Internacionales
26/12/2024
¿”Revolución democrática”?: crítica de las posiciones de la LIT y la UIT sobre la situación en Siria
La izquierda otanista no podía más que caer en una interpretación equivocada del proceso que condujo en Siria a la caída de Basher al-Assad.
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Basher al-Assad.
La izquierda otanista no podía más que caer en una interpretación equivocada del proceso que condujo en Siria a la caída de Basher al-Assad. La matriz morenista de su método de interpretación, que se apoya en el reemplazo del concepto de revolución permanente por el prisma de la revolución democrática, no hace más que deformar la visión del contenido de los procesos reales. Así, en Ucrania, el esquema morenista conduce al apoyo a una “resistencia autónoma” que no aparece por ningún lado, para convertirse en los hechos en un apoyo a Zelensky, a la Otan y al imperialismo yanqui. En Siria, del mismo modo, conduce a la interpretación de la caída de al-Assad en clave de “revolución democrática”.
Así, la LIT, que en Argentina integra el PSTU y que tiene un peso en Brasil, sin ningún reparo en el uso de la terminología aunque más no sea para disimular el abandono del concepto de revolución permanente, afirma que “el 8 de diciembre, la dictadura de al-Ássad fue derrocada por una revolución democrática y popular”. La UIT (Izquierda Socialista) sostiene que “la caída de Bashar es el triunfo de la revolución iniciada en marzo del 2011 como parte del proceso revolucionario que comenzó en Túnez y derrumbó dictaduras de más de 30 años de existencia”. Veamos…
En dos semanas el régimen de Bashar al-Assad se vino abajo. La explicación que está en la base de una caída tan vertiginosa es sencilla: después de los 500 mil muertos y dos millones de desplazados, que fueron el resultado de la represión del levantamiento del 2011 y la guerra civil que se desarrolló posteriormente, nadie en Siria estuvo dispuesto a mover un dedo en defensa de un régimen opresor que había sobrevivido gracias al apoyo iraní, de Hezbollah y especialmente a la presencia militar de la Rusia de Putin. En todo caso, el odio que produjo en las masas la masacre ejecutada contra el pueblo en la guerra civil, y que explica la impotencia del régimen a la hora de defenderse, es el único elemento destacable en el que podemos encontrar un hilo de continuidad entre aquel levantamiento y los sucesos actuales.
Ese odio se vio reforzado por el hecho de que al-Assad llevó adelante, en parte como consecuencia de las sanciones del imperialismo yanqui y europeo pero también con el visto bueno de Rusia e Irán, un programa de reformas económicas liberales que hundieron aun más en la miseria a las masas sirias. Ya el factor económico había sido una causa decisiva en los levantamientos de la primavera árabe: la profundización de las políticas pro mercado que llevaron adelante los gobiernos del Cercano y el Medio Oriente luego de aplastarla empeoraron aun más la situación económica y social de las masas trabajadoras de la región.
Sobre la base de esa impopularidad es que las milicias islámicas del Hayat Tahrir al Sham (HTS, Organización para la Liberación del Levante) comandadas por Abu Mohammed al-Jawlani y el proturco Ejército Nacional Sirio (SNF) pudieron llevar adelante con la velocidad de un relámpago la campaña militar que selló la suerte del régimen Baas sirio. Las caídas casi sin lucha de Alepo primero y de Hama después condujeron a una situación militar insostenible, y una Rusia ocupada en Ucrania y un Irán que ha buscado por todos los medios evitar la extensión regional de la guerra en Palestina resolvieron que no podían sostener más a al-Assad.
El 7 de diciembre se reunieron en Doha, capital de Qatar, los cancilleres de Rusia, Turquía e Irán, países firmantes del tratado de Astaná, que estableció las pautas de la posguerra civil. En ese encuentro se pactó una transición negociada que incluyera la salida de Assad del poder. El 9 de diciembre, el nuevo primer ministro Mohamed al-Bashir, un político que formaba parte del llamado “gobierno de Salvación” de Idlib protegido por Turquía, se hacía cargo del gobierno de manos de, nada menos, que del ex primer ministro de al-Assad, Mohamed al Jalali. Medios turcos reproducidos por la Agencia Tass afirman también que al-Assad habría entregado a Israel secretos militares con el fin de garantizar su salida de Siria.
Así que la hipótesis más plausible a la hora de explicar la campaña del HTS y el SNF es la de una incursión militar patrocinada especialmente por la Turquía de Recip Erdogan con el fin de debilitar a un ya notoriamente débil gobierno de al-Assad, y golpear a la vez a las milicias kurdas que controlan -con apoyo militar norteamericano- los campos petrolíferos que explota Conoco y que suministran petróleo barato y regular a un Israel carente de producción hidrocarburífera propia. Por eso, cuando la LIT sostiene que “la ofensiva de la coalición opositora parecía incapaz de cambiar la situación, cuando empezó hace sólo diez días. Sus armas no eran nada al lado de las de la dictadura, apoyada por Rusia e Irán”, se suma al coro del embellecimiento de las organizaciones islamistas que lanzaron la ofensiva y, muy llamativamente, ocultando el cuando menos evidente apoyo turco.
Tanto el HTS, una “metamorfosis” del antiguo Frente Al Nusra, afiliado a Al Qaeda, como el SNF, lanzaron su ofensiva desde la provincia siria de Idlib, bajo control turco como “zona de desescalamiento” en cumplimiento de los acuerdos de Astaná firmados con Rusia e Irán en 2017. Turquía debía desarmar a las milicias de Al Nusra y fomentar el desarrollo de grupos moderados de oposición al gobierno de al Assad que los reemplazaran. La “metamorfosis política” del por ahora hombre fuerte sirio al-Jawlani, que jura tolerancia confesional y respeto a todas las etnias que habitan el territorio sirio, parece un resultado natural de la “política de desescalamiento” que en Idlib llevó adelante el gobierno de Erdogan. Propagandizada con persistencia por los medios ligados al imperialismo occidental, Estados Unidos acaba de retirar la recompensa de U$S 10 millones que pesaba sobre su cabeza como parte del operativo de maquillaje. Finalmente, la elección como Primer Ministro de al-Bashir, termina de abonar la hipótesis de la responsabilidad turca.
Las previsiones acerca del derrotero de la campaña que debieron trazarse las milicias patrocinadas por Turquía excluían casi con seguridad la posibilidad de una caída de Assad. Erdogan históricamente receló de una solución al problema sirio que incluyera la caída del régimen baasista, en la medida en que su colapso pudiera fortalecer a las milicias kurdas y hacer aparecer las condiciones para la implantación de un Estado kurdo. Pero la endeblez del régimen podría tal vez haber desatado una caja de Pándora, y Rusia e Irán prefirieron sacrificar a su aliado.
Una “revolución democrática” con consecuencias contrarrevolucionarias…
Más abajo, con una explicación rayana en el foquismo, el artículo de la LIT afirma que “una acción militar sorpresa que ha desencadenado una rebelión y ha puesto en evidencia la debilidad de un aparato de seguridad que parecía invencible”…
Ni el HTS ni mucho menos el SNF expresan el interés de las masas trabajadoras de Siria ni siquiera de un modo deformado o indirecto. Su intervención militar repentina no se apoyó en ningún clima de agitación o rebelión popular previo, sino en el impulso directo del Estado turco. Por el contrario, en Idlib, a principios de este año, hubo protestas masivas contra el propio al-Jawlani. En las sureñas provincias de Daraa y la drusa Suwayda también se registró un proceso de protestas, especialmente por la situación económica, desde fin del año pasado, totalmente desconectado de la ofensiva del HTS y el SNF en el Norte.
Excepto que se tome por tal a las demostraciones de júbilo por la caída de Assad, no hay protagonismo de masas alguno que pudiera confirmar la idea de un contenido popular que hubiera impulsado este proceso. Pero aun si las masas sirias hubieran salido masivamente a las calles a combatir a Assad determinando su caída, el carácter del proceso no puede ser deducido de esto: no se puede separar un proceso político del programa que pone en práctica. Uno no puede más que pensar por ejemplo en las “revoluciones de terciopelo” que la UIT y la LIT celebran, y que abrieron paso a la restauración capitalista en el este europeo y a la disolución de la URSS. O más recientemente, en levantamientos del tipo del Euromaidán en Ucrania, que han consistido en procesos de movilización muy masivos.
La LIT afirma que estamos en presencia de una revolución democrática, pero: ¡cuál es el elemento programático decisivo de la revolución democrática sino el de la construcción de la Nación burguesa, cuya disolución es una de las posibles consecuencias del proceso en curso! La revolución como método nace históricamente cómo revolución democrática. El contenido de su programa es el de alumbrar la forma histórica de la nación burguesa, el vehículo adecuado para el desarrollo del capitalismo naciente. La actual “revolución democrática” siria amenaza justamente la existencia misma de la nación siria: su resultado inmediato es la partición del país en zonas de influencia del imperialismo y de potencias regionales como Turquía.
Efectivamente, Erdogan se propone llevar adelante una anexión apenas disimulada sobre el norte de Siria, extendiendo su control a la zona kurda en el noreste. Israel ha tomado posesión de la “zona de amortiguamiento” lindera con las Alturas del Golán que establecía el acuerdo de 1974 ahora repudiado por Netanyahu, y ha proclamado su voluntad de quedarse indefinidamente. Con el noreste petrolero ocupado por el SNF kurdo protegido por Estados Unidos e Israel, y el posible acuerdo con Rusia para mantener al menos la base naval de Tartus, parece que el destino de la “revolución siria” es el de cortar al país en rebanadas, una para cada uno de los actores extranjeros que aparecen como las fuerzas motrices de este curioso “proceso revolucionario”. Todo con la anuencia del gobierno de los rebeldes del HTS…
A todo esto hay que agregar el golpe que el corte de los suministros iraníes a Hezbollah representa para el único proceso que, desde la primavera árabe, ha representado el interés de las masas trabajadoras del Cercano Oriente: la guerra de liberación llevada adelante por la resistencia palestina. Es cierto que la estrategia nacionalista burguesa encabezada por Irán está condenada, y los hechos de Siria son una prueba más, al fracaso. Pero el golpe a Hezbollah tiene consecuencias negativas prácticas de gran importancia para la lucha del pueblo palestino. La “revolución democrática” siria representa un serio revés para el único proceso en curso que infringe los métodos del nacionalismo burgués y desata un choque directo con el sionismo y el imperialismo, y cuya potencia política, además, ha adquirido dimensión internacional.
Finalmente, los primeros síntomas de intervención de masas se están produciendo ahora en el Sur, pero justamente contra una de las principales, tal vez la más importante, de las consecuencias de la caída de al-Assad, la ya señalada ocupación israelí, que el gobierno de la “coalición opositora”, como lo describe la LIT embelleciéndolo, deja pasar sin siquiera denunciarla. En estas protestas, que ya han arrojado el saldo de un manifestante muerto, puede encerrarse el potencial político más profundo del proceso en curso si estas luchas se desarrollan y conectan con la lucha de liberación de Palestina. ¿Saldrá la LIT a afirmar que la “revolución democrática” desencadenó la resistencia a la ocupación israelí, obviando que tal ocupación es en lo inmediato una de las consecuencias de la caída de Assad? Extraña revolución “democrática y popular” contra cuyos resultados deben salir a luchar las masas populares.
En fin, coherente consigo misma, la “izquierda otanista” que inventa “resistencias autónomas” en Ucrania no podía más que salir a buscar una “revolución democrática” en Siria. Un anacronismo que Marx y Engels mandaron a los anaqueles del pasado ya en 1871, cuando proclamaron a la Comuna de Paris como la primera de las revoluciones proletarias. De la matriz morenista que hace retroceder al marxismo a los esquemas etapistas prebolcheviques de la I Internacional no puede esperarse otro resultado.