Internacionales
5/11/2025
Zohran Mamdani: Nueva York elige un alcalde que se reivindica socialista y propalestino
Un golpazo a Trump que plantea desafíos y debates en la izquierda.

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Zohran Mamdani.
Con el 50% de los sufragios, más de un millón de votos, Zohran Mamdani se convirtió en alcalde de la ciudad de Nueva York, la capital financiera de Estados Unidos. Un triunfo enorme por parte de un candidato que se ha pronunciado públicamente en apoyo a Palestina y que es miembro de los Demócratas Socialistas de América (DSA), la tendencia interna del Partido Demócrata que reivindica una pertenencia socialista (reformista) y la necesidad de una política hacia los trabajadores.
La campaña de Mamdani, quien era un completo desconocido para el gran público tan solo un año atrás, se basó en propagandizar importantes medidas sociales para hacer “costeable” la vida en la gran ciudad: congelar el precio de los alquileres y plantarse a los rentistas abusivos, jardines maternales gratuitos, transporte urbano gratuito, la promesa de un aumento salarial, entre otros.
A pesar de lo (adrede) disruptivo de sus videos y gráficas en redes sociales, el punto decisivo fue su tónica militante. Pateó la calle y logró conectar, desde un ángulo por la positiva, con las generaciones más jóvenes, quienes afluyeron a las urnas. La participación electoral fue la más alta desde 1969. Juntó millones de dólares provenientes de pequeños aportes, a la par que 90 mil voluntarios se sumaron a la campaña con volanteadas y recorridas masivas. El grupo local de DSA creció, según sus estimativos, a 11.300 adherentes (Jacobin, 4/11).
La elección, en especial durante su tramo final, se “nacionalizó”. El presidente Donald Trump, cuya base histórica es la ciudad de Nueva York, se involucró directamente en la campaña. Marcó como “su candidato” al exgobernador Andrew Cuomo, un demócrata muy reaccionario que se presentó por fuera del partido sobre quien pesan denuncias por abuso sexual y corrupción. Cuomo recibió el respaldo (endorsement) del actual alcalde Eric Adams, también demócrata. Según trascendidos, Trump le habría ofrecido, a cambio de su apoyo, un puesto en la administración nacional (NYT, 23/10). Solo una pequeña muestra de las injerencias desde Washington.
Igual de importante que los realineamientos políticos fue la presión y chantaje sobre la población. Emulando lo sucedido en Argentina, Trump amenazó con cortar los fondos federales (una especie de coparticipación) a la ciudad de Nueva York si ganaba Mamdani. También existen indicios de que podría desplegar el ejército u otra fuerza represiva nacional sobre Nueva York para garantizar la operatividad de la unidad antimigrantes, algo que ya ha realizado en todas las grandes ciudades gobernadas por la oposición.
El gran capital, mayormente asociado a los republicanos, al establishment demócrata y al lobby sionista, jugó fuerte, incluso a nivel de los individuos. Una investigación sobre los aportistas oficiales conducida por Forbes (27/10) informa que 26 millonarios locales donaron 22 millones de dólares a grupos o plataformas “independientes” que hicieron campaña anti Mamdani. Los mercados amanecieron con prudencia (FT, 5/11).
La retórica trumpista de tildar a Mamdani de “comunista” no logró los resultados esperados. Debe decirse que Trump fue incluso más allá y asoció la cara de Mamdani a los candidatos demócratas en otros Estados donde también hubo elecciones, haciendo campaña sucia sobre el “peligro rojo”. Los republicanos fueron derrotados en todos aquellos lugares en disputa.
Así las cosas, debe señalarse que Cuomo obtiene una importante remontada que lo ubica en el 41%, y que gana con holgura en los barrios de los multimillonarios. Sin embargo, queda muy lejos de Mamdani en la general. Trump, y todo su bloque ultraderechista, recibió un duro golpe este martes.
La nacionalización de la campaña vale también para el lado favorable a Mamdani. Aunque su estilo comunicacional ponderó su figura personal, difuminando logos o pertenencias partidarias, el aparato se metió en la campaña. Los apoyos de Bernie Sanders y Alexandra Ocasio-Cortez confluyeron con los llamados telefónicos del expresidente Obama, que desempeña el rol central en la vida del Partido Demócrata, además del respaldo de la gobernadora del Estado, la demócrata derechista Kathy Hochul, entre muchos otros.
El apoyo del aparato partidario mayoritario no fue gratuito. Mamdani moderó aquellas propuestas que podían representar una confrontación menos velada con el gran capital. Tras la oposición de la gobernadora a aumentar los impuestos a los multimillonarios, que Mamdani publicitaba como la principal fuente de financiamiento para sus reformas sociales, el actual alcalde dijo que él tenía un “plan B”, y que cubriría ese monto con ahorro fiscal en otras áreas (NYT, 6/10). Una formulación aún más difusa que los números originales. El planteo de aumento salarial generalizado, que ya tenía un esquema flexible en el periodo anterior, perdió jerarquía dentro de los ejes agitativos centrales del último tramo.
Mamdani acotó su discurso a temáticas de la ciudad, evitando nuevas referencias o pronunciamientos por Palestina o por otros sucesos de importancia, por ejemplo la ofensiva de Trump contra Venezuela y Colombia. Esto se extiende, además, a un mutismo en relación a las amenazas más grandes que se ciernen sobre la ciudad, como la posibilidad de deportaciones y redadas contra migrantes.
La victoria de Mamdani está siendo vivenciada con entusiasmo por una amplia mayoría de los trabajadores de Nueva York y de otros importantes centros de Estados Unidos. Es vista como la demostración de que es posible pararle la mano a Trump y, más aún, que puede ser logrado con una línea “izquierdista” o redistributiva, distinta a la conducción histórica del Partido Demócrata que ahondó la crisis económica bajo Joe Biden y Kamala Harris.
Esto conlleva un gran debate, porque es evidente que la dirección del Partido Demócrata está tomando nota de los fenómenos políticos que se manifiestan en la victoria de Mamdani y en las movilizaciones sociales y sindicales que atraviesan la totalidad del país. En la misma elección triunfo una modificación de los distritos electorales impulsada por el gobernador de California Gavin Newsom, quien se perfila, como el representante en la elección presidencial del aparato demócrata tradicional vinculado al gran capital, como antes sus compañeras de pago chico Kamala Harris y Nancy Pelosi.
El Partido Demócrata interviene en estos procesos populares con alcance de masas, pero no para impulsarlos, sino para confiscarlos políticamente, evitar las rupturas y cualquier atisbo de independencia de clase, y llevarlos hacia un nuevo apoyo a una de las líneas dominantes del imperialismo. Estamos hablando del Partido Demócrata, el mismo que impulsó la guerra en Ucrania, el genocidio en Palestina, las masacres en África -solo para nombrar algunos ejemplos recientes.
Es una victoria que refuerza al ala interna de DSA que busca una disputa hacia el interior del Partido Demócrata, bajo la perspectiva de que puede ser reformado total o parcialmente, reorientándose hacia una variante que definen como “populista”. El eje, borrando todo elemento programático, sería enfrentar a los “candidatos del sistema” con figuras desde abajo. La preeminencia de esta corriente política introduce una confusión entre los trabajadores que los desvía de las tareas históricas de la clase, y que debe ser enfrentada.
La dirección de DSA no ha planteado una diferenciación estratégica con el Partido Demócrata, sino que se ha subordinado a su línea del mismo modo que se subordinó a la candidatura sentidamente antiobrera de Kamala Harris. El editorial de Eric Blanc, uno de sus máximos teóricos, va muy lejos en esta dirección y plantea que se trata de “hacer costeable Nueva York [el lema de Mamdani] vía la acción gubernamental, y no los incentivos de mercado” (Jacobin, 4/11), lo cual acentúa la expectativa en las medidas fiscales acordadas por arriba, a la vez que borra la importancia elemental de una intervención popular que defienda cualquier conquista. Un retroceso ideológico enorme.
Tras el triunfo de Mamdani, el movimiento popular que lo apoyó y militó su campaña será objeto de todo tipo de presiones y hasta “chantajes”, aunque esta vez desde el Partido Demócrata. La tendencia al carrerismo político y a ocupar posiciones en el Estado como un fin en sí mismo está en la orden del día. Las corrientes más críticas de la izquierda de DSA tuvieron un peso menor al esperado en su convención de este año, producto de los acomodamientos tras el triunfo de Mamdani en la primaria demócrata. Cubrir la administración de una de las ciudades más grandes del mundo, sumado a la expectativa de repetir la proeza en otras elecciones, reforzará esta presión. De igual manera operará la tendencia a circunscribir la presencia callejera al respaldo de tipo electoral o simbólico.
El entusiasmo de un millón de neoyorquinos con una plataforma que se autodeclara socialista, y la hostilidad del gobierno nacional de Trump, en plena ofensiva militarizadora y fascistizante, plantea choques de masas. Los revolucionarios deben intervenir en la crisis política y en estos choques. Un punto fundamental será la lucha por la imposición de las reivindicaciones populares que levanta Mamdani, incluyendo el aumento salarial inmediato. Tampoco puede quedar confinado a la casa del municipio la pelea con Trump por los derechos migrantes. Son tareas a impulsar con campañas en los sindicatos por la huelga general. La contribución militante para que irrumpa una tendencia de independencia obrera será el camino para construir un partido de la clase, dejando atrás la sumisión histórica al imperialista y patronal Partido Demócrata.



