Rebelión popular en Paraguay

Una rebelión popular se ha desatado en Paraguay contra el gobierno de Mario Abdo Benítez y contra todo el régimen político. Desde el viernes 5 por la tarde se suceden movilizaciones y concentraciones populares en la Plaza de Armas, al frente del Congreso, y en el Mburuvicha Róga, la residencia presidencial, bajo las consignas “Fuera Marito” y “que se vayan todos”. Las movilizaciones, que se replican en numerosos puntos del país, se sostienen a pesar de la represión, de las detenciones de manifestantes y de la tentativa del gobierno de desactivarlas echando lastre con el recambio de cuatro ministros. Las convocatorias, hechas por redes, se hicieron bajo el lema“EstoyParaElMarzo2021”, haciendo referencia a lo que se conoció como el “marzo Paraguayo” de 1999, el levantamiento popular que se llevó puesto al gobierno de Raúl Cubas Grau. La combatividad del pueblo movilizado obligó, el viernes por la noche, a que los efectivos policiales flamearan pañuelos blancos como gesto de rendición.

El domingo 7, las centrales obreras CUT Auténtica y CUT, emitieron un comunicado conjunto repudiando la represión del gobierno, reclamando la renuncia de la titular del Instituto de Previsión Social y rechazando un alza en la tarifa del transporte público. También el domingo, la Coordinadora Estudiantil Universitaria de la Universidad Nacional de Asunción llamó a plegarse a las movilizaciones reclamando que se detenga la suba de aranceles y se garantice el acceso a la educación pública.

Detonante y trasfondo

El detonante de la rebelión fue el ingreso del sistema sanitario de Paraguay a un cuadro de completo colapso. Al momento, Paraguay solo recibió 4.000 dosis de vacunas contra el Covid y se encuentra en el último lugar en el proceso de vacunación en la región. En los primeros días de marzo, los trabajadores de la salud de los principales hospitales de Asunción denunciaban que se habían quedado sin capacidad para recibir más pacientes en las unidades de terapia intensiva y que carecían de medicamentos básicos, y a través de piquetes y manifestaciones reclamaban respuestas. Los medicamentos son comprados por los parientes de los hospitalizados a precios dolarizados. Como consecuencia de toda esa situación el Ministerio de Salud suspendió por tiempo indeterminado las intervenciones quirúrgicas en los hospitales públicos de todo el país, para destinar los recursos a la lucha contra la pandemia.

El colapso sanitario tiene lugar a un año de que el parlamento paraguayo aprobara la Ley de Emergencia, que no solo puso en marcha un plan de ajuste contra el pueblo, sino que habilitó al gobierno de Abdo Benítez a endeudarse por 1.600 millones de dólares, con el supuesto objetivo de preparar al sistema de salud para enfrentar la pandemia. Pero tempranamente, las centrales sindicales se movilizaron y denunciaron la corrupción del gobierno en la compra de insumos sanitarios. Las sistemáticas denuncias de sobreprecios en la compra de insumos y artefactos médicos, que tienen lugar luego de un enorme endeudamiento externo y en el marco de un colapso sanitario, transformaron el rechazo a la corruptela en otra bandera fundamental de la actual rebelión popular.

Junto a estos elementos, hay que anotar la gigantesca crisis social que impacta sobre los trabajadores y el pueblo paraguayo. La Ley de Emergencia redundó en despidos y reducciones nominales de salarios. La cuarentena impactó más negativamente aún en el sector de trabajadores que se encuentran en la informalidad, que asciende al 71% de la población económicamente activa. De ese sector, solo el 17% cuenta con cobertura social. En Paraguay, que cuenta con siete millones de habitantes, hay dos millones de pobres. La desidia del gobierno y del Estado ante el derrumbe sanitario y la crisis social, contrasta con los beneficios otorgados a la clase capitalista. Las maquiladoras de la industria autopartista y Cámara Nacional de comercio y servicios de Paraguay, por ejemplo, gozan de exenciones impositivas de todo tipo, líneas crediticias baratas, postergación de pago de servicios, moratoria en el pago de los aportes jubilatorios, etc. (ver “Entre la crisis y la pandemia: la encrucijada del Paraguay”, boletín Nuestra América XXI N°42, Clacso.org)

Crisis y maniobras políticas

Antes de que el viernes por la tarde estallara la rebelión, el gobierno ya había viabilizado la salida del ahora ex ministro de Salud Julio Mazzoleni. El gobierno pareció seguir los consejos del FMI que, en un comunicado de prensa oficial emitido ¡un día antes del estallido de la rebelión! “felicitaba” a las autoridades paraguayas “por la respuesta ante el Covid”, aunque las convocaba a “reforzar la gobernanza y la transparencia”. Como el fusible del ministerio de Salud no alcanzó para frenar la reacción popular, el sábado Abdo le pidió a todos los ministros que pongan sus cargos a disposición y anunció tres cambios más: Educación, Mujer y Gabinete Civil. En esta ocasión, el gobierno pareció seguir el libreto de la Unión Industrial Paraguaya, que a través de un comunicado combinó la exigencia al gobierno de soluciones a la crisis sanitaria con un llamado “al respeto al orden constitucional”. Sin embargo, para el domingo, las movilizaciones volvieron a ser masivas y se reafirmaron las consignas que impugnan la continuidad del presidente, del vice y reclaman un cambio de fondo.

Por su parte, la oposición del Partido Liberal y del centroizquierdista Frente Guasu se subieron al caballo del clamor popular y se pronunciaron a favor de la renuncia del presidente y del vice. Impulsan la realización de un juicio político, en un claro intento de encauzar el reclamo popular por vías institucionales. Pero para que se pueda viabilizar el juicio político los votos de los legisladores de Honor Colorado, una fracción del oficialista Partido Colorado liderada por el ex presidente Horacio Cartes, son determinantes. Ya en 2019 Honor Colorado bloqueó el juicio político que el Partido Liberal y el Frente Guasu impulsaron contra Abdo Benítez por la escandalosa firma del acta bilateral Itaipú, que establecía la pérdida de Paraguay de derechos adquiridos frente a Brasil y el aumento de los costos de adquisición de energía de varios millones de dólares. El senador del Frente Guasu señaló que, de renunciar el presidente y el vice, es partidario de que asuma el presidente del parlamento, también del Partido Colorado, y que se convoque a elecciones anticipadas.

Un planteo

La rebelión protagonizada por el pueblo paraguayo tiene varias virtudes. En primer lugar, que ha mostrado la decisión de no conformarse con algún cambio de ministro y que su principal objetivo es la caída del gobierno de Abdo Benítez. En segundo lugar, que realiza un cuestionamiento al conjunto del régimen político, lo que se expresa en la consigna “que se vayan todos”. Es que la oposición política, por su actual papel en el parlamento y, más atrás, en el propio gobierno, es corresponsable del cuadro de devastación en el que se encuentra Paraguay.

La rebelión, lejos de amoldarse al curso institucional que le pretende imprimir la oposición política, debe buscar abrirse paso impulsando la participación activa del movimiento obrero, campesino y estudiantil. A través de asambleas populares, congreso de trabajadores, etc., es necesario avanzar por el camino de la huelga general hasta imponer la caída del régimen y un programa de emergencia nacional frente al desastre sanitario: triplicación inmediata del presupuesto de salud y su ejecución por la gestión directa de médicos, enfermeros y personal sanitario, etc. En oposición al planteo de un mero recambio institucional, es necesario continuar con la lucha por el “Fuera Marito”, “que se vayan todos” y por una asamblea constituyente libre y soberana, que se haga de la suma del poder político. Es decir, una constituyente para encarar todas las transformaciones sociales (fin de la precarización laboral, control obrero de la economía, reforma agraria, etc.) y políticas (disolución de las fuerzas represivas, no pago de la deuda externa, etc.) para afrontar la crisis. La función de esta constituyente es abrir la ruta a una salida de los trabajadores por su propio gobierno, a constituirse en un puente en esta dirección, para sacar definitivamente a Paraguay de la miseria y el atraso.

La rebelión popular paraguaya representa un nuevo llamado de atención para el conjunto de la izquierda del continente. El planteo del Partido Obrero, de concertar una segunda Conferencia latinoamericana y de los EE.UU., se vuelve a revelar como un acierto. En momentos donde se desarrollan y arrecian nuevas rebeliones populares, la izquierda revolucionaria tiene la responsabilidad de colaborar activamente con la superación de la crisis de dirección del proletariado.