Políticas

25/1/2023|1661

Cumbre de la Celac

¿Avanza una moneda común entre Argentina y Brasil?

Sobre los anuncios tras la reunión de Alberto Fernández con Lula.

Un proyecto inviable, que pretende encubrir el dislocamiento regional.

La cumbre de la Celac ha sido el marco para que Alberto Fernández y Lula da Silva anunciaran avances “estratégicos” en una mayor integración económica y hasta un relanzamiento del Mercosur. Entre los puntos que habrían acordado encarar se incluye la creación de una moneda común entre Argentina y Brasil, que sirva para reemplazar al dólar en los intercambios comerciales y financieros entre ambos países. Es un proyecto inviable, que pretende encubrir el dislocamiento regional al compás de la crisis capitalista y el sometimiento de los gobiernos latinoamericanos al imperialismo.

La nueva moneda, que se llamaría “Sur”, no reemplazaría al peso argentino ni al real brasileño fronteras adentro, sino que apuntaría a los pagos de importaciones y exportaciones y a los flujos financieros. Fue presentada como un paso clave para dejar de depender de las divisas, especialmente del dólar norteamericano, en las transacciones entre ambas naciones. Según dijeron, la perspectiva sería abrir la propuesta luego al resto del Mercosur. La idea no es nada nueva -fue barajada hasta por Macri y Bolsonaro-, pero el propio Massa declaró al Financial Times que, en todo caso, resta un “largo camino”. Lo más probable, en realidad, es que no pase de los sondeos previos.

Las condiciones para una unidad monetaria común son muy adversas, en plena corrida cambiaria contra el peso y cuando Argentina carece de reservas internacionales como para ofrecer una base monetaria estable. Lo vemos en el mismo hecho de que los presidentes acaban de suscribir un compromiso para intentar destrabar el comercio bilateral, que se encuentra en caída porque las importaciones están bloqueadas por la crisis de las reservas internacionales del BCRA. Anunciaron que habrá financiamiento a un año de plazo a través del Banco Nación y el Banco do Brasil para que las empresas argentinas paguen en pesos y las brasileras cobren en reales. Claro que vencido el plazo llegaría el momento de pagar y entonces se necesitarán dólares, si consideramos que la balanza comercial redondeó en 2022 con un saldo de 3.365 millones de dólares a favor de Brasil. En el mejor de los casos, estamos ante un esquema de emergencia para evitar que en el año electoral se paralice la industria argentina, fuertemente dependiente de los insumos y piezas importadas desde suelo carioca.

Nada menor, todavía resta saber a qué tasas de interés serán estos créditos y qué pasaría en caso de un salto en el tipo de cambio. ¿Los riesgos los afronta el Banco Nación? ¿A cuánto cotizará la moneda para los importadores criollos? Es sintomático que los anuncios oficiales aseguren que de esta forma las empresas ya no quedarán atrapadas por el Sira (el sistema para habilitar las compras al exterior), cuando este fue creado para resolver las trabas del anterior esquema denominado Simi. Ningún artilugio puede evadir esta situación si las divisas se siguen consumiendo en el pago de la deuda externa y la fuga de capitales. Mientras se discuten estos proyectos, el BCRA sigue dilapidando cientos de millones de dólares en recomprar bonos a la patria financiera para contener la brecha cambiaria.

Más complejo aún es pensar en este cuadro en avanzar hacia una moneda común para el comercio entre los dos Estados. El primer paso para ello sería la concreción de un swap, es decir un préstamo cruzado de monedas entre los bancos centrales, que funcione como respaldo de las operaciones comerciales. Pero si llegado el caso deben accionarse estos créditos, para cubrir el saldo desfavorable de Argentina, se activarían con ello los consecuentes intereses, por lo que estaríamos finalmente ante un incremento de la deuda externa. Y esto siempre a condición de que se obtenga para ello el visto bueno del gobierno brasileño. Las dificultades para utilizar los yuanes del swap con China y su alto costo financiero son un antecedente claro de las dificultades con que se toparía esta modalidad.

La cuestión del dislocamiento del comercio en la región no se reduce a una escasez de divisas y mucho menos a diferencias políticas entre los gobiernos de turnos, sino que abarca intereses muy concretos y contradictorios. Lula destacó la intención de reflotar las gestiones para la firma del acuerdo Mercosur-Unión Europea, que amenaza con llevarse puesta a buena parte de la industria regional por la flexibilización de los aranceles comunes a las importaciones extrabloque, que hoy blindan de la competencia externa a las automotrices, las farmacéuticas, las textiles y las alimenticias. Son las grandes multinacionales que concentran el comercio bilateral amasando grandes ganancias gracias a estas ventajas proteccionistas.

De hecho, el líder del PT aprovechó a pasar por Montevideo tras la cumbre de la Celac para reunirse con el presidente derechista Luis Lacalle Pou, quien promueve la firma de un tratado de libre comercio entre Uruguay y China que heriría de muerte a todo el esquema aduanero que sostiene al Mercosur. Además de que permitiría un ingreso masivo de mercancías chinas a los otros países desde la banda oriental, es una muestra de la competencia de las naciones sudamericanas por colocar sus exportaciones de carne, leche y soja; lo contrario a una integración económica. Por lo demás, también en esto Lula actúa a cuenta de las presiones del imperialismo yanqui contra la penetración del gigante asiático en la región.

No es posible abrir una vía de desarrollo industrial y económico autónomo con gobiernos supeditados al FMI y a las potencias imperialistas, y el comercio exterior en manos de pulpos capitalistas. Una integración regional solo podrá ser obra de gobiernos de trabajadores, que concentren las palancas fundamentales mediante la nacionalización de la banca y el comercio exterior bajo control obrero, y partan del repudio de la deuda externa usuraria.