Los ejecutores de la masacre de Trelew fueron los capitanes Sosa y Herrera, los tenientes Bravo y Del Real, y el cabo Marandigo, todos pertenecientes a la Marina. Los nombres fueron suministrados por la propia Marina, en un comunicado del 10 de octubre, en el que repetían la “historia oficial” de que los militares habrían actuado “en defensa propia” ante el intento de los presos de arrebatarles las armas.

El último decreto firmado por Lanusse, el 30 de abril de 1973, becaba durante un año al capitán Luis Emilio Sosa para realizar un curso en Estados Unidos. Nada se supo después del paradero de los responsables materiales de la masacre. “Su destino parece ser, hasta el día de hoy, uno de los secretos más reservados de la Armada” (Todo es Historia, ídem anterior).

Durante treinta años, bajo los más distintos regímenes políticos (incluido el de los “progres” de la Alianza), el Estado argentino ha seguido una política de defensa incondicional de sus cuadros. Tanto con Astiz como con sus antecesores de Trelew.