiobrera y reaccionaria del fujimorismo.

Pedro Castillo fue la gran sorpresa electoral para todo el mundo y, particularmente, para él mismo y su lista (Patria Libre). Nadie esperaba –hasta quizás unos días antes de la elección- que saliera electo en primer lugar. Canalizó parcialmente un voto de repudio al régimen, especialmente en zonas agrarias, desplazando a la lista de la centroizquierdista contumaz Verónica Mendoza (Juntos por Perú), apoyada por sectores de izquierda (la Liga Internacional Socialista a la que está adscripta el MST argentino, etc.) y oficialmente por el Grupo de Puebla (integrado a nivel continental por gobiernos y partidos nacionalistas burgueses y centroizquierdistas).

La plataforma de Pedro Castillo –que hemos analizado en Prensa Obrera– se basaba en la elaborada por Perú Libre, donde había formulaciones confusas, otras especialmente reaccionarias y ausencia de gran parte de los reclamos de las masas. Lo que quizás se destacaba era que propugnaba la negociación con las mineras y transnacionales para que un porcentaje mayor de las ganancias quedaran en poder del fisco peruano. En su discurso durante la campaña electoral, Castillo insinuó, en algunos momentos, que si no había acuerdos iba a nacionalizar estas empresas. Era un planteo semichavista, que tomaba como modelo el de Evo Morales en Bolivia, donde las empresas imperialistas (hidrocarburos) no fueron expropiadas, sino obligadas a negociar mayores cánones al Estado.

El resultado que colocó a Castillo como primera minoría, puso nerviosa a la burguesía. Porque Castillo es relativamente un advenedizo en la política peruana y Perú Libre lo mismo (aunque su secretario general está condenado por corrupción cuando estuvo al frente de una gobernación regional). Y dudan de su capacidad para contener una irrupción de las masas obreras, campesinas y explotadas.

Por eso la burguesía se ha dado como táctica “tratar” de obligar a que Castillo se vaya pronunciando en forma clara y rotunda a ser, eventualmente, un gobierno de “orden” burgués.

El primer paso ha sido dado por Verónika Mendoza (Juntos por Perú) que ha firmado un “Acuerdo Político” con Castillo, por “la Refundación de Nuestra Patria”. El mismo constituye una serie de garantías de que se va a respetar el sistema. Ahí se propugna “un amplio acuerdo político social y ciudadano para lograr un gobierno del pueblo e impulsar los cambios profundos”. Se compromete a “que todas las voces serán escuchadas” y se propugna “construir un nuevo pacto social a través de una Asamblea Popular Constituyente”. Una política de acuerdos con el gran capital nacional e imperialista, con los terratenientes y banqueros: una política de colaboración de clases.

Cuando entra a definir las medidas que se va a llevar adelante este “Acuerdo”, estas son genéricas. Por ejemplo, en materia de lucha contra la pandemia, la promesa de garantizar “la vacunación universal y gratuita, la distribución de oxígeno y el fortalecimiento del sistema de salud pública”. Una pauta que figura en todos los programas, pero no toca el sistema de salud privada. Tampoco se plantea una asistencia financiera real a centenares de miles de desocupados y “cuentapropistas” para enfrentar la cuarentena y la crisis en desarrollo. Ni figuran los reclamos de los trabajadores de la salud.

Propugna también “reactivar” la economía”, “priorizando la generación de empleo”. O desarrollar “una nueva economía que beneficie a todas las familias del Perú”. Es decir, a las ricas y a las pobres. Se afirma estar a favor de “una segunda reforma agraria, con diversificación productiva”, no se plantea para nada el problema de la propiedad de la tierra y de la confiscación del capital agrario terrateniente. Como está dirigido a todos invita también a los “empresarios patriotas y honestos” y a las “fuerzas vivas” para “que juntos podamos refundar nuestra Patria”. Es una hoja de ruta impuesta por Mendoza, para apoyar la lista de Castillo, acordada por este, que lo limita completamente. Inmediatamente, al día siguiente, el candidato de Perú Libre sacó un texto propio con 10 puntos de acción que profundizan y le dan contenido más expreso al acuerdo con Mendoza. Y los reportajes posteriores avanzan a cada minuto en el retroceso, desordenado, de cualquier idea que se pensara iba a chocar con el régimen.

Castillo aclaró que no piensa estatizar la minería y el capital transnacional, sino negociar y en caso de que no llegue a acuerdos, “nacionalizar” alguna empresa para entregársela a “alguna empresa privada nacional”. En materia de las pensiones jubilatorias, no va a estatizar las AFP (aseguradoras privadas) parasitarias, sino ordenar y armar planes a mediano y largo plazo. En la campaña electoral había anunciado que iba a disolver, en el marco de una lucha contra la corrupción, el “Tribunal Constitucional”. Esto ha sido modificado por el de “fortalecerlo y si algo anda mal que se corrija”.

En materia educativa y de salud su gran “transformación” es cambiar -en una reforma constitucional- la consideración de estas como servicios, por la de que son derechos. Pero no se afirma ninguna medida contra la educación y la salud privada.

En la convocatoria a una Asamblea Constituyente, asegura Castillo que “vamos a ser respetuosos de esta Constitución, de la institucionalidad”. En su concepción se discutirán “definiciones” (cambiar “servicio” por “derecho”, sin tomar las medidas para asegurar ese derecho). Se tratará de una Asamblea Constituyente no soberana que deberá regirse bajo las normas del gobierno, el parlamento y la legislación vigente. Se “respeta” el dominio por las corporaciones de los medios de prensa, que conforman la opinión pública. Se plantea la defensa de la Policía Nacional y de las Fuerzas Armadas de larga experiencia en su rol represivo y defender la propiedad de los capitales. En materia impositiva, se propone “incrementar la recaudación impositiva” (como quiere el FMI), lo que puede significar más impuestos al consumo (como ha sucedido en Colombia, provocando la insurrección popular). Se promete un “impuesto a las grandes fortunas” cuyos montos no especifica y que –como en Argentina y Bolivia- será totalmente insuficiente.

Parte de la prensa internacional considera que el ímpetu electoral de Castillo y sus eventuales planteos verborrágicos se han ido “moderando”. Moderación que –todo indica- irá progresando más. Ahora es el Episcopado, encabezando un conjunto de ONGs, quien llama a firmar un nuevo “compromiso democrático”.

Puebla presiona para garantizar que no habrá fisura antiimperialista

Verónika Mendoza, actúa como una agente directa del Grupo de Puebla, que pretende limar todo planteo que pueda ser base de una movilización popular y de alguna transformación antiimperialista o progresista. Habiéndose presentado como “progresista”, no ha colocado ningún punto de ese progresismo en el acuerdo político con Castillo. El derecho al aborto y los derechos de la mujer y las diversidades han sido dejados de lado porque Perú Libre y Castillo se oponen a estos. Tampoco han sido repudiadas la orientación xenófoba que amenaza con la expulsión de los inmigrantes venezolanos o el endurecimiento de penas y la intervención militar en la lucha contra la delincuencia; etc. El “acuerdo político” firmado sienta las bases para un cogobierno de Castillo y Mendoza. Ya Verónika ha ofrecido sus “equipos técnicos” para suplir esa ausencia por parte de Perú Libre, que no esperaba jugar este papel electoral.

La derecha se ha lanzado a una campaña macartista. “Democracia o comunismo”, dicen los afiches que están pegando, donde la “democracia” es Fujimori. Lanzan acusaciones de que Perú Libre simpatiza con los “terroristas”, etc. El objetivo es polarizar y agrupar a toda la derecha detrás suyo y sectores de las masas con el espantapájaros de Venezuela. Pretende crear una base de masas contra cualquier transformación antiimperialista y ganar la elección. Diversas encuestas indican que la diferencia entre Castillo y Fujimori retrocedió de 10 a 5 puntos.

Si no lo logra, espera “rodear” y condicionar fuertemente a Castillo. En esto está todo el gran capital, con sus medios, su aparato educativo, su Episcopado, etc. Castillo va cediendo a esta presión, se disculpa, niega y abandona cualquier formulación política que pueda parecer progresista. Pero… si salió primero en la elección es justamente por esas transformaciones que una masa desorganizada creyó ver.

Sería un error vital que la vanguardia obrera y la izquierda que se reclama revolucionaria embellezca a Castillo. Porque de ganar llevará a una nueva frustración de las expectativas populares. Es fundamental delimitarse del programa que está anunciando Castillo y de su creciente corrimiento hacia la derecha.