Seis activistas del grupo Republic, partidario de la abolición de la monarquía, fueron detenidos este fin de semana por la organización de una protesta contra la coronación de Carlos III como nuevo rey, en reemplazo de la difunta Isabel II. La policía incautó también cientos de carteles con consignas antimonárquicas. Entre los arrestados estaba Graham Smith, dirigente del grupo. A la vez, la policía detuvo a decenas de miembros de Just Stop Oil y Animal Rising, organizaciones defensoras del ambiente y los derechos de los animales.

El operativo represivo se dio horas después de la aprobación de una nueva Ley de Orden Público que cercena el derecho a la protesta. En tanto, el gobierno conservador intenta imponer limitaciones al derecho a huelga, en medio de grandes conflictos obreros, como fruto de la inflación más alta en décadas.

Las encuestas indican que la monarquía aún recibe entre los británicos un respaldo mayoritario, pero que este ha ido cayendo significativamente en los últimos años. De acuerdo a un sondeo de YouGov, el 58% se mostró a favor, y un 26% en contra. Ese respaldo, sin embargo, decrece a medida que cae la edad de los entrevistados, particularmente en la juventud. En la franja que va de los 18 a los 24 años, solo un tercio se manifiesta a favor de la monarquía. Un dato promisorio. Otra encuesta, realizada por el Centro Nacional de Investigación Social (NatCen), eleva el porcentaje global de rechazo al 45%.

La erosión de la monarquía es indisociable de la crisis general que atraviesa el Reino Unido, surcado por tendencias a la disgregación territorial, la crisis económica, el deterioro del sistema de salud y el crecimiento de la pobreza. El contraste entre esta situación y la opulencia de la Corona despierta el malestar de la población.

La Corona recibe financiamiento público a través de un fondo constituido por propiedades inmobiliarias y terrenos. En 2018-2019, las transferencias ascendieron a 95 millones de euros (El País, 14/1/20).

A su vez, dispone de ingresos propios, vía acciones en empresas, el Ducado de Lancaster (dueño de bienes raíces y espacios comerciales) y las inversiones personales del soberano, que están fuera del escrutinio público. Isabel II contaba con castillos, palacios y colecciones de arte.

En resumen, se trata de un emporio económico, que no vacila incluso en colocar parte de sus ingresos en paraísos fiscales, como quedó en evidencia en los Paradise Papers.

La presencia de referentes conservadores y laboristas en la proclamación de Carlos, en septiembre pasado, demuestra que la monarquía cuenta con el aval de las dos fuerzas principales del arco político.

De lo que se trata, en cambio, es de dar el golpe final a una institución reaccionaria y decadente que está al servicio de la opresión del proletariado británico y de los pueblos del mundo.

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