Internacionales
23/4/2020
Un monstruo de dos cabezas en Israel
El acuerdo Netanyahu-Gantz.
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Después de un largo bloqueo político que obligó a repetir las elecciones en tres oportunidades, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu (del Likud), y Benny Gantz (de la coalición Azul y Blanco), arribaron a un acuerdo para la conformación de un gobierno de “unidad nacional”, al que se sumarían también los partidos ultraortodoxos.
Yair Lapid, un dirigente que rompió con Gantz, cuestionó el pacto como uno de los mayores fraudes de la historia. Se refería, con razón, a que el general que comandó las fuerzas en Gaza en 2014 se dedicó durante las tres campañas electorales a vapulear a Netanyahu para terminar cerrando un acuerdo de gobierno con él.
El pretexto de Gantz para el acuerdo de unidad es la lucha contra el coronavirus, que si bien no tiene el mismo impacto sanitario que en otros países, está provocando un cimbronazo económico. Las solicitudes de subsidio de desempleo llegaron al millón de personas, o sea el 24% de la fuerza laboral, en un país que tenía antes de la crisis un 4% de desempleo.
Pero de fondo, el pacto se funda en la hoja de ruta trazada por el imperialismo para la región, el “acuerdo del siglo” , que avanza en la confiscación de los territorios palestinos (incluyendo el valle del Jordán, rico en recursos hídricos), legaliza las colonias, impide el retorno de la población palestina y crea una caricatura de estado palestino, entrecortado y vigilado militarmente por Israel. El acuerdo de gobierno, por lo pronto, señala que se avanzará en la anexión de parte de la Cisjordania ocupada.
Netanyahu y Gantz rotarán en el cargo de primer ministro durante 18 meses cada uno, repitiendo la experiencia de cogobierno del ex premier laborista, Simon Peres, con el Likud en los años 80. Para lubricar el pacto, se extiende la cantidad de ministerios a 36. Y, por supuesto, se asegura la impunidad de Netanyahu, cuya salida del poder amenazaba con llevarlo tras las rejas por diversos escándalos de sobornos. El nuevo gobierno de “salvación” nace, así, marcado por las prebendas y la corrupción.
Gantz ha elegido el acuerdo con Netanyahu tras el naufragio de otras combinaciones políticas. Para lograr una mayoría sin el Likud, necesitaba reunir bajo un mismo techo a un conjunto variopinto: la ultraderecha ortodoxa, el derechista laico Avigdor Lieberman, el laborismo, y la Lista Conjunta (de los partidos árabes). Esto fracasó, en parte, porque algunos de los sectores más derechistas recelaban de un acuerdo con los partidos árabes. A su vez, en la propia Lista Conjunta se abrieron divergencias, porque uno de sus tres partidos -el Balad- se oponía a un pacto con Gantz. El acuerdo aparecía, así, cuestionado por izquierda y por derecha.
En vísperas del acuerdo de gobierno, una manifestación de 2 mil personas en Tel Aviv -respetando las medidas de distanciamiento social- rechazó la perspectiva de un acuerdo entre Netanyahu y Gantz y buscó presionar a este último para evitar el desenlace conocido.
En medio de la crisis por el coronavirus, Netanyahu ha decidido impulsar el espionaje electrónico sobre la población (infectados o casos sospechosos, según la norma establecida), aplicando los mismos métodos de vigilancia de los servicios secretos contra la resistencia palestina. Mientras tanto, sostiene el ahogo de Cisjordania e impide el ingreso de medicamentos y elementos de protección a la sitiada Franja de Gaza .
Si el acuerdo de gobierno entre Netanyahu y Gantz finalmente prospera, como todo parece indicarlo, habrán logrado dar una salida precaria al empantamiento político. Su precariedad consiste en el amontonamiento que caracteriza al nuevo gobierno y en que no ha sido superada una profunda dispersión política, que se refleja en la cantidad de partidos que hay en el parlamento. Además, el flamante tándem deberá lidiar con un escenario pospandémico marcado por una aguda crisis social y económica.
Que puede ser, también, el principio de una irrupción de los trabajadores.