Un balance de la cumbre global del clima en Egipto

La COP27, un nuevo fracaso

Mientras el mundo vive en una situación en que la guerra de Ucrania se suma a la guerra social contra las conquistas sociales y democráticas, contra los avances arrancados por la clase trabajadora en la lucha de clases, se ha reunido en Sharm el-Sheikh, Egipto, la 27ª Conferencia Internacional de las Naciones Unidas (ONU) sobre el Cambio Climático, conocida como COP 27, que ha durado dos semanas, del 6 al 20 de noviembre.

La elección de Egipto, un país gobernado por una férrea dictadura militar, fruto de un golpe de Estado contra un gobierno electo, es todo un símbolo de la situación. Allí, según el director ejecutivo de la Iniciativa Egipcia para los Derechos Personales, Hossam Bahgat, hay “al menos 20.000 presos políticos, según los cálculos más conservadores”, aunque admite que es imposible conocer la cifra real. “La gran mayoría están detenidos a la espera de juicio”, sostiene la misma fuente.

Claro que esta cumbre se inscribe, así, en la misma línea que el Mundial de Futbol, que se desarrolla estos días bajo una dictadura esclavista (que compró el Mundial a golpe de sobornos), que no solo no respeta ningún derecho, sino que más de 6.500 trabajadores migrantes murieron en la construcción de los estadios.

En un momento en que millones de trabajadores en todo el mundo están sufriendo las consecuencias de la “inacción climática” que afecta primero a las poblaciones más pobres, en un momento en que se están llevando a cabo protestas climáticas cada vez más importantes en todos los continentes, abarcando en particular a la generación más joven preocupada por su futuro, ¿a qué condujo esta gran “conferencia internacional”?

Un acuerdo o una mascarada

El periódico económico español Cinco Días hace un balance de las sesiones del COP 27 diciendo que “las conversaciones sobre los puntos clave para luchar contra el cambio climático viajarán en avión rumbo a Dubái, sede de la COP28, que está prevista para finales de noviembre de 2023”, señalando así, acertadamente, que los puntos importantes no se han resuelto.

Incapaces de llegar a acuerdos sobre los temas centrales, los dirigentes reunidos en la cumbre exhiben un único éxito. El periódico de la patronal francesa Les Echos (21 de noviembre) acoge con satisfacción lo que considera un “avance histórico”, a saber, la creación de un nuevo fondo dedicado a “pérdidas y daños”, “una expresión que designa el daño irreversible causado por el calentamiento global en países ‘particularmente vulnerables’”. Pero el diario ha de reconocer que esa decisión queda en el aire: “los contribuyentes y beneficiarios aún no están definidos”… Y agregó: “Estados Unidos (…) tendrá dificultades para validar cualquier participación”. Y es que el desarrollo y normativa de este acuerdo se pospone para la siguiente COP, que se celebrará dentro de un año.

Se supone que este fondo financiará la reconstrucción de las infraestructuras destruidas por el cambio climático o las pérdidas agrícolas en países pobres, este fondo “se complementa actualmente con 210 millones de euros”. Por el momento, sólo hay promesa de algunos países, que ya veremos si se cumplen (sobran precedentes) “170 millones vendrán de Alemania, 60 millones de Francia (a lo largo de más de 3 años)”. En otras palabras, prácticamente nada.

En lo que respecta a acuerdos incumplidos, llueve sobre mojado. En la cumbre de Copenhague, en 2009, se acordó un mecanismo de pago sobre la ampliación de la responsabilidad de la minoración de emisiones. Según ese acuerdo, los países ricos transferirían cien mil millones de dólares anuales a los países en vías de desarrollo para financiar sus respectivas transiciones energéticas. El Acuerdo de París en 2015 ratifica la cifra mágica de los 100.000 millones, que aún hoy, en 2022, siguen pendientes de materializarse.

Y, sin embargo, sorprende al apoyo que han dado a la creación de este fondo destacadas organizaciones y ONG supuestamente “ecologistas”, como WWF o Ecologistas en Acción.

Las incertidumbres respecto a ese fondo contrastan con el obediente cumplimiento de la exigencia americana de que los países de la Otan inviertan un 2% de su presupuesto en gastos militares. Lo que no ha impedido que, precisamente estos días, la Asamblea Parlamentaria de la Otan haya conocido las declaración de su director general pidiendo sobrepasar cuanto antes el 2 por ciento.

Los subsidios al petróleo el gas y el carbón se duplicaron en 2021

La COP27 no ha llegado a ningún acuerdo de reducción del uso de combustibles fósiles. Incluso ha dado un paso atrás en este terreno, con respecto a la anterior cumbre COP26, de Glasgow. La resolución final del COP 27 propone “la eliminación gradual y racionalización de las subvenciones ineficientes a los combustibles fósiles, en consonancia con las circunstancias nacionales y reconociendo la necesidad de apoyar el desarrollo de renovables”. Una redacción que introduce los matices de “racionalización” y “en consonancia con las circunstancias nacionales” respecto a la cumbre de Glasgow.

Como señala el periódico -también francés- Libération (21 de noviembre), “el apoyo público mundial a los combustibles fósiles por parte de las 51 economías más grandes del mundo casi se duplicó en 2021, alcanzando la astronómica cifra de 700.000 millones de euros, y se espera que continúe creciendo en 2022, según la OCDE [Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico]”.

El editorial del periódico patronal francés L’Opinion (21 de noviembre) explica así estas dos semanas de discusiones sobre los grandes del mundo: “En resumen, no se hace nada. Lo importante es comunicar algún acuerdo. Esto es, al parecer, lo que cuenta ahora en estas altas masas organizadas en los cuatro rincones del mundo (…) y que concluyen incansablemente con un texto que permite a todos salvar la cara sin mojar uno u otro particularmente. Este triste espectáculo volverá a suceder el próximo año, y en un escenario de elección: la COP 28 tendrá lugar en Dubai, Emiratos Árabes Unidos, uno de los países que más CO2 per cápita emite”.  Elegir a uno de los grandes productores de petróleo como sede de una reunión que supuestamente  debate la reducción del uso de los combustibles fósiles es, cuanto  menos, una paradoja.

La Fundación Renovables (aunque convenimos que no es una fuente imparcial) valora como “deprimentes” los resultados conseguidos en la COP27. Y señala que “tristemente, cada año que pasa volvemos a constatar que, en la carrera contra el cambio climático, no conseguimos pasar el relevo de las buenas intenciones a las acciones reales”. Y añade la queja de que “tras más de dos semanas en las que cientos de representantes de la industria fósil campaban a sus anchas por los pasillos de las instalaciones en Sharm el Sheij y la sociedad civil intentaba, por todos los medios, llevar sus demandas de justicia y equidad a los representantes de los países, el resultado conseguido es sin duda decepcionante”.

La “naturaleza”… del sistema capitalista

Lo mismo que ocurre con el clima, sucede con otras cuestiones: los gobiernos, al someterse a los dictados del capital financiero, no solo no pueden resolver los problemas planteados por el cambio climático, sino que no quieren, como ilustra nuevamente esta COP 27. Esta es la naturaleza misma del sistema capitalista, que ha sido analizado una y otra vez.

Ya en 1843, Friedrich Engels describió los resortes del mecanismo infernal que, bajo el régimen capitalista, nunca cesaría: “La lucha de Capital contra Capital, Trabajo contra Trabajo, suelo contra suelo sitúa la producción en una situación febril que preside todas las relaciones naturales y razonables. Ningún Capital puede soportar la competencia de otro si no es llevado al estadio más alto de su actividad. Ningún terreno podrá ser cultivado de manera rentable si su fuerza de producción no se incrementa permanentemente. Ningún Trabajador puede prevalecer sobre sus competidores éste no dedica toda su fuerza al trabajo En general, uno puede mantenerse en la lucha de la competencia sólo a costa del máximo esfuerzo, sacrificando todos los objetivos verdaderamente humanos” (Esbozo de una crítica de la economía política [1843-1844]).

Detenerlos, en la “inacción climática” como en el resto, comenzando con la guerra en Ucrania que sirve como pretexto fatal para la guerra social (inflación mortal, reducción de salarios, “reforma” de las pensiones…), es la prioridad para todos aquellos que pretenden defender los intereses de la población trabajadora. Sólo ungobierno de trabajadores y trabajadoras termirá con la depredación de la naturaleza y de la fuerza de trabajo. Esta depredación es la “naturaleza” del sistema capitalista.