Políticas

10/10/2022|1655

La caída (y el reemplazo) de Moroni

El rol de la huelga del Sutna, los cuestionamientos por derecha y la llegada de “Kelly” Olmos.

Claudio Moroni y Kelly Olmos

Obvio, cuando un ministro se va junto a otros dos, se trata de una crisis de gabinete. Y cuando de los 21 ministros iniciales a un gobierno le quedan cinco se nota que hablamos de un gobierno en ruinas, especialmente si consideramos que entre los cambiados está el Jefe de Gabinete y el de Economía. Aunque en el caso de Claudio Moroni se trata de un ministro que se está haciendo más conocido al irse que mientras estaba, tal su intrascendencia.

No hay analista que no vincule la caída a la larga lucha del Sutna. Los primeros que lo cuestionaron, sin embargo, en soledad, durante meses, fueron los propios trabajadores y dirigentes del Neumático. Moroni apostó y cómo a quebrar esa formidable lucha por desgaste. No solo por los cinco meses en los que se sucedieron la conciliación obligatoria y las 25 infructuosas audiencias, sino porque en muchas de ellas el ministro practicó los métodos más perversos para quebrar la moral de los dirigentes y de los trabajadores, a menudo en paro y movilizados durante largas horas y días frente al Ministerio de Trabajo y en las puertas de las fábricas, en las rutas y aún en la Plaza de Mayo, reclamando audiencia al que corta el bacalao, Sergio Massa, que nunca recibió a los trabajadores. Moroni fue el ariete de la posición antiobrera del superministro de economía y su ministro de producción que derivó en la intervención final del tigrense, extorsionando con abrir la importación de neumáticos para quebrar la huelga. Moroni cae cuando el que se llevó el top de los cánticos de la masa de los obreros del neumático fue el súperministro.

La gestión y la salida de Moroni

¿Podemos decir entonces que la huelga triunfante volteó al ministro? Sí y no. Sí porque su estrategia fracasó y, debido a la formidable unidad obrera alrededor de la dirección clasista y reunidas las condiciones de desabastecimiento logradas por la propia lucha, la fragilidad del gobierno, al mismo tiempo que la división de la burocracia sindical; y el empalme con un reverdecer de luchas y movilizaciones obreras de ocupados y desocupados, la huelga impuso gran parte de sus reivindicaciones. No, porque los cuestionamientos a Moroni para su caída fueron por derecha. La crítica es que “no puso fin a la larga lucha del Sutna”, es decir, que no disciplinó a los trabajadores díscolos que patearon el tablero, llegando a la huelga general por un aumento por encima de la inflación que trepa a tres dígitos. Este ángulo fue común a la UIA, a todas las alas de Juntos por el Cambio, a la CGT, a los multimedios y siguen firmas.

La Cámpora también lo cuestionó, para voltear un muñeco albertista más, sin aclarar jamás el contenido de su crítica y mientras el sindicalismo kirchnerista no solo miró para otro lado sino que, en la persona de Pedro Wasiejko (el presidente de Astilleros del gobernador bonaerense Axel Kicillof), terció al final del conflicto para tratar de quebrar la huelga. El resultado del cuestionamiento kirchnerista se presentía similar al ocurrido con el cuestionamiento a Martín Guzmán. Vino un Guzmán recargado, derivó en el apoyo al agente del FMI y del Departamento de Estado norteamericano que hoy es el timonel del ajuste del gobierno, eso sí, con el respaldo de Cristina Kirchner. Y ocurrió ahora con el nombramiento de Kelly Olmos en lugar de Moroni, sobre la que volveremos al final.

Pero no dejemos ir a Moroni livianamente. Su estrategia de desgaste para que las patronales y la burocracia sindical trituren las luchas obreras la vimos de cuerpo entero en la dilatada lucha de los metalúrgicos de GRI Calvino, la vimos contra los obreros de la carne sean de Arrebeef, de Cresta Roja o de Penta, solo por nombrar algunos casos emblemáticos.

Moroni se va con un récord de trabajo en negro del 37,8%, ante la pasividad monstruosa de su Ministerio que, al contrario, acompañó la transformación de millones de trabajadores en falsos monotributistas, ejecutando la reforma laboral que su gobierno dice rechazar. Con el salario real en caída desde 2019, de manera tal que en lugar de recuperar los golpes sufridos en el macrismo, acumula un 25% de deterioro desde fines de 2015. Por supuesto, a los trabajadores informales les ha ido peor en cada tramo, por ejemplo en el primer semestre de este año perdieron un escalofriante 14%. La hazaña de Moroni es que solo uno de cada diez trabajadores tras su gestión supera la línea de pobreza de $120.000 que marca el Indec.

Agreguemos que quien cobra arriba de $131.208 no percibe el salario familiar por hija o hijo. Y por si esto fuera poco, de nuevo un millón de trabajadores pagan Ganancias con la particularidad que si pasan el piso tienen un mínimo no imponible expropiatorio que jamás se actualizó. Su “gracia” ha sido considerar a las y los trabajadores desocupados que perciben un plan Potenciar Trabajo que no potencia nada, como ocupados, disimulando una desocupación que bien medida supera el 12% sin contar la subocupación. No se trató de un “funcionario que no funciona”, al decir de la vice; se va como un peón de las patronales, de los ajustes del FMI y de lo peor de la burocracia sindical, a la que le convalidó todas las tropelías contra la oposición antiburocrática. Alguien podrá decir que no se podía esperar otra cosa de un exabogado de Armando Cavalieri y exfuncionario del BID, por supuesto, pero fue parte del gabinete “nacional y popular” durante los tres años de gobierno.

La reemplazante

A Moroni lo reemplaza Kelly Olmos, actual vice de José Ignacio de Mendiguren en el BICE, ex Guardia de Hierro, candidata a Jefa de Gobierno por Carlos Menem, exsecretaria de Carlos Corach (el ministro del interior menemista que mandaba las tropas a las huelgas y ocupaciones obreras), exfuncionaria propatronal de la pequeña y mediana industria. A Moroni lo cuestionaron por derecha y lo reemplazaron por derecha. Las primeras palabras de la funcionaria ya la delatan: “la mejor manera de defender el salario es combatir la inflación”. El punto es que la inflación es el arma del ajuste contra el salario mediante paritarias que corren de atrás y a la baja. El punto es que no tendría que haber una sola paritaria que no tenga cláusula de garantía frente a la inflación, como la del Sutna. Pero no viene a eso la ministra, viene de tropa de refresco para aplicar la política del FMI y de la burocracia sindical, aunque el Presidente no haya consultado a la CGT para nombrarla.

Como denunciaron los dirigentes del Sutna en lo más caliente de la huelga frente al Ministerio, “esta no es la casa de los trabajadores como nos mienten desde el gobierno”. Hace mucho que el peronismo abandonó el papel de arbitraje para asegurar algunas concesiones a los trabajadores, hoy es un agente especial de la contención para acabar con conquistas que costaron siglos de lucha. Pasan los ministros, nada se puede esperar de ellos. Ni hablar de la derecha o los liberfachos. Aseguremos el progreso de la causa del clasismo, que es la causa de la independencia política de la clase obrera. Construyamos un nuevo movimiento popular con banderas socialistas.