Mujer

8/3/2023

Las cifras de la discriminación de las mujeres en el mercado laboral

En base a datos del Indec y relevamientos privados.

Se acentúa la brecha de género en ingresos.

Viendo las estadísticas oficiales podemos afirmar que el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad no ha combatido en absoluto la violencia económica que se descarga sobre la población femenina -sobre la cual se montan los otros tipos de violencia de género- sino que la ha agravado, en la medida que nace de un gobierno subordinado al FMI y a las clase capitalista, encargado de deteriorar las condiciones de vida del pueblo y de las mujeres trabajadoras en particular.

Brecha salarial

En ese sentido, un dossier publicado por el Indec, con motivo del 8M, da cuenta que la brecha salarial de género no se ha atenuado en absoluto, sino todo lo contrario. La situación se agrava en el caso del empleo precario: en puestos no calificados, de cada $100 que gana en promedio un varón, una mujer gana $61. Asimismo, en el sector no registrado (sin descuento jubilatorio), el ingreso medio de las asalariadas representa un 65% del ingreso de los trabajadores varones. Sin embargo, el problema también está presente en el empleo calificado: por ejemplo, en el ámbito de la educación, de cada $100 que gana un varón, una mujer recibe en promedio $91; y, en el área de salud, una mujer gana $78 por cada $100 que percibe un varón. Además, hay brecha salarial de género entre lxs trabajadorxs técnicxs y operarixs; cabe destacar que el ingreso medio de ambas categorías se encuentra por debajo de la línea de pobreza, lo cual muestra a una clase trabajadora en su conjunto completamente pauperizada.

 

Entonces, por un lado se trata de que los puestos más feminizados son los peores pagos y poseen mayores tasas de informalidad. Sin ir más lejos, el 97% de las personas que trabajan en el servicio doméstico son mujeres (el 19% de las ocupadas del país pertenece a ese gremio), el 78% no está registrada y el ingreso promedio mensual en el rubro llega apenas a los $26.100 (por debajo de la línea de indigencia). Por otra parte, la brecha de ingresos entre varones y mujeres obedece a que estas últimas cargan con el peso de las tareas domésticas no remuneradas al interior del hogar, y, en consecuencia, destinan menos tiempo en el mercado laboral.

Estos roles de género, que confinan a las mujeres al cuidado, comienzan a asignarse a muy temprana edad. Mientras el 88 de cada 100 niñas de sexto grado realizan tareas domésticas casi todos o algunos días de la semana, 83 de cada 100 niños lo hacen. A su vez, de la población de 5 a 15 años que realiza trabajo doméstico intensivo (10 o más horas semanales), 6 de cada 10 son mujeres. A nivel general, mientras que 92 de cada 100 mujeres realiza trabajo no remunerado, solo 75 de cada 100 varones lo hace. En el caso de las tareas de limpieza, 7 de cada 10 mujeres y 4 de cada 10 varones las realizan.

 

Lo cierto es que este yugo se aliviana en el caso de las mujeres de mayor poder adquisitivo, que pueden tercerizar el cuidado contratando a otras mujeres y dedicarse de lleno al trabajo remunerado. Por eso, las mujeres que pertenecen al quintil más alto de ingresos tienen una tasa de actividad del 61,4%, la cual baja al 42,1% en el quintil de mujeres de menos ingresos.

Desempleo femenino

Las mujeres, además, son mayoría dentro de la población desocupada. La tasa de empleo entre los 14 y 29 años es del 47,5% en los varones y desciende al 33,9% en las mujeres. A su turno, entre los 30 y 64 años, 64 de cada 100 mujeres participa en el mercado laboral mientras que 88 de cada 100 varones lo hace. Sucede que los empleadores prefieren contratar varones en lugar de mujeres para no asumir los costos asociados a las licencias por maternidad y lactarios.

Esta discriminación se ve reflejada en un relevamiento de Adecco Argentina, donde el 75% de las mujeres dijo haber sido consultada en entrevistas laborales sobre si se encontraba gestando o tenía intención de hacerlo.

Acoso laboral

La inestabilidad laboral que sufren particularmente las mujeres, sobre todo en el sector informal, es el caldo de cultivo para que proliferen los casos de acoso sexual al interior de lugares de trabajo, por parte de personal jerárquico, valiéndose de la relación de poder que mantienen con sus víctimas. Según un informe de Wework, el 81% de las trabajadoras argentinas vivió alguna situación de acoso laboral. Entre los acosadores se encuentran los jefes directos, en un 55%, los líderes en un 37% y los clientes en un 10%. El 88% de las agresiones consiste en comentarios sexistas, el 15% en solicitar favores sexuales a cambio de algún beneficio laboral y el 25% en hostigar a las trabajadoras por negarse a un intercambio sexual.

El 26,6% de las trabajadoras víctimas de acoso laboral no lo denunció. De este grupo, el 48% tenía miedo de perder el trabajo si lo hacía, el 22% adujo temor a recibir represalias y el 6% no hizo la denuncia temiendo que no le crean. No se equivocaron en su apreciación, ya que dentro de las que sí decidieron denunciar, el 41% asegura que fue en vano ya que no se hizo nada al respecto, y el 50% afirmó que contar lo sucedido tuvo un impacto negativo en su condición laboral, como el aislamiento y amenazas, mientras el 46% de las denunciantes sufrió despidos. Vale decir que la inacción de la burocracia sindical deja completamente desamparadas a las mujeres que atraviesan este tipo de violencias.

El Estado es responsable

El Estado capitalista y sus gobiernos son responsables de perpetuar y profundizar la desigualdad de género dentro del mercado de trabajo. Por un lado, son garantes de la miseria salarial reinante, la extensión del empleo precario y el desempleo, que afecta particularmente a las mujeres, pero que está al servicio de presionar a la baja el salario de toda la clase trabajadora para mejorar la tasa de beneficio de las patronales. El Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidades no tomó una sola medida para revertir esta realidad, porque integra un gobierno antiobrero y fondomonetarista que promueve paritarias a la baja, no crea trabajo genuino y avala la informalidad laboral y los despidos. Mientras el feminismo estatal hace declaraciones de ocasión, no dice una sola palabra del tope paritario del 60% que anunció Massa cuando la inflación proyectada es del 98%, del recorte de 100 mil Potenciar Trabajo que perciben en su mayoría mujeres o de la paritaria de indigencia de las trabajadoras de casas particulares.

A su vez, el Sistema Integral de Cuidados prometido por el oficialismo no vio la luz del sol, ya que es incompatible con el ajuste dictado por el FMI. Entonces, los dispositivos estatales para socializar el cuidado -como hogares para adultos mayores, doble escolaridad en la escuela pública, lavanderías comunitarias, centros de desarrollo infantil, clubes, etc- no aparecen, y esas tareas gratuitas siguen recayendo sobre las mujeres en la esfera privada, en detrimento de las horas de trabajo pagas. Incluso, continúa cajoneado en el Congreso el proyecto para ampliar las licencias por paternidad, que hoy cubre apenas 48 horas posterior al parto.

A su turno, el peronismo, en estrecha alianza con las iglesias, bloquea la aplicación de la ESI, y, en su lugar, favorece una educación basada en el sometimiento y la discriminación a las mujeres. Lo anterior actúa como base ideológica para justificar que las identidades feminizadas estén a cargo del trabajo doméstico gratuito y se inserten en el mercado laboral mayormente en sectores vinculados al cuidado, donde los salarios son más bajos, constituyendo así la brecha de ingresos mencionada.

La burocracia sindical que desdeña los reclamos femeninos al interior de los lugares de trabajo y entrega el salario, es la misma que no organizó el Paro Internacional de Mujeres para este 8M, impidiendo una acción unitaria entre trabajadoras y trabajadores, contra los agravios de las patronales, el gobierno y el FMI. Necesitamos construir esa lucha desde abajo, para conquistar el salario mínimo igual a la canasta familiar, la prohibición de despidos y suspensiones, el reparto de las horas de trabajo entre ocupadxs y desocupadxs sin afectar el salario, trabajo bajo convenio para todxs, dispositivos para que el Estado y las patronales absorban las tareas de cuidado, ESI laica y científica que contribuya a desarmar estereotipos de género, entre otras demandas.

En lugar de ministerios gubernamentales ajenos a las necesidades de las mujeres trabajadoras, debemos poner en pie organismos autónomos que definan y lleven adelante las políticas de género correspondientes, cuya gestión esté a cargo de las propias luchadoras y no de las funcionarias del régimen. Este 8M copemos la Plaza de Mayo en esa perspectiva.