Opinión

11/12/2021

A 41 años de la primera Marcha de la Resistencia, un testimonio sobre la dictadura genocida

Razzias, interrogatorios y persecución.

Este 9 de diciembre se realizó en Buenos Aires la 41° Marcha de la Resistencia, convocada por Madres de Plaza de Mayo. A raíz de ello, Roberto Rutigliano, artista radicado actualmente en Brasil y militante de Política Revolucionaria, nos envió este testimonio referido a la primera de esas marchas, en 1981. Rutigliano militaba entonces en Política Obrera, la organización antecesora del PO.

En 1981 no era fácil hacer una actividad política en Argentina. La policía era muy agresiva y cualquier persona podía ser considerada sospechosa por cualquier motivo.

Por tener el pelo largo, por usar barba, por estar solo, por estar con otras personas, por ser joven,  por parecer rebelde, por estar sin documentos, por estar afiliado a algún sindicato, en fin.

En el 76, por ejemplo, cinco años antes, el pianista brasilero Tenorio Junior fue a tocar a Argentina con Vinicius de Moraes y a la noche bajó del hotel en Callao y Corrientes para comprar cigarrillos cuando fue interceptado por una patrulla. Les mostró ingenuamente el documento de la Orden de los músicos de Brasil para que la policía entendiese que era un músico profesional y la policía interpretó que se trataría de un sindicalista internacional y lo llevó preso a la Escuela de Mecánica de la Armada de donde nunca más volvió. Acabó haciendo parte de los 30 mil desaparecidos.

La policía cercaba un lugar y metía preso a todo el mundo. Se llamaban razzias; entraban en un bar y se llevaban presos a todos los presentes apenas porque en aquel distrito el comisario había dado órdenes que aquella noche tenían que ir en cana 100 personas para averiguación de antecedentes.

Una vez en un bar emblemático del underground porteño llamado “Café Einstein” estábamos en el camarín preparándonos para tocar con Krisha Bogdan, ex mujer de Miguel Abuelo. La banda de abertura era Sumo de Luca Prodan y nosotros cerrábamos la noche. Estábamos maquillándonos y recordando el orden del show cuando decidimos ir a ver qué pasaba porque estaban demorando mucho en avisarnos para tocar. Cuando fuimos para la parte donde estaba el escenario se habían llevado preso a absolutamente todas las personas: los músicos, el público, los mozos, los dueños, todos. Entendimos que la policía había hecho de las suyas.

Los que militábamos en la izquierda teníamos ciertos cuidados. No podíamos, por ejemplo, conocer el apellido de los demás compañeros.

Algunas anécdotas ahora, a la distancia, parecen graciosas, pero acontecían cosas de película. Una vez estábamos con una amiga, que ahora es una periodista internacional, tomando una Coca Cola en un bar en Palermo cuando llegó la policía y nos pidió que los acompañemos. Ahí nos dimos cuenta que no sabíamos el apellido el uno del otro. Le dije el mío y ella me dijo Fabiana Frayssinet. Dentro de la comisaría le dije, no me lo consigo acordar, ¿podés escribirlo? Ella lo escribió en un papelito y me lo mostró. No había caso, no lo podía memorizar. Estuvimos demorados horas, nos separaron y ellos me interrogaban con aquella luz en los ojos haciendo preguntas sobre tráfico de drogas. Era un cana bueno que argumentaba y otro malo que me maltrataba. Por suerte ellos erraron el camino. Más tarde nos dejaron libres y a la madrugada pudimos volver a nuestras casas. Ellos estaban buscando drogas, no militantes, estábamos a salvo.

Las medidas de seguridad dentro del partido tenían que ser cuidadosas. No podíamos guardar los números de teléfonos; si íbamos a hacer algún tipo de actividad, como hacer denuncias contra la dictadura pintando paredes, o íbamos a lanzar volantes en una estación de subte, teníamos que tener un referente al que le teníamos que avisar que todo iba bien.

Si teníamos que encontrarnos con otros compañeros en una cita el tiempo de espera era corto, porque si la otra persona no venía podría haber sido presa, y si fuese torturada podía avisar sobre el encuentro; así que si una persona no venía teníamos que avisar al referente para que tomara todas las precauciones.

Las precauciones eran ir a la casa de la persona que estaba ausente y limpiarla de cualquier prueba que la implicase con cualquier actividad política. Esto tendría que tener un rigor cronométrico porque no se podría arriesgar a perder un compañero por un motivo pueril.

Yo particularmente había comenzado a tener una vida pública como músico y mi nombre oficial es Roberto Rutigliano; lo cambié por Roberto Andalgalá.

Era el nombre de una calle en Mataderos y el nombre completo Roberto Andalgalá tenía cierta musicalidad así que lo cambié. Empecé a tocar en teatros en la calle Corrientes con Marikena Monty que era una cantora más o menos famosa en la época. Hacíamos un repertorio de tangos, pero también había músicas de Edith Piaf y de Chico Buarque. Mi nombre en las carteleras del teatro San Martín o del teatro Alvear era Roberto Andalgalá.

Las actividades públicas como participar de una marcha eran arriesgadas y en aquel entonces el movimiento de las Madres de Plaza de Mayo y de familiares hicieron una jornada de lucha de un día entero llamada “La marcha de la resistencia”. Se trataba de una marcha continua durante 24 horas sin parar en torno a la Pirámide de la Plaza de Mayo.

Me dijeron que tenga cuidado. Yo me acerqué a la Plaza a las 15, a la hora que fue convocada. Crucé la Avenida de Mayo a unos 100 metros, miré para la Plaza y un señor con pinta de cana me preguntó: ¿Qué es? . Le dije: no sé. Volví a mi casa porque sentí que sería arriesgado entrar. A la noche había poca gente, me metí en la plaza y me quedé hasta la mañana siguiente.

Había comenzado Galtieri un nuevo gobierno y prácticamente todos los partidos políticos, desde los radicales hasta los peronistas pasando por el partido comunista, no participaron de la marcha porque estaban creando un gran pacto con la dictadura.

Esto fue en el final de 1981. Unos meses más tarde la situación política dio una vuelta increíble. Fue el momento político más impresionante que viví. Ocurrió una especie de rebelión popular porque el gobierno había tomado medidas económicas antipopulares y la población salió a las calles con una furia impresionante. Me acuerdo de un anciano con una piedra en la mano queriendo romper la vidriera de un banco.

Galtieri no podía meter preso a todo el mundo. Las masas lo desbordaron. Una noche borracho, desesperado, para desviar la atención de la crisis invadió las islas Malvinas.

Semanas después tuvo que renunciar y hace un llamado a elecciones. Era el final de una de las dictaduras más sangrientas de la historia.