Políticas

15/6/2022

CFK y Pesce, una polémica entre cómplices de la fuga de capitales

El Banco Central publicó un informe menospreciando el impacto del pago de deuda privada en el drenaje de reservas.

Cristina Kirchner y el presidente del Banco Central, Miguel Pesce.

El Banco Central publicó un informe explicando que, a raíz de las restricciones cambiarias en materia de deuda privada, establecidas en el 2020, la entidad logró ahorrar más de USD 26 mil millones. El documento busca responder a los dichos de Cristina Kirchner durante su discurso en Chaco, afirmando que la crisis de reservas se debía fundamentalmente a que “muchos (dólares fueron) para pagar la deuda privada, de capital e intereses de grandes firmas”.

Recordemos que las restricciones mencionadas limitan el acceso al mercado de cambio oficial para las empresas que tengan vencimientos de deuda con otras empresas vinculadas y para aquellas que cuentan con activos líquidos radicados en el exterior, obligándolas a cancelar sus compromisos utilizando los dólares que poseen fuera del país. A su vez, si los vencimientos superan los dos millones de dólares, las compañías solo pueden pagar el 40% empleando divisas del Banco Central, debiendo reestructurar el 60% restante. Estas disposiciones tuvieron lugar en el marco del endurecimiento del cepo cambiario, como respuesta a la corrida cambiaria desatada en septiembre del 2020.

Si bien el documento de la autoridad monetaria presume que “de un total de vencimientos de deuda exigibles en el período (2020-2022) por 32.000 millones de dólares se pagaron 5.367 millones”, lo cierto es que el Banco Central vende constantemente divisas en pos de contener las cotizaciones paralelas del dólar, es decir, dilapida las reservas para financiar la corrida cambiaria. Por otro lado, la reestructuración no desarma el esquema de deuda privada -la cual asciende a USD 76.206 millones- solo pospone los vencimientos. Además, los regímenes cambiarios especiales otorgados a ciertas ramas de la economía, como la petrolera, pueden dar lugar al arribo de “inversiones” bajo la forma de créditos provenientes de las casas matrices (autopréstamos); incrementando esa hipoteca explosiva.

El informe presentado busca minimizar la incidencia que tiene el pago de la deuda comercial y financiera por parte de las empresas en el drenaje de divisas del país. Sin embargo, a pesar de que no sea la principal vía de salida de dólares, es un factor que atenta contra la acumulación de reservas y un mecanismo de saqueo por parte de la clase capitalista. Es ilustrativo que semejante caudal de deuda externa privada no tiene como correlato un crecimiento de la inversión.

Muchas empresas, aprovechando la brecha cambiaria, venden los dólares en el mercado de cambio paralelo; o bien, frecuentemente, aquellas que incrementaron sus ganancias con la inflación contraen préstamos en moneda extranjera ya que el costo de la misma dentro de la facturación se reduce con un dólar planchado. Lo cierto es que la defensa del secreto comercial capitalista bajo todos los gobiernos permite que estas maniobras espurias alrededor de la deuda corporativa sean moneda corriente.

Por su parte, Cristina Kirchner está en lo cierto cuando señala que “las empresas argentinas no accederían al crédito en dólares si no tuvieran activos fuera de fronteras para ofrecer como garantía”, haciendo referencia a que todas las patronales que utilizan divisas del Banco Central para cancelar sus vencimientos de deuda logran eludir las restricciones cambiarias ocultando esos fondos detrás de sociedades off-shore. No obstante, que recién ahora se acuerde de la “formación de activos externos” constituye un acto de demagogia, ya que se trata de una práctica empresarial que prosperó bajo todo su mandato presidencial y que sigue su curso en la actualidad, sin que el kirchnerismo levante un planteo alternativo para frenar esta sangría.

El titular del Banco Central, Miguel Pesce, pretende con este informe absolver a la clase social responsable de vaciar las reservas, cargando las tintas en factores que están supuestamente fuera de su alcance, como la mayor demanda de divisas tras la reactivación de los viajes al exterior y la escalada en los precios internacionales de los productos que importa el país, como la energía. A su vez, el documento se inscribe en la crisis política que envuelve al Frente de Todos, puesto que es una defensa frente a las acusaciones de CFK de que el gobierno, a través del BCRA, convalida que las “grandes firmas” vacíen las arcas del Estado.

Ahora bien, el discurso de CFK es ante todo una defensa de las metas fondomonetaristas. Acoge el reclamo de reforzar el cepo cambiario, restringiendo aún más el acceso de divisas para las empresas que deben cancelar sus pasivos. Lo anterior, en función de cumplir con los objetivos de acumulación de reservas impuestos por el FMI, los cuales hoy en día están seriamente cuestionados. No por casualidad se centró en el problema de la deuda privada, sin cuestionar otro mecanismo de fuga de capitales por excelencia como es el rescate de la deuda usuraria.

Evidentemente, la discusión al interior de la coalición de gobierno en torno a la deuda privada tiene lugar porque fracasó la premisa de que pactando con el FMI las empresas argentinas iban a poder reingresar al mercado de crédito internacional para cancelar sus deudas y alivianar así la demanda de divisas sobre Banco Central. En su lugar, escaló el riesgo país superando los 2.000 puntos.

Un dato preocupante es que la suma de los vencimientos de deuda privada para este año supera la totalidad de las reservas internacionales del Banco Central, alcanzando los USD 49.225 millones. Si las empresas no logran refinanciarlos por diferentes motivos -incluyendo una eventual profundización del cepo ante la crisis de reservas-, no tardará en producirse una crisis en la cadena de pagos, lo cual podría desencadenar una ola de quiebras. El panorama descripto refuerza la necesidad de que los trabajadores salgamos a la lucha para no seguir pagando los platos rotos esta crisis.