24 de marzo

Ford, su complicidad en la dictadura cívico-militar

Los directivos de la automotriz, permitieron la instalación de un centro de torturas dentro del predio en General Pacheco.

Un cartel que recuerda la complicidad de Ford

Desde el primer día, Ford Motor Argentina, apoyó el golpe genocida del 24 de marzo del 76, poniendo a disposición sus instalaciones de General Pacheco, en la zona norte del Gran Buenos Aires, ubicación estratégica para que los militares tuvieran control en unos de los más importantes cordones industriales del país. No fue la única que colaboró abiertamente -Mercedes Benz, por ejemplo-: el 7% de los civiles acusados por delitos de lesa humanidad son empresarios. La dictadura fue la oportunidad que vieron algunos directivos de empresas para resolver de manera represiva los conflictos laborales y aumentar sus ganancias. Pusieron a disposición de los militares listas de trabajadores “conflictivos”, y de esa forma pasaron a ser un eslabón más en la estructura del terrorismo de Estado. Destacando el carácter de clase por el cual los burgueses capitalistas lograron liquidar físicamente a una generación de obreros luchadores.

Parte de la incondicionalidad de Ford fue por los negocios con el poder de turno, tanto es así, que mediante un decreto de 1977 del ministro del Interior, Albano Harguindeguy, adquirió para el Estado 90 autos, los inconfundibles “Falcon Verde” para equipar a las policías provinciales con la instrucción de que no fueran identificables.

Estas nuevas 90 unidades, debían ser distribuidas para procedimientos que ocultaran la participación del Estado, con patentes que no pertenecieran a un organismo estatal. Esos "fierros" fueron un símbolo de la locura desatada por el terrorismo de Estado: cargaban en la madrugada cuerpos maniatados, encapuchados o con los ojos vendados en los baúles o entre sus asientos.

En la misma planta fueron secuestrados por las Fuerzas Armadas 24 trabajadores, con diversas formas de participación de los directivos de Ford, muchos de ellos de sus propios puestos de trabajo. Los cuales fueron llevados por la fuerza a un quincho de la empresa, que había sido antes un espacio recreativo dedicado a los trabajadores, donde fueron mantenidos cautivos, interrogados y torturados.

Posteriormente, fueron llevados a las comisarías de Tigre o de Ingeniero Maschwitz, donde continuaron los tormentos y permanecieron privados de su libertad sin orden judicial. Algunos de los secuestrados también fueron víctimas de simulacros de fusilamientos. Los trabajadores fueron puestos a disposición del Poder Ejecutivo Nacional y trasladados a otras unidades carcelarias como Devoto, La Plata o Sierra Chica. Luego de las detenciones, las familias de los obreros detenidos recibieron telegramas enviados por la empresa, primero intimando a las víctimas a presentarse a trabajar y luego anunciando el despido por no haber concurrido a la empresa a cumplir con las tareas laborales. Cuando finalmente recuperaron su libertad, muchos de los trabajadores y sus familias estuvieron sometidos a regímenes de libertad vigilada durante años.

A raíz de estos hechos en el año 2002 comenzó el juzgamiento de las responsabilidades empresariales como desprendimiento de la investigación llevada adelante contra Santiago Omar Riveros, responsable militar de la jurisdicción en la que se encontraba la planta de Ford en el momento de los hechos.

Además se analizaron en la causa las responsabilidades de dos altos funcionarios de la empresa Ford Motor Argentina: Héctor Sibilla, jefe de seguridad de Ford Motor Argentina, y Pedro Müller, gerente de manufactura. Se había provisto evidencia también respecto de la participación de Nicolás Enrique Courard, presidente de la compañía, y Guillermo Galarraga, gerente de relaciones laborales, pero ambos fallecieron antes o en el transcurso del juicio.

Luego de quince años de instrucción y un año de juicio, el Tribunal Oral Federal 1 de San Martín condenó a dos exjefes de la planta de General Pacheco de la empresa Ford, al exjefe de Manufactura de la empresa Pedro Müller a 10 años de prisión, al exjefe de Seguridad de la planta Héctor Sibilla, a 12, y a Santiago Riveros, extitular de Institutos Militares del Ejército, a 15 años. A los tres los encontró penalmente responsables de los delitos de detenciones ilegales y tormentos agravados.

En el quincho aún se sienten lamentos obreros

En este párrafo voy a permitirme contar en primera persona, la experiencia de haber trabajado en Ford.

En el año 2011, luego de varios intentos, logré ingresar a trabajar en Ford, un ícono industrial y un anhelo para cualquier técnico mecánico, formado en el Enet N°1 de Tigre, lugar donde había varios profesores con una mirada clasista de la vida obrera, lo cual me hizo tener una pseudoconciencia de clase desde la adolescencia en los años ‘90, potenciada a través del tiempo.

Luego de unos meses en la empresa, logre conocer el “famoso quincho”, lugar destinado actualmente a ser un sector recreativo, quizás con la intención de borrar parte de una historia nefasta del lugar, si bien el edificio permanece intacto desde aquellos días fatídicos, la existencia de varias parrillas alrededor para organizar asados gremiales, con canchas de fútbol e internamente un gimnasio, mesas de ping pong, etc. permiten “romantizar el sector”, generando un desconocimiento por parte de muchos de los obreros metalmecanicos, exceptuando a los más antiguos que en algunas charlas reconocían saber “algo sobre los militares y ese lugar”, pero justificando el accionar contra lo trabajadores, con la frase tan odiosa de “que por algo habrá sido” o “eran muy zurdos”.

Ante estas respuestas, yo solo buscaba poder ingresar al lugar solo y así observar las paredes sentado en uno de esos bancos, que habían sido los mismos usados por aquellos 24 compañeros secuestrados y torturados en el proceso. No olvidaré nunca ese momento donde por mi cabeza y por mi cuerpo pasaron miles de sensaciones, con gran pesar y con lágrimas en los ojos logré entender el sufrimiento por el cual habrían pasado trabajadores mecánicos y tantos otros en distintos centros de detención clandestinos.

Tuve la oportunidad de participar en la colocación del cartel en cercanías de la entrada principal de la automotriz, en el cual se denuncia la participación de Ford en la dictadura cívico-militar. Con la intención de recordar, todos los días y especialmente el 24 de marzo, a los trabajadores en su conjunto, la necesidad de mantener activa la Memoria, la Verdad y la Justicia, para que esto no vuelva a suceder.

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