Venezuela, hacia las elecciones parlamentarias

El gobierno venezolano ha convocado a elecciones parlamentarias para el próximo 6 de diciembre, con el objetivo de asegurarse el control sobre la Asamblea Nacional.

La convocatoria ha acentuado las divisiones en la derecha. Mientras que Juan Guaidó y un bloque de partidos impulsan el boicot, aduciendo el carácter amañado de las mismas, el exgobernador de Miranda, Henrique Capriles, criticó al primero como un “presidente en Internet” y planteó dar la batalla en el terreno electoral. En la misma línea se pronunció la Iglesia Católica.

El fracaso de las dos intentonas golpistas de Guaidó, promovidas por el imperialismo, cuestiona el liderazgo del autoproclamado presidente y empuja a la derecha a replantearse su política. En el astillado panorama opositor, a los dos bloques ya mencionados se suman un sector colaboracionista -que participa de las mesas de diálogo impulsadas por Maduro- y uno que se sitúa a la derecha de todos, liderado por María Corina Machado, que aún defiende la variante de una intervención militar extranjera.

Maduro ha dado un golpe adicional a estos grupos por medio de la intervención de muchos de los partidos opositores (como Voluntad Popular, Primero Justicia y Acción Democrática), colocando allí dirigentes afines, con el propósito de usar sus sellos en la convocatoria electoral, para dotarla de mayor legitimidad. Para atizar aún más las divisiones del espectro opositor, dictó un indulto para 110 presos políticos (algunas versiones sindican a Capriles como uno de los arquitectos de esta medida).

La intervención de los partidos ha alcanzado incluso a fuerzas aliadas. Se ha practicado con la dirección del Movimiento Tupamaro y con Patria Para Todos. El gobierno apuesta a un proceso electoral férreamente controlado. A medida que va perdiendo toda base popular, depende crecientemente de estos métodos. Esa pérdida de base popular podría explicar la decisión de algunas organizaciones chavistas de izquierda (como los dos partidos antes señalados, el Partido Comunista y la Corriente Marxista Internacional que dirige Alan Woods) de presentarse por fuera del Gran Polo Patriótico de Maduro, bajo el nombre de Alternativa Popular Revolucionaria.

El malestar popular se revela en algunos procesos de lucha. En julio hubo más de 600 protestas, según el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social, mayoritariamente por servicios básicos y vivienda, aunque también en algunos casos por derechos laborales.

Venezuela bajo el fuego de la crisis capitalista

El relativo fortalecimiento de Maduro frente a sus adversarios derechistas debe entenderse a la luz del fracaso de las intentonas golpistas y de los propios problemas que padece su principal promotor, el imperialismo norteamericano. Estados Unidos se convirtió en uno de los centros de la pandemia, de la crisis capitalista y de la movilización popular, a partir de la rebelión desatada por el crimen de George Floyd.

Sin embargo, lo que sí va haciendo su efecto en forma algo más aletargada son las sanciones y el bloqueo económico, que han profundizado la dramática crisis económica venezolana (un bloqueo criminal que dificulta incluso el ingreso de medicinas). Esto se agrava también con la caída de los precios internacionales del petróleo.

El principal problema de Maduro es la bancarrota económica, que pende como una espada de Damocles sobre el país caribeño. El cuadro que caracteriza la situación de Venezuela está signado por un desmadre económico y social sin precedentes. Los índices ofrecidos por el Banco Central de Venezuela confirman esta dirección de la economía nacional al dar cuenta que la inflación del mes de julio trepó a un 19,6% y que el alza de los precios en siete meses fue de 491,9%. Desde el punto de vista de los trabajadores el impacto es brutal, el salario mínimo en Venezuela es de poco más de 4 dólares y la discusión de los convenios colectivos de trabajo se halla totalmente suspendida, en un marco donde la canasta básica orilla los 300 dólares mensuales.

Ante las sanciones y el bloqueo, el gobierno bolivariano se ha ido recostando más en Rusia y China, e incluso mantiene importantes lazos con Turquía, que vale mencionar, fue mediadora en la negociación de los indultos. Ahora también viene afianzando lazos con Irán, a partir de la compra de gasolina (el país es un gran productor de crudo pero se ha derrumbado la capacidad de refinación, por lo que necesita apelar a esas importaciones).

Chevron y otras compañías norteamericanas, a su turno, defienden su presencia en un enclave estratégico como Venezuela que posee las principales reservas petroleras del mundo y no quieren perder terreno en la zona a manos de compañías rivales. Esto explica la falta de homogeneidad en la conducta a seguir en el país caribeño que existe en las propias filas del imperialismo. Fracasada la línea más expeditiva de un golpe, algunos sectores apuestan a otras variantes que apunten a una transición en el marco de una negociación internacional que involucre a Rusia y China. Venezuela bien puede resultar una de las monedas de cambio en el toma y daca entre Washington, Moscú y Pekín y no hay que descartar que Putin o Xi Jinping terminen soltándole la mano al régimen bolivariano. Esto refuerza más la premisa de que la única garantía de la defensa de Venezuela frente al bloqueo y agresión imperialista es la movilización de las masas latinoamericanas y del mundo.

Mientras Maduro ejerce sus diatribas contra la derecha, impulsa él mismo una línea de ajuste y privatizaciones. Autorizó un aumento en los combustibles, primer paso del comienzo de la eliminación de subsidios a las naftas en el mercado local. La perspectiva es “avanzar más temprano que tarde al cobro de la gasolina al precio internacional”, según dijo a fines de mayo. Se habilitó también la venta de una gasolina premium en 200 estaciones de servicio por parte del sector privado, rompiendo el monopolio estatal del sector. Se menciona que Pdvsa podría reducir su participación en empresas mixtas y eliminar firmas como PDV Marina, Pdvsa Argentina, Bolivia y Ecuador (El Pitazo, 3/5). El control de la Asamblea Nacional es decisivo para avanzar en esta política, puesto que debe convalidar la apertura petrolera.

El fracaso y división de la oposición y el retroceso de las intentonas golpistas pueden crear un terreno más propicio para que florezcan tendencias independientes, reprimidas de actuar frente al temor de que su accionar sea explotado a su favor por la derecha. Es necesario aprovechar estas circunstancias para que la clase obrera emerja como un factor autónomo en el escenario político venezolano.