Políticas

5/11/2022|1657

Cristina, el bono y las paritarias

Que no rompen el molde, a excepción del Sutna

La vice habló en un acto de la UOM

El tan esperado discurso de Cristina Fernández de Kirchner en Pilar ante un selecto y escogido grupo de delegados de la UOM no tuvo grandes definiciones más allá de respaldar a Sergio Massa, con todo lo que ello significa. Se trata del bombero rescatista final que ha venido a aplicar a rajatabla el plan del FMI, devaluaciones, inflación y ajuste mediante.

En estas líneas nos enfocaremos en una propuesta concreta de Cristina y de todo el kirchnerismo: el bono de fin de año. Se ha planteado un confuso debate indirecto con los “gordos” de la CGT que serían los defensores a ultranza de las paritarias contra la idea de la suma fija cristinista. Pero, ¿son antagónicas?

Wado de Pedro, que algunos ubican como el delfín de Cristina (y agreguemos, candidato de Barrionuevo) lo precisa: “estoy a favor de las paritarias (pero) hay que achatar un poco la pirámide. Hay que levantar a los últimos, como explica el Papa Francisco”, dijo el 27 de octubre ante El Destape.

Achatan todo, no solo la pirámide, es una trampa. Las paritarias están consagrando una pérdida salarial frente a la escalada inflacionaria y el bono por única vez a fin de año sirve al objetivo de hacer pasar el deterioro con un paliativo en el momento crítico de las fiestas, pero que no altera el derrumbe del poder adquisitivo del conjunto. Tampoco de los “últimos” porque, justamente, se trata de un bono. Al mes siguiente al bono, tanto los “primeros” como los “últimos” siguen cobrando las cuotas de sus paritarias que van por detrás de la inflación y alejan cada día más los salarios de una verdadera canasta familiar.

Este recurso tuvo un debut terrible, propuesto por Elisa Carrió cuando la formidable manifestación del 14 de diciembre de 2017 obligó a interrumpir la sesión del robo macrista a los jubilados, que finalmente, represión de por medio, se aprobó el 17, tres días después. Con el agregado de un “bono” para los últimos que hizo pasar la pérdida de un 19,5% en las jubilaciones durante el gobierno macrista. Eso volverá a ocurrir este fin de año cuando se aplique el 18/20% de la fórmula y las jubilaciones en el año calendario, enero-diciembre 2022, terminen con un 82% frente a una inflación prevista del 100%, aproximadamente. El “bono” de Cristina, De Pedro, Abel Furlán (secretario general de la UOM) y todo el sindicalismo kirchnerista servirá para hacer pasar el ajuste de Massa, consagrado en el presupuesto de Kristalina Georgieva (titular del FMI), que se aprobó con la inestimable colaboración de Juntos por el Cambio en Diputados.

A Camioneros no le va mejor. El sonado 107% de su paritaria 2022/23 es en cuotas fijas con revisiones, sin garantías de indexación, ni gatillo frente al muy posible desborde y, por supuesto, sin puntos por encima de la inflación. De tal manera que año calendario a los camioneros les pasa exactamente igual que a los jubilados, pierden 20 puntos frente a la inflación prevista, lo que implica una caída del 10% del poder adquisitivo, del salario real.

Este cuadro de cuotas que al final deben ser revisadas porque pierden frente a la inflación ascendente, que algunas consultoras empresariales ubican en el 120% a futuro, se reproduce para Bancarios con su 94%, para Sanidad con su 96%, para Seguros con su 109,75% o el vidrio con un 112,4% a enero. Son porcentajes impactantes, que marean, pero que de conjunto no compensan la espiral de precios.

El bono de Cristina es funcional al ajuste, que, desde luego, en el Estado es mucho peor porque los docentes universitarios tienen un 82% por marzo 2022-febrero 2023, solo sujeto a revisión en diciembre. Las compañeras de Casas Particulares con $67.000 en noviembre, tras los descuentos, difícilmente superen la línea de indigencia de ese mes. Y el salario mínimo por ahora tiene solo un 75,5% desde enero al igual que los planes sociales.

En el acto de Cristina, blindado a cualquier presencia masiva, sin embargo, un delegado le gritó a Furlán “che metelo en la hora”. Es que más allá de la revisión pendiente de la UOM, como parte de 2,3 millones de trabajadores que tendrán revisión hasta fin de año, el salario del peón metalúrgico es de hambre: $102.437 como mínimo global de referencia para el mes de octubre. Muuuy por debajo de la línea de pobreza. Furlán y Cristina no podrían haber pasado la prueba de una asamblea fabril metalúrgica con sus “propuestas” para los “últimos”.

La única paritaria que rompió el molde es la del Sutna. Hay buenos salarios en Aceiteros. Pero solo el Sutna incorporó tres aspectos novedosos tras su formidable lucha que culminó con ocho días de huelga general. Los últimos cuatro meses de la paritaria 22/23 tendrán aumento mensual por costo de vida según el IPC, o sea que incorpora el concepto de indexación, fuertemente rechazado por las patronales que sin embargo “indexan” sus precios y facturación día a día, ni siquiera mes a mes. Segundo, coloca una cláusula de garantía inflacionaria, es decir que si al cabo del año la inflación superó las cuotas e indexaciones previstas, se aplica la inflación. Esto último es la llamada cláusula gatillo. Porque existe esta cláusula se pudo introducir otra: que se otorgarán diez puntos por encima, cualquiera sea la inflación resultante. En el caso de la paritaria 2021/22 se incorporaron dos puntos por encima de la inflación de aquel período, lo que ha incrementado la base cálculo, como la incrementarán los diez puntos adicionales de cara a la paritaria 23/24.

La paritaria del Sutna ha llevado a la práctica lo que el gobierno y la burocracia sindical de las tres centrales dicen (aunque hacen lo contrario), aumentar los salarios por encima de la inflación. La propia CTA-A, integrada al gobierno, reconoce que la caída del salario real promedio entre 2016 y 2022 es del 23,7% y la CTA-T, la más entregada de todos, admite que al mes de julio los salarios cayeron un 1,4% desde 2019. O sea que el peronismo convalidó el ataque al salario real del macrismo y agravó la caída.

Semejante cuadro es lo que explica el derrumbe de la participación de los asalariados en el PBI que ha caído en los últimos seis años del 48,5% al 41,7%, mientras la facturación empresaria se incrementó en igual proporción de la torta. Obviamente, los salarios en negro y en gris, como los de los monotributistas, son los que más perdieron. Pero la caída general del poder adquisitivo de asalariados y jubilados es la llave del ajuste en marcha que Cristina y Massa llaman “orden fiscal”, mientras parlotean para la tribuna sobre los formadores de precios. Como hemos visto estos días, el Estado es gran formador de precios al aumentar un 8% el combustible de YPF o admitir, aunque sea en dos cuotas, un nuevo aumento de las prepagas de un 13,8%.

El movimiento obrero ha empezado a rebelarse contra este estado de cosas, en varios casos contra la burocracia de sus sindicatos. Son los casos del gran paro docente bonaerense a partir de la Multicolor y los Sutebas Combativos, contra Baradel, de la gran huelga y movilizaciones de residentes y concurrentes en CABA, de los fuertes paros de Amsafe Rosario o las movilizaciones de bases ante los sindicatos de Luz y Fuerza y Unión Ferroviaria. Claro que cuando los sindicatos canalizan como Ademys junto a UTE, en decenas de universidades, en distintos municipios y, por supuesto, en la gran lucha del Neumático, las respuestas de los trabajadores son contundentes. La capacidad de freno de la burocracia sindical asimilada al gobierno está al menos en discusión.

Cristina, al candidatearse “a lo que haga falta para que el pueblo sea feliz”, se mostró como garante de la actual infelicidad ante el establishment y ante al amo del norte, siempre atento a su discurso. Hacerlo ante la UOM y sus bajísimos salarios le otorga un plus: la contención de la burocracia sindical la garantizo yo.