Políticas
17/9/2025
De la resistencia a la ofensiva
Declaración de la Asamblea Abierta de Intelectuales y Artistas de Izquierda.

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Movilización contra el gobierno de Milei.
Esta declaración es fruto de los debates desarrollados en la segunda Declaración de la Asamblea Abierta de Intelectuales y Artistas de Izquierda, que tuvo lugar recientemente en la Ciudad de Buenos Aires.
El peligro amenaza tanto la existencia de la tradición como a quienes la reciben. Para ella y para ellos el peligro es el mismo: prestarse a ser instrumentos de la clase dominante. En cada época hay que esforzarse por arrancar de nuevo la tradición al conformismo que pretende avasallarla. Walter Benjamin
Un capitalismo en crisis
Un mundo con más crisis, más guerras y derechas radicalizadas no necesita respuestas moderadas ni conformismos. Al contrario, impone contraatacar con ideas y prácticas que permitan construir una alternativa por izquierda a la altura de los tiempos. La actualidad cada vez más destructiva del capitalismo habilita la exigencia de orientaciones decididas que sustenten la construcción de un futuro socialista.
El genocidio a cielo abierto que está llevando a cabo el Estado de Israel en Gaza, transmitido en vivo para quien no quiera cerrar los ojos, es la evidencia más elocuente de por qué es urgente alzar la voz. El número de gazatíes asesinados ya se cuentan por decenas de miles; un tercio, se estima, eran niñas y niños. El bloqueo criminal que impide la llegada de alimentos, medicamentos y hasta agua potable pone en riesgo al conjunto de la población atrapada, mientras que los asesinatos y desplazamientos se extienden también a Cisjordania. Mientras escribimos estas líneas, el gobierno israelí profundiza su ofensiva militar para terminar de ocupar el territorio. Este horror, imposible de sostener sin el apoyo y beneplácito de las potencias occidentales, ha puesto en primer plano hasta qué extremos son capaces de llegar los poderes capitalistas con tal de defender sus posiciones dominantes en el tablero mundial.
A pesar de las complicidades, de la censura y tergiversación de los medios de comunicación, de las campañas persecutorias –que en la Argentina se concreta en el procesamiento judicial y mediático de Vanina Biasi y Alejandro Bodart, a lo que se suma la persecución al docente Federico Puy por homenajear a las infancias de Palestina en un acto escolar– y la represión desatada por numerosos gobiernos –incluso aquellos que hoy cínicamente buscan no quedar pegados a Netanyahu–, la defensa del pueblo palestino ha crecido en las cada vez más numerosas marchas que recorren las ciudades del mundo, en movimientos estudiantiles que han tomado universidades y colegios, en trabajadores que han boicoteado o se han negado a enviar armas o suministros a Israel, en organizaciones de judíos antisionistas que advierten “no en nuestro nombre”, en innumerables manifestaciones de artistas que han alzado su voz para decir que Palestina no está sola, en la Flotilla Sumud Global, que viene recogiendo gran apoyo social en muchos países y a la que damos nuestro apoyo y solidaridad. La heroica resistencia del pueblo palestino, que lleva décadas de lucha, ha conmovido al mundo. Su desafío a la reorganización regional que el imperialismo promueve en Medio Oriente ha inspirado a millones a movilizarse. Tenemos la obligación y la tarea de que esa voz crezca en nuestro país para que resuene a nivel internacional, especialmente porque el gobierno argentino con Milei a la cabeza es uno de los pocos –con el de Trump– que no solo defiende la política de Israel sino que se abraza con el criminal de guerra Netanyahu. Como titulaba la declaración de intelectuales y artistas que reunió en pocos días más de 1.400 firmas, tenemos que actuar “antes de que sea demasiado tarde”.
Es necesaria la confrontación con la ultraderecha, y también con la derecha tradicional y con los gobiernos “democráticos”, como los socialdemócratas, el laborismo inglés y los demócratas de EE.UU., que impulsa las guerras y la carrera armamentista en Ucrania, en Oriente Medio, en el Pacífico, en Congo, en el Sahel y en todo el mundo. El armamentismo acelerado en los países imperialistas está siendo acompañado por fuerzas que se reclaman de centroizquierda, reformistas y hasta comunistas, mientras se cercenan las conquistas populares. En ese contexto, en América Latina presenciamos una nueva ofensiva de Estados Unidos, que con el débil pretexto de la “lucha contra las drogas” ha desplegado sus buques de guerra en el sur del Mar Caribe en un claro gesto de amedrentamiento.
Desde la crisis del que fuera presuntamente su último modelo “exitoso” para desarrollarse a costa de la explotación del trabajo a nivel global, el neoliberalismo, el capital no ha logrado recomponer de manera consistente e integrada sus tasas de ganancias ni ha relanzado el proceso sostenido de acumulación de capital. Con el agotamiento de ese modelo de acumulación, es en efecto utópico soñar con un retorno al pasado. Esta es una de las bases del surgimiento de las ultraderechas y de la tendencia cada vez mayor al militarismo y la guerra. Mientras los beneficiados y los abogados del capitalismo no dudan en cargar a los pueblos sus fracasos económicos, sociales y ambientales, mientras degradan aún más nuestras condiciones de vida y aumentan los niveles de desigualdad, este sistema se muestra cada vez más irrelevante e irracional para las grandes mayorías. Justamente por eso, para sostenerse, necesita apelar a una vieja receta que ya aplicó cada vez que le fue necesario: desarrollar sus fuerzas destructivas. Como fenómeno político, las bravuconadas de las nuevas derechas son tanto un sinceramiento del fracaso del modelo previo como el reconocimiento de que el único futuro que puede ofrecer el capitalismo es distópico.
El desafío a la ultraderecha en la Argentina
En Argentina, el libertarianismo expresa un proyecto de reconfiguración del capitalismo en el país, abiertamente orientada al enriquecimiento de los grandes empresarios, a cuyas convenciones Milei asiste a menudo para manifestar su obediencia. Pero como ha quedado expuesto en las últimas semanas y en el derrumbe electoral en la Provincia de Buenos Aires de la alianza de La Libertad Avanza con el PRO, no era cierto que “todo avanza de acuerdo al plan”.
En primer lugar, por la improvisación derivada de ofrecerse como canal para todo lobby patronal sediento de ajustes salvajes, reformas contra los derechos de los trabajadores o regulaciones que limiten la concentración empresarial. Con el paso de los meses se reveló un oportunismo político muy propio de la “casta” política, para la que sumó a viejos zorros del rosqueo como los Menem, mientras salía a la luz todo el entramado de corrupción de un gobierno que, mientras se empeña en recortar prestaciones a las personas con discapacidad, se apropia de parte de esos fondos mediante contrataciones fraudulentas.
En segundo lugar, porque las contradicciones del gobierno, en materia económica, política y social, son evidentes. La reducción de la inflación a través de la recesión y un ancla cambiaria sostenida en la toma de deuda solo garantiza más ajuste. Se verifica una brecha entre el discurso triunfalista del gobierno y la experiencia cotidiana de la enorme mayoría de la población cuyos ingresos, si los tiene, se vieron drásticamente reducidos.
Aún con el gobierno en crisis, no faltan quienes nos piden resignación y espera. Pero lo cierto es que si se le impusieron límites al ánimo radicalizado del mileísmo fue porque hubo resistencia en las calles: paros generales, movilizaciones universitarias, protestas de las jubiladas y jubilados, manifestaciones por el financiamiento del hospital público. No fue la política tradicional la que frenó a Milei, que de hecho colaboró para darle “gobernabilidad” y ha sido la clave de la sustentación de su gobierno minoritario. Gobernadores de distintos partidos –el PRO, el radicalismo y también el peronismo– han oscilado entre darle los votos en el Congreso en forma directa o votarle en contra pero oponerse a movilizarse, ocupar universidades o convocar paros, llamando al pueblo a tener paciencia hasta las próximas elecciones. Y si ahora un sector procura aprobar leyes vetadas por el presidente como un incremento de las jubilaciones, del presupuesto universitario o del hospital Garrahan, es precisamente porque estas demandas cobraron peso y apoyo en las luchas extraparlamentarias realizadas desde la movilización de base.
Es cierto que el gobierno y sus políticas se debilitan por lo que tienen en sí mismas de inconsistentes, por todo el entramado de negociados que se muestran detrás, y por los efectos destructivos en la “economía real” que producen y que se manifiestan inocultablemente (caída de la actividad, desocupación, deterioro de las infraestructuras, y en general de las condiciones materiales de vida). Pero no es menos cierto que las movilizaciones de trabajadores, jubilados, despedidos, personal de la salud, personas con discapacidad, docentes, estudiantes, organizaciones piqueteras, mujeres y diversidades, comunidades por el ambiente, registradas por periodistas y fotógrafos –que por eso mismo fueron elegidos en muchos casos como blancos por la policía de Bullrich–, han mostrado una persistencia y firmeza que han posibilitado poner en evidencia varios aspectos que, de conjunto, cuestionaron la idea de una relación de fuerzas completamente favorable a este gobierno, poniendo también de relieve el colaboracionismo de la burocracia sindical tanto de la CGT, como de las CTA que le hacen seguidismo.
Para una salida de fondo, necesitamos romper el círculo infernal de la deuda externa y el ajuste, todo lo que favorece a la clase dominante y a los grandes especuladores, siempre con la complicidad de los políticos tradicionales.
Si bien aún las movilizaciones populares no han crecido en cuanto contundencia y masividad en la misma proporción que su visibilización y simpatía de amplios sectores, estos dos factores se retroalimentan entre sí: a mayor fuerza de las luchas crece su impacto en la sociedad, y de esta mayor visibilidad y simpatía toman las luchas un nuevo impulso y, lo que es tal vez más importante, suman voluntades y participaciones. Y esto no se mide en resultados electorales y encuestas, es una dinámica que tiene sus propios parámetros.
Hay indicios de posibles alternativas. Fue un paso adelante el plenario nacional del sindicalismo combativo realizado en agosto en el que participaron sectores de las principales luchas actuales, en el que deliberaron dirigentes, delegados y activistas de diversos sindicatos, organizaciones de jubilados y piqueteras, y votaron un programa de independencia política respecto de todas las fuerzas patronales y las alas de la burocracia sindical, un plan de lucha y una mesa nacional para llevarlo adelante. El plenario se fijó como tarea estratégica la edificación de una nueva dirección del movimiento obrero, de clase y combativa, basada en la democracia sindical y con autonomía de la patronal y el Estado.
Además, quienes trabajamos y habitamos en el ámbito universitario y de la ciencia, uno de los más agredidos por el gobierno y sus adláteres, tenemos el desafío de impulsar, junto a los sindicatos combativos, la huelga universitaria y una nueva marcha nacional. Este es el camino para derrotar a Milei, que en lo inmediato implica propiciar la más amplia movilización contra el veto que quiere imponer a la Ley de Financiamiento universitario y contra el veto a la Ley de Pediatría que favorece al Garrahan. Porque este gobierno, aunque se haya derrumbado electoralmente, va a seguir adelante si no se lo derrota en forma total. Ellos confrontan con vetos, nosotros tenemos que responder con la más amplia movilización. Una vía muy distinta a la parlamentarización de los reclamos y a la consumación de reformas antieducativas sostenidas por los rectorados peronistas y radicales. Estas peleas tienen su correlato en el terreno de la batalla de ideas y de la cultura, otro de los sectores que Milei ha elegido como blanco de ataque desde el principio de su mandato, y donde también se han forjado en este tiempo distintas iniciativas de resistencia y agrupamientos.
Estas luchas requieren potenciarse en torno al rasgo común que las une: el cuestionamiento decidido a un sistema social irracional y opresivo, incapaz de resolver los justos reclamos que los sectores en lucha demandan. Dicho en otras palabras, la necesidad de organizar la sociedad sobre otras bases, construidas desde abajo.
Es cada vez más evidente la necesidad de cuestionar la legitimidad de la deuda externa e interna con que los sucesivos gobiernos favorecieron a los poderosos, plantear el control por un gobierno de los trabajadores del comercio exterior y el sistema financiero, un sistema impositivo progresivo que elimine el IVA y grave a los más ricos, un gravamen fundamental a la herencia de grandes capitales –ya que tanto se proclama la meritocracia– para transferir esos recursos a los más necesitados.
Cuando esa confluencia de intereses empiece a alcanzar ese punto de conciencia y claridad, las fuerzas represivas que hoy nos parecen excesivas en cada movilización, se demostrarán patéticamente insuficientes. Los personajes caricaturescos que pretenden gobernarnos no podrán responder a la desesperación de sus mandantes. Y a estos, el gran capital y los aspirantes a imperios neocoloniales, se hallarán sin respuesta.
El camino es la lucha
En contraste con los profetas de la resignación que siempre alzan su voz cuando hay que dar el grito de lucha, Jean Paul Sartre escribía allá por 1944: “Nunca fuimos tan libres como bajo la ocupación alemana”. Aquella situación inédita exponía el rostro sin cosméticos de los opresores y, al mismo tiempo, obligaba a pensar de nuevo, a revisar viejas certezas, a ir al fondo de los problemas, como decía Marx, a cuestionar de raíz lo existente. Esta radicalidad la necesitamos hoy. Porque el problema no es solo Milei sino los grandes capitalistas, los terratenientes, los banqueros, las mineras, las cerealeras, el FMI, que son los beneficiarios de sus ataques a las mayorías. Escuchamos otra vez a quienes llaman a esperar al recambio presidencial de 2027; como si lxs jubiladxs, lxs pacientes del Garrahan, las personas con discapacidad y los millones que vemos atacadas nuestras condiciones de vida pudiéramos esperar. Son los mismos que dijeron que había que enfrentar a Macri con Scioli y luego con Alberto Fernández, después a Milei con Massa. Pero de lo que se trata es de derrotarlos de una vez por todas. Es hora de que pasemos de la resistencia a la contraofensiva.
Quienes sostienen que esto no es posible desconocen u ocultan la larga tradición insurgente que atraviesa a la clase trabajadora y el movimiento popular de nuestro país. Porque lo saben, las clases dominantes necesitan de las burocracias sindicales, de los políticos saltimbanquis, de los protocolos antipiquetes, del ataque a la prensa independiente, del machismo, la xenofobia y el racismo, de la ideología del “sálvese quien pueda”.
¿Qué sería de Milei si toda la fuerza de lxs trabajadorxs organizadxs y no organizadxs, de los desocupados, del movimiento estudiantil, de las mujeres y las disidencias sexuales, de las clases medias empobrecidas, se unieran en una huelga general política con piquetes y movilización en todo el país? Claro que esta perspectiva no es inmediata ni se impone abstractamente. Se construye con la articulación de las luchas en curso, en las fábricas, en los hospitales, en las escuelas, en las universidades, en las calles. También con la organización desde abajo en los lugares de estudio y de trabajo, con el desarrollo de la más amplia autoorganización, con la coordinación. Estas tendencias hoy existen en sectores puntuales pero necesitamos extenderlas y generalizarlas para vencer la resistencia de las burocracias que tienen tomadas nuestras organizaciones y recuperar los sindicatos para las y los trabajadores.
No hay salida dentro del capitalismo
Una vez más, las crisis periódicas que atraviesan a nuestro país nos ponen frente a una disyuntiva histórica: ser espectadores de una reconfiguración a medida de los intereses del gran capital local y transnacional o abrir un horizonte que vaya más allá de la miseria de “lo posible”. Hay un “antimileismo” superficial que insiste con la ilusión conciliatoria con los intereses extractivistas, con apelar a la buena voluntad negociadora del FMI, con retacearles a las grandes patronales condiciones un poco menos esclavistas de precarización laboral. Para esa aparente resistencia nunca están dadas “las relaciones de fuerza” para avanzar en el cuestionamiento fundamental de una sociedad en crisis de la que el libertarianismo es una expresión.
Para nosotros se trata de llevar la lucha contra Milei al plano del enfrentamiento con los “poderes fácticos”. Y esto no vendrá de la mano del peronismo ni de ninguna alquimia electoral, por lo cual vemos necesario desarrollar una discusión profunda sobre las vías para poner en pie una alternativa política de los trabajadores, las mujeres y el pueblo oprimido que deberá golpear sobre los intereses de los pretendidos dueños del país; empezando por la ruptura con el FMI y el desconocimiento de la fraudulenta deuda externa. Es necesario desmontar el andamiaje de Milei y sus cómplices: la Ley Bases, la pretensión de terminar con los convenios colectivos y las jubilaciones, el oscurantismo y racismo, la mercantilización de la salud y la educación. Bajo esta perspectiva apoyamos al Frente de Izquierda y de los Trabajadores Unidad (FIT-U) en las elecciones legislativas provinciales y nacionales.
Crisis como la que estamos atravesando, no solo a nivel nacional sino internacional, tienen la potencialidad de generar un terreno favorable para la difusión de nuevas formas de pensar y hacer. No son tiempos de resignación. La ultraderecha a nivel global eligió al comunismo y al socialismo como enemigos jurados. Es el momento de fortalecer los recursos intelectuales y simbólicos para poner a la ofensiva las ideas de izquierda y articular las fuerzas materiales para activar el freno de emergencia ante la realidad de un capitalismo cada vez más destructivo y dispuesto a todo para defender el dogma de la ganancia. Desde el espacio de esta Asamblea convocamos contribuir a ello e invitamos a quienes lean esta declaración a sumarse a la pelea para ir más allá de la resistencia y pasar a la ofensiva, que para nosotrxs pasa por una perspectiva inequívocamente socialista.

