Internacionales

13/12/2020

Un doble golpe contra el pueblo palestino y el pueblo saharaui

La normalización de relaciones entre Marruecos e Israel.

Benjamin Netanyahu (izq.), Donald Trump y Mohamed VI (der.)

La normalización de relaciones diplomáticas entre Marruecos e Israel, en la que jugó un rol clave el gobierno norteamericano, es una afrenta contra el pueblo palestino y el pueblo saharaui. Esto por dos motivos: por un lado, porque la monarquía alauita reconoce a un Estado sionista que no cesa en su colonización y en sus crímenes. Por otro, porque para destrabar el acuerdo, Donald Trump legitimó la soberanía marroquí sobre el Sahara Occidental, territorio ocupado desde 1976, a expensas de un pueblo que lucha por su independencia.

Los acuerdos se fueron tejiendo en los últimos años con la participación de emisarios del gobierno yanqui, como Jared Kushner (yerno de Trump) y Mike Pompeo. Marruecos se transforma en el cuarto país árabe en anunciar el restablecimiento de vínculos diplomáticos con el sionismo (que en su caso, estaban rotos desde la segunda intifada palestina, en el 2000). Ya lo habían hecho previamente Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Sudán, si bien en este último caso el acuerdo “está aún en el aire” (El País, 11/12), dado que la nación africana reclama el levantamiento de sanciones norteamericanas como parte del trato.

Todos estos pactos, sin embargo, serían solo el preludio del premio mayor para el gobierno de Benjamin Netanyahu: una normalización con Arabia Saudita. Lo notable del caso es que la cascada de reaproximaciones se produce el mismo año en que Israel y Estados Unidos anunciaron el “acuerdo del siglo”, una iniciativa que representa un salto en la colonización del territorio palestino. Las burguesías árabes coronan un largo camino de traiciones y alineamiento con el imperialismo.

A través de estos acuerdos, Estados Unidos e Israel procuran no sólo afianzar la opresión del pueblo palestino, sino también aislar a Irán en la región. Sin embargo, la situación es compleja para ambos. El “acuerdo del siglo” debió ser puesto en el freezer como resultado del impacto del coronavirus en Israel y de la crisis política, en la que las dos cabezas del gobierno, Benjamin Netanyahu y Benny Gantz, se enfrentan violentamente, en lo que podría derivar en la convocatoria a una nueva elección (la cuarta en pocos años). El oxígeno que estos acuerdos suponen no compensan la magnitud de la crisis. Ni hablar para Estados Unidos, enfrascado en una transición tortuosa y devastado por la pandemia y la crisis económica.

En Marruecos, queda por verse el impacto del restablecimiento a nivel popular. Se trata de un país con una fuerte tradición de solidaridad con el pueblo palestino, a través de manifestaciones masivas. Las últimas de ellas, precisamente, fueron para rechazar el “acuerdo del siglo”. A raíz de este punto, se generó una controversia en el parlamento, donde el ministro del exterior dijo que no se puede ser “más palestinos que los palestinos”, para justificar la falta de una condena a dicho tratado.

Movilización en Rabat, la capital marroquí, contra el “acuerdo del siglo”

El actual gobierno marroquí es un gobierno de coalición liderado por el Partido Justicia y Desarrollo (PJD), un grupo que se suele caracterizar como islamista moderado. Sin embargo, varios ministros responden directamente al rey, quien posee además el control total de la política exterior, y fue por tanto uno de los artífices del pacto. Tras las movilizaciones de 2011, durante la Primavera Árabe, Mohamed VI cedió algunas atribuciones, pero sus prerrogativas siguen siendo enormes. Aún tiene la potestad de designar y destituir al primer ministro (lo que hizo en 2017) y a otros funcionarios. La corona es el baluarte de un régimen reaccionario que oprime a los trabajadores, a las mujeres y las diversidades.

El pueblo saharaui viene de protagonizar en noviembre un bloqueo de tres semanas sobre el paso de Guerguerat, en la frontera con Mauritania. El Ejército marroquí lo reprimió y desalojó brutalmente. La ocupación que efectúa Marruecos cuenta con la complicidad de España y de otras potencias, que se benefician del saqueo de los recursos naturales en la región. Además, la monarquía marroquí es un factor de contención de migrantes africanos que buscan escapar hacia el continente. A tal efecto, recibe financiamiento del gobierno español.

Frente a las conspiraciones de la diplomacia imperialista, redoblemos el apoyo al pueblo palestino y al pueblo saharaui. Abajo el sionismo y la monarquía marroquí.