El triunfo de Milei, la caída del peronismo y Juntos por el Cambio, y la elección de la izquierda
Un primer balance de las Paso del domingo 13.
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Se preanuncia una polarización entre un gobierno ajustador y una variante fascistizante.
El resultado de las Paso representó un sacudón a nivel nacional por el triunfo de Javier Milei. Milei capitalizó la bronca acumulada por la crisis económica, el crecimiento de la pobreza y el fracaso político tanto de Juntos por el Cambio como de Unión por la Patria. Sacó el 50% de los votos en Salta, donde luego de las elecciones provinciales se desarrolló una enorme rebelión docente. Le ganó a Morales en la sublevada Jujuy. Hizo una fuerte elección en la Mendoza de Cornejo. Ganó en Córdoba, donde Juntos por el Cambio hizo una elección floja y Massa no llegó a los dos dígitos. Su crecimiento fue, en cambio, menor en la provincia de Buenos Aires, y se estancó en la Capital, donde tuvo un enorme peso la interna de Cambiemos.
Milei canalizó por derecha la oposición a un gobierno nacional que posó de nacional y popular para pactar con el Fondo Monetario un plan de ajuste salvaje, que tuvo en el lunes posterior a la elección un nuevo salto con la devaluación del 22%, colocando al país al borde de una hiperinflación. La población concurrió a votar en medio del enorme impacto del asesinato de Morena Domínguez en una zona liberada policial, la expresión de una crisis y una descomposición social sin precedentes.
En esta situación, caló la propuesta de dolarización incluso cuando ésta, si pudiera realizarse, sería luego de terminar de eliminar el poder de compra del peso y especialmente de los salarios y jubilaciones. Hizo demagogia punitiva frente a la crisis de la seguridad diciendo que ”el que las hace las paga” y llamando a fortalecer las fuerzas de seguridad sin mencionar que el delito es organizado en gran medida por estas fuerzas y que la población carcelaria no deja de crecer a la par del delito. Se presentó como la contracara de “la casta” después de vender candidaturas a concejales y armar una fuerza sostenida en una camarilla familiar.
Las raíces de que semejante fraude con aspiraciones fascistizantes pudiera progresar hay que buscarlas por lo tanto en el fracaso de fondo de todas las fuerzas políticas tradicionales, totalmente desprestigiadas a los ojos de amplias masas de la población. Su misoginia hundió raíces en el desprestigio del funcionariado del Ministerio de las Mujeres, que mira pasivamente cómo siguen los femicidios mientras defiende el programa de ajuste que golpea especialmente a las mujeres más pobres; y en el alimento del gobierno a las iglesias católicas y evangélicas, que siguieron pregonando su oposición al aborto legal. Presentó las escuelas voucher como una respuesta a la crisis educativa, cuando es claro que el desmantelamiento que promueve esta línea privatista va a ser un enorme golpe para terminar de rematar una educación pública vapuleada por los gobiernos de todos los signos políticos.
El triunfo de un dolarizador provocó previsiblemente una corrida, que el gobierno alimentó con la devaluación del dólar oficial. El llamado de Macri para felicitarlo muestra el interés de un sector de la burguesía por contener y condicionar un candidato que no tiene estructura ni armado político para sostener las propuestas antiobreras que viene a representar. Muchos equipararon su triunfo con el de Trump, pero este contaba con el Partido Republicano. O con Bolsonaro, pero este tenía un apoyo mucho más activo del ejército y la militancia ruralista y evangélica. Para avanzar efectivamente hacia un régimen fascista debería reunir los recursos políticos para implementar su programa de reformas antiobreras, algo que todavía no está dicho que pueda realizar.
Giro a la derecha y discurso antipiquetero
El triunfo de Milei fue la expresión más extrema de un giro a la derecha que abarcó a todas las fuerzas políticas. La burguesía reposó con tranquilidad en que si las opciones eran Bullrich o Massa no había nada en juego en términos de planteos nacionalistas o antipatronales. Dividió sus apoyos a ambos lados de la grieta, y apuntó desde los medios a contener forzando una polarización que la elección de Milei hizo volar por los aires. La segunda fuerza fue Juntos por el Cambio, donde ganó Bullrich con 17%. Larreta se hundió, perdiendo en todos lados. Su campaña finalizó con el asesinato -abiertamente reivindicado por Bullrich- en el Obelisco de Facundo Molares, un militante de Rebelión Popular. En Unión Por la Patria Massa se impuso por amplio margen, desmintiendo un crecimiento de Grabois que no llegó a representar ni la sombra del viejo voto kirchnerista. El kirchnerismo se presentó totalmente diluído a la elección. El programa que Grabois pretendía para “condicionar” a Massa este último lo tiró a la basura la noche de la elección, porque ya había pactado secretamente una devaluación con el Fondo Monetario. Quedó de nuevo en evidencia la falsa vía muerta de la “lucha interna” dentro del peronismo, en el cual, como decía Perón “el que gana gana y el que pierde acompaña”.
Un punto nodal de este giro a la derecha fue el discurso antipiquetero y más en general antilucha, que concentró fuertemente la campaña de Bullrich pero que tuvo expresión en todas las fuerzas políticas. Cumplió el rol de responsabilizar a un sector explotado de la población de la enorme crisis nacional, desviando las responsabilidades reales de los políticos capitalistas. Promovió una división de las filas de la clase obrera, donde se presenta a quien sale a luchar contra el hambre como el responsable de la inflación y por lo tanto del deterioro salarial. Planteó un principio, de nuevo, fascistizante: la construcción de un enemigo interno dentro de la propia clase obrera, para transformarlo en el chivo expiatorio de la bronca social. Esta campaña caló hondo en barrios populares hundidos en salarios de hambre, donde miles de trabajadores perciben como una injusticia la ayuda que tiene el que sí lo cobra. De la misma manera se atacó a los jubilados ingresados mediante las moratorias o a las luchas docentes, responsabilizándolas, sea por la catástrofe de las jubilaciones de hambre, sea por la crisis de la educación pública.
Otro tanto ocurre con el combate a los derechos laborales y los convenios colectivos instalando que impiden el blanqueo de los trabajadores precarizados, una posición que alimentó incluso Grabois con sus escandalosas declaraciones sobre la “industria del juicio”. La derechización de la elección se montó sobre todos estos prejuicios volcados masivamente en medios y redes, apuntando a responsabilizar a sectores populares de la crisis de fondo que recorre el país. Por eso, no es casualidad que el racismo y la misoginia aparecieran recurrentemente en la campaña: son los recursos de los capitalistas para dividir y controlar a las masas. La posición del PTS con agravios contra el movimiento piquetero que lucha de manera independiente termina acompañando esta campaña.
Combatir este quiebre en la unidad de clase es una tarea fundamental en la etapa que se abre.
El voto al Frente de Izquierda
La elección del Frente de Izquierda fue pobre, estando por debajo de las expectativas previas. Con un 2,68 (628 mil votos) retrocedimos levemente respecto de las Paso de 2019, que habían estado marcadas por la fuerte polarización entre Macri y el Frente de Todos. En Jujuy, el FIT-U realiza la mejor elección del país con un 10 % a senadores de los cuales nuestra lista aporta un 18%. La lista que encabezamos con Gabriel Solano, junto con el MST, obtuvo a nivel nacional 186.808 votos, un 30% de los votos de la interna. Con Vanina Biasi a la cabeza, nuestra lista triunfó en la elección concurrente en Capital, obteniendo 45 mil votos de los 67.800 del FIT-U (que significó un 3,66% de la votación general). Ganamos en Salta, Chaco y Catamarca (aunque en estas últimas no pasamos las Paso) y además tendremos candidatos encabezando las listas locales del FIT-U en octubre en Santa Cruz y Chubut.
Nuestra campaña tuvo una enorme extensión territorial y un gran desarrollo militante, que arrancó desde el plenario del 17 de junio en Plaza Congreso donde fueron votados los candidatos, encabezados por la fórmula Solano–Ripoll, y culminó en una enorme fiscalización que agrupó más de 15.000 fiscales en todo el país. Nuestro método de debate en plenario y la lucha que dimos por el perfil del Frente de Izquierda hicieron posible agrupar numerosas organizaciones que se sumaron a las listas y apoyaron la campaña. Este método marca un camino de deliberación y organización que fue un paso adelante para el FIT-U.
El resultado del Frente de Izquierda estuvo condicionado por el cuadro general de la elección. Una elección fuertemente volcada a la derecha y concentrada en el ataque a las luchas populares y especialmente el movimiento piquetero. Nuestra lista, que salió al cruce y defendió activamente la organización de los barrios, sufrió especialmente este aislamiento, incluso en barrios populares, donde de todas maneras obtuvimos las mejores elecciones, como ocurrió en González Catán, en las urnas de migrantes de Capital, provincia de Buenos Aires y en menor medida del resto del país (donde el empadronamiento para votar es mucho menor). A pesar de que nos propusimos empalmar con el fenómeno de bronca popular con el planteo de que se vayan los políticos capitalistas, no logró hacer mella en el descontento que recorrió los barrios y que capitalizó fuertemente Milei.
Desde nuestra lista planteamos consecuentemente la necesidad de que el Frente de Izquierda apareciera con una posición clara de independencia respecto del kirchnerismo, un punto de partida fundamental para aparecer como alternativa frente al derrumbe de un gobierno parido por Cristina Fernández. Bregman no aceptó el debate que propusimos sobre el rumbo del Frente de Izquierda, le propuso en cambio un debate a Juan Grabois. Su campaña culminó remarcando una línea de adaptación a los planteos de la centroizquierda, hablando de “un modelo económico de salarios bajos, basado en un extractivismo feroz, para juntar los dólares para pagarle al Fondo Monetario. Un modelo que tiene a la dirigencia sindical guardando silencio y especulando electoralmente”, cuando desde la izquierda siempre hicimos un centro en denunciar que no se trata de “modelos” sino del régimen capitalista de hambre y miseria social.
Nuestra campaña estuvo muy ligada a la expresiones de la lucha de clases en sus límites: la rebelión en Jujuy, las huelgas docentes en el país y en la provincia de Buenos Aires, los paros del Sutna, la enorme movilización de julio del movimiento piquetero, la movilización masiva frente al crimen de Molares, como así también la organización de la lista que gana la Uepc de Córdoba.
Nuestra elección fue un primer paso abierto en una lucha por la defensa del FIT-U como polo de reagrupamiento independiente y combativo que será vital en la próxima etapa.
Hacia octubre
El resultado electoral dividido en tercios deja incógnitas para octubre. A nivel nacional, Bullrich queda en una posición difícil, por el golpe a Juntos por el Cambio que representa el magro resultado electoral y, sobre todo, por la dificultad de responder al argumento de Milei de que sería su “segunda marca”. Sufre la inversión de roles, después de achacarle a Milei su rol de divisionismo para derrotar al peronismo. Todo preanuncia, por lo tanto, una polarización entre Massa y Milei. Un gobierno que aplica un feroz ajuste y una variante fascistizante. La enorme preocupación que genera este cuadro en una amplia capa de trabajadores, deberá alumbrar una lucha contra el ajuste actual y contra el avance de Milei y la derecha, y contra los golpes que se vienen luego de las elecciones. Por nuestra parte, vamos a colocar toda nuestra energía en esta lucha política, con esta perspectiva defenderemos el voto al FIT-U en octubre.
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