Un dirigente de la Ters y PO queda en la memoria colectiva de la UNS

Se trata de Carlos "Goyo" Martirena, perseguido por la AAA.

Carlos "Goyo" Martirena

El pasado 3 de abril se realizó, en la sede del rectorado de la Universidad Nacional del Sur (Bahía Blanca), el segundo acto de entrega de legajos reparados de personal desvinculado de la institución por la persecución de la AAA y luego por la propia dictadura militar.

Desde 2022, la UNS inició una valiosa política de reconocimiento institucional de todas las víctimas de persecución ideológica, política y gremial. Más allá de su carácter tardío, como observó uno de los asistentes, la Universidad se reconoce como víctima, escenario y a la vez victimaria.

La fecha elegida es el día de los Derechos Humanos en la UNS, aniversario del asesinato (en 1975) de David “Watu” Cilleruelo que era en ese momento el secretario general de la FUA seccional Bahía Blanca. Dicho asesinato fue el único en darse dentro de la misma universidad, por parte de patotas ligadas al entonces rector interventor.

Remus Tetu fue la cabeza del armado represor en la ciudad previo al golpe militar. Al asumir se desmantelaron carreras y departamentos universitarios y se produjo la expulsión y el éxodo de muchos profesores y estudiantes. Las carreras sociales y humanísticas fueron virtualmente disueltas. Los años previos se había logrado constituir un plan de estudios progresivo en la carrera de Economía, vinculado al desarrollo social.

En el acto de este año se entregaron 11 legajos de un total de alrededor de 600 en todo el período 1974-1983. Entre ellos el de Carlos Martirena (“Goyo”), mi padre y militante en ese entonces de la TERS y Política Obrera (hoy UJS y PO).

“Goyo” se recibió de Licenciado en Economía en 1967. Tenía un cargo de docente y otro de investigador en la UNS cuando el 28 de febrero de 1975 se produjo su desvinculación por un decreto del interventor mencionado. La madrugada del 17 de marzo de 1976 una patota de la AAA rompió la puerta del departamento del Comahue, barrio universitario, para buscarlo. Mi viejo en ese momento estaba en Sierra Grande trabajando y salvó su vida por ello. Mi madre y mi hermano mayor, que contaba con solo un año de edad, pudieron sortear esa situación.

El trabajador no docente, Néstor del Río, no corrió la misma suerte. Fue golpeado en su propia casa del mismo barrio, la misma noche. Como no pudieron matarlo por los gritos de los vecinos lo buscaron en el hospital donde quedó internado, y allí lograron su objetivo apenas unos días después. Al finalizar el acto pudimos conversar con su esposa, trabajadora no docente, y con su hija y nieta.

Tener el legajo reparado de mi viejo 49 años después de su desvinculación es algo que alivia a sus cuatro hijos, ya que costaba hablar del pasado en casa. En él la UNS reconoce las verdaderas causas de su despido, ligadas a su militancia.

Cuando se habla de víctimas del terrorismo de Estado se piensa con justicia en primer lugar en los 30 mil desaparecidos. Por quienes seguimos pidiendo la apertura completa de los archivos que el Estado sigue ocultando.

Además, miles de militantes sufrieron la mutilación de sus proyectos de vida y sus sueños. Tuvieron que repensarlos y rearmarlos con mayor o menor fortuna, pero siempre convivir con el recuerdo de compañeros perdidos y de deseos truncados.

En el caso de mi viejo trató de comenzar una carrera como periodista, para la cual no se había predispuesto: enseñaba e investigaba. Parecía ser eso lo que le gustaba y deseaba seguir, ya que durante 8 años pudo renovar esos cargos: enseñaba teoría keynesiana e investigaba en el Instituto de Economía de la propia UNS.

Pero además había sido un estudiante-obrero de la universidad pública: desde los 22 años trabajaba ocho horas diarias en una estación de servicio mientras finalizaba su carrera y militaba. Como muchos de los miles que el 23 de abril último salieron a defender su futuro. Una histórica marcha en defensa de la Universidad pública y el sistema científico argentino, a la que se suma la lucha de todo el pueblo contra un verdadero plan de guerra contra los trabajadores. Me tocó marchar en Buenos Aires como parte de la organización en la cual mi viejo militaba al momento de su cesantía. En la propia Bahía Blanca se movilizaron más de 10 mil personas.

“Goyo” fue un compañero de la UJS y del PO que intentó que la generación del Cordobazo triunfara. Falleció con 55 años, en 1998, arrastrando en parte el silencio y el pesar que desde hacía 23 años le producía el golpe personal del exilio interno y ser forzado a cambiar de vida.

En los pasillos del Rectorado su nombre quedó para siempre desde este 3 de abril, en un bello memorial. Seis días después hubiera cumplido la razonable edad de 81 años: varios de sus compañeros de aquel entonces subieron en vida a recibir su legajo.

Va desde ya un agradecimiento y reconocimiento a la labor del equipo de investigadores y la conducción de la UNS por desarrollar este programa reparatorio. Las personas que como él querían transformar el país tenían tanta energía y tanto afecto para brindar a su pueblo que al día de hoy lo seguimos sintiendo en cada latido de nuestros corazones, aquellos quienes somos su descendencia.

Hoy vemos un resurgir de la lucha estudiantil y obrera en medio de un brutal ataque a las condiciones de vida del pueblo. Como hace 50 años vuelven a amenazar con despidos por razones políticas y gremiales, bajo el ropaje de una democracia que apenas puede llevar ese nombre. Mientras una sede universitaria lleva adelante esta noble política de reconocimiento, el gobierno nacional amenaza con el cierre de todas.

Por la memoria de nuestros compañeros y compañeras desaparecidos y de todas las victimas obreras perseguidas ayer y hoy, vamos por un gobierno de trabajadores.

No está dicha la última palabra, luchemos para derrotar la reforma esclavista de la Ley Bases
Impulsemos una gran campaña por un paro activo frente al tratamiento en el Senado. –
prensaobrera.com