Políticas

23/11/2025

Variaciones en rojo

¿De quién es el trabajo?

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Milei viene por las conquistas históricas de la clase obrera.

Presentación

Es el tema del momento, no requiere mucha presentación. La llamada, de forma benevolente, “Reforma Laboral”. 

¿De quién es el trabajo?

Algunos apuntes sobre lo que la máquina mediática del gobierno llama “modernización laboral”. 

I

¿De quién es el trabajo?

La pregunta podría parecer obvia si la respuesta del mundo capitalista no fuera la incorrecta. Sale solo, con el impulso de la voz: “Del que trabaja”. Pero no es así, no funciona así. El país entero se encuentra en un debate sobre las condiciones de trabajo, propiciado por el gobierno nacional de Javier Milei, los principales reductos del círculo rojo y del establishment argentino y una parte que vocifera y otra que hace silencio de la oposición patronal. La tan mentada “modernización laboral”. 

Gente que no trabaja le dice a los que trabajan cómo tiene que trabajar. Va de vuelta la pregunta: ¿de quién es el trabajo?

Los históricos “anticomunistas”, en pasado y en presente, se preocuparon de forma nerviosa por deslegitimar la “teoría del valor-trabajo” de Marx, no solamente por una discusión sobre cuánto vale una mercancía sino por algo más valioso aún para el status quo: que quede claro que la riqueza no la crea el trabajador. La plusvalía, inexistente para los exégetas del sacrosanto mundo occidental, es la base del movimiento liberal. Lisa y llanamente un robo. 

Si no hay plusvalía, ¿por qué la burguesía de este país quiere con tanto ahínco la reforma laboral?

El mundo capitalista muestra con algunos debates sus contradicciones más acabadas. ¿Cómo puede ser que luego de 100 años de avances tecnológicos y comunicativos como nunca habían ocurrido en la historia, el trabajo tenga que volver a reglas de explotación de principios de siglo? Si hasta Bill Gates, a quien nadie podría calificar de marxista, dijo en mayo de este año que la Inteligencia Artificial podría generar que la jornada laboral llegue a 2 o 3 horas diarias. Es el mismo mundo que desperdicia un tercio de la comida que produce con 21.000 personas que mueren de hambre al día (Oxfam, 2024). 

Nadie quiere reformar nada. ¿Es de ellos o nuestro? No hay otro debate. 

II

La repetida ilusión de que la escasa inversión en la Argentina se debe a los peligros del gasto laboral amerita una atención. En primer lugar, ¿Qué es el costo laboral? Un salario -sin el cual sería imposible tener un trabajador-, una ART, una obra social, un aporte jubilatorio, seguro de vida, vacaciones, aguinaldo. ¿Qué se puede sacar de todo eso? En todo caso habría que decirlo: “quiero que la gente se muera trabajando y que no pase nada”, “quiero que la gente trabaje hasta los 99 años”. Pero no dicen eso, hablan del costo laboral. Cristiano Ratazzi no es menos malo que los demás. Solo es más sincero. 

El gobierno de Milei, a decretazo limpio, ya tomó medidas en el sentido de la reforma laboral. Un informe de IPyPP del año pasado (Tiempo Argentino, 2024) indica que veintiséis grandes grupos económicos aumentaron sus márgenes de ganancia un 490% en el primer año del gobierno, mientras todos los salarios (privados, públicos, registrados, no registrados) perdieron poder adquisitivo. Toda la discusión puede concentrarse en los márgenes de ganancia: los grandes empresarios argumentan bajo rótulos como “seguridad jurídica” que quieren garantías de que podrán explotar más para ganar más y, para eso, los trabajadores tienen que ganar menos (despidos, recortes salariales, etc). ¿Por qué no abren sus libros contables para mostrar que no pueden invertir? “Eh, pero vos te metés con lo privado, con lo ajeno”. ¿Mandar a laburar a alguien 12 horas no es eso?

En una entrevista de esta semana con Jairo Straccia en El Cronista Stream, Esteban Wolf, director general de la empresa Chocorisimo, dejó un título a tono con la línea del empresariado. “Perdí tres casas por juicios laborales”, dijo, abonando a la teoría del costo laboral y de la “industria del juicio”. Ahora al desarrollar el relato, Wolf plantea que un empleado de un concesionario le hizo juicio cuando la concesión entró en quiebra. Es interesante: ¿las casas eran de Wolf o se las ahorró tercerizando empleados? La burguesía precariza y luego se queja del juicio. Además hay algo más: ¿hay que solidarizarse con Wolf, que perdió tres casas de las varias que tiene, o con una familia que queda en la calle?

Sobre este asunto, además, el Colegio Público de la Abogacía de la Capital Federal (insistimos, a quien nadie puede acusar de “zurdo” ni nada similar), planteó lo siguiente en un informe titulado “Desmontando el mito de la industria del juicio”: “Entre 2014 y 2023, se dictaron en la Justicia Nacional del Trabajo –que concentra el mayor volumen de causas laborales del país, con competencia territorial limitada al ámbito de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y parte del Gran Buenos Aires– unas 257.000 sentencias definitivas, lo que equivale a unas 25.700 por año. Si se compara este número con la población ocupada en el Área Metropolitana de Buenos Aires (CABA y conurbano), estimada en alrededor de 5 millones de personas, se advierte que la cantidad de sentencias representa apenas el 0,5% anual de dicha fuerza laboral. Este dato confirma que la litigiosidad judicial laboral está lejos de ser masiva o abusiva”.  

Ya lo dijo Malcolm X: "Si no estás prevenido ante los medios de comunicación, te harán amar al opresor y odiar al oprimido"

III

Suavizar las palabras a veces es la forma más dulce de mentir. Habría que hacer un diccionario “lenguaje empresario, lenguaje común”. Así para decir “posibilitamos que trabajes 12 horas por día y te damos la jornada de descanso cuando se nos canta”, podría adoptarse el vocablo “banco de horas”; o para indicar “vamos a hacerte trabajar pero solo te vamos a pagar si hay productividad” podría formularse el rótulo “salario dinámico”; o si se quiere plantear “te vas a ir de vacaciones cuando le convenga al patrón, los días que le convengan al patrón y si te quedas sin poder estar con tus hijos no nos importa”, podría esbozarse el significante “vacaciones fraccionadas”. 

El atroz (des)encanto de la realpolitik
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IV

Privilegios y plata nunca tuvo la clase obrera. Todos los “beneficios” fueron en realidad conquistas: no se puede pensar la jornada de ocho horas de trabajo sin las movilizaciones y las huelgas del proletariado mundial a fines del siglo XIX y la Revolución Rusa, tampoco sin la confrontación del movimiento obrero contra el los gobiernos del PAN (Semana Roja, movilización en el Centenario) y contra Yrigoyen (Patagonia Rebelde, La Forestal, Reforma Universitaria, Semana Trágica). Tampoco se puede pensar la ley de convenio colectivo, el aguinaldo y varios derechos más sin la huelga general de 1936, sin la movilización de masas de 1945. Es inseparable la derrota de Onganía sin el Cordobazo, y podríamos seguir. 

Analizar la situación bajo este rótulo implica una conclusión: la relación capital-trabajo es de confrontación, no de mejora común del bienestar del país. Ningún diálogo de la burocracia sindical puede llegar a buen puerto, lisa y llanamente porque es imposible que una clase social opresora le haga un favor a una oprimida, ni ceda nada, sin estar obligada. 

Es una cuestión de clase, que hoy encuentra a la CGT del otro lado del mostrador. Nada muestra lo contrario. El argumento de “no podemos luchar porque los trabajadores votaron a Milei”, no es más que una excusa ridícula para la entrega de una camarilla con camionetas, mansiones y bolsillos llenos. Siguiendo a fondo esa teoría, el sindicato como tal no debería ni existir: solo importa votar. Las relaciones de fuerza se construyen: ¿O acaso los trabajadores eran más fuertes que la patronal y los gobiernos, de la nada, antes de cada conquista?

V

Según números del propio Indec, en el país hay 11.122.000 trabajadores registrados, en el ámbito público y el privado, el 49% del total, que completan los no registrados y los cuentapropistas. 

El argumento  de que “la reforma ya está hecha de facto” es lisa y llanamente falsa. La mitad de la clase obrera tiene derechos, conquistados, y la otra mitad no está tan precarizada como quiere la “modernización laboral”. Además, no hay ningún derecho adquirido sacándole derechos a otros, cuyas condiciones laborales permiten, de mínima, la posibilidad de luchar por las propias para quienes no tienen derechos. 

VI

Matías Dimuro se encontraba trabajando en un poste de Wilde para la instalación de una fibra óptica. Una descarga eléctrica lo hizo caer y falleció sin más. Las condiciones laborales que garantizaba la empresa Claro eran absolutamente inadecuadas: ni la ropa pertinente, ni las herramientas, ni las posibilidades de cuidado. Todo fuera de la norma para “abaratar costos”.

Según Anses, la tasa de mortalidad en trabajadores no registrados es casi tres veces más alta que en los registrados. Es bastante sensato: los esfuerzos son mayores, las condiciones de trabajo son peores, las coberturas de salud o bien no existen o tienen escasa eficacia. 

Un sector de los que impulsan la reforma laboral quiere directamente eliminar el monotributo, para que los trabajadores pasen a ser “autónomos”. 

Para los reformistas, los trabajadores son un costo. Sus bolsillos o la vida. 

VII

¿La libertad es libre? ¿Será?

La reforma laboral del gobierno pone a los montos de los convenios colectivos como techo y no como piso: hoy en día, si los trabajadores se organizan pueden incluso lograr mejores condiciones que las estipuladas. El gobierno ha llegado a no homologar paritarias entre el trabajo y el capital con el argumento de que darían rienda suelta a una lógica inflacionaria. 

¿La libertad es libre?

VIII

La Reforma Laboral no es modernización, es esclavismo. Implica una vuelta a las condiciones anticuadas de trabajo, rompe con conquistas cruciales, busca enemistar a los trabajadores. 

Toma la premisa de que el trabajo, a los trabajadores, no les pertenece. 

Encima van a decir que este tipo de argumentos, con movilizaciones contra esta política, atrasan. 

Se equivocan: estos debates no hacen más que adelantar. 

*****

Nos vemos en las luchas que siguen. Buen domingo de mate.

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