La devaluación ejecutada por el gobierno al día siguiente de las Paso, en función de cumplir con las exigencias cambiarias del FMI, tuvo un enorme impacto en el precio de la comida, tal como lo reflejaron diferentes relevamientos privados. Las medidas económicas anunciadas por Massa contienen paliativos que de ninguna manera podrán subsanar el bolsillo popular y beneficios al agro que agravarán la inflación en alimentos. Como vemos, las medidas del gobierno acrecientan la fortuna de un pequeño sector, a costa de hambrear a las familias trabajadoras.

Según la consultora Ecolatina, la inflación en alimentos trepó a 13,5% en agosto, mientras que la consultora Orlando Ferreres la calculó en 12,4%. Por su parte, la canasta alimentaria medida por Isepci -relevando los comercios de cercanía del Gran Buenos Aires- pegó un salto del 26,99% en agosto. En dicho mes, una familia de cuatro integrantes en el conurbano bonaerense necesitó $110.079,26 para no caer por debajo de la línea de indigencia (167,05% más que en agosto de 2022). La vigencia del dólar diferencial para los productos de las economías regionales y el maíz ya venía acelerando los precios de muchos alimentos en las góndolas locales y la devaluación del 22% agravó la situación.

Sucede que, si bien la mayoría de los alimentos que consumimos no son de origen importado, el capital agrario busca inmediatamente replicar en el mercado interno los mayores beneficios que obtiene exportando. Puede hacerlo porque posee el monopolio del complejo agroexportador local y de la tierra, algo que ningún gobierno se ha propuesto alterar. Por el contrario, Massa acaba de eliminar las retenciones para los productos agroindustriales de las economías regionales y lanzar un nuevo dólar soja, permitiendo liquidar a la cotización paralela el 25% de las exportaciones de la oleaginosa y sus subproductos. Algo que sin dudas repercutirá en la inflación futura.

La carne fue uno de los alimentos que más se dispararon durante agosto por este motivo. El costo del novillo en Hacienda escaló 70% entre julio y agosto según la Fundación Mediterránea, constituyendo el mayor aumento de los últimos 18 años, y eso se trasladó directamente a los precios del mostrador. En ese sentido, el relevamiento de Isepci citado anteriormente registró subas mensuales muy pronunciadas en las carnicerías barriales, del 59,09% en el kilo de nalga, del 56,67% en el kilo de carne picada, del 50,15% en el kilo de carnaza y del 49,75% en el kilo de asado.

El mismo fenómeno también explica la suba -registrada por la misma fuente- del 25% en el kilo de pan (derivado del trigo); del 25% en la docena de huevos (porque el maíz es principal alimento de las aves utilizadas en la producción ovícola); del 23,19% en el kilo de azúcar (producto incluido dentro del último dólar agro y que ahora estará exceptuado de pagar retenciones); y del 20,47% en el kilo de polenta (derivado del maíz). A lo anterior debemos sumar el efecto devastador que tuvo el temporal sobre las huertas hortícolas -debido a la precariedad de sus instalaciones- impactando en el precio de productos como la papa y la acelga, que aumentaron 30,95% y 24,74% respectivamente en el mes de agosto. En definitiva, el copamiento del agronegocio estuvo detrás de todos esos incrementos.

Finalmente, las políticas de hambre que aplica el oficialismo se llevan puestos los bonos anunciados. Se trata de un gobierno empeñado complacer al FMI y engrosar el bolsillo de los capitalistas, a costa del plato de comida de las mayorías. La lucha por recomponer los ingresos de la población trabajadora no puede esperar. Necesitamos un congreso de delegados de base del movimiento obrero y piquetero que vote un plan de acción por trabajo genuino, salario mínimo equivalente a la canasta familiar y aumentos salariales indexados a la inflación mensual. Abajo el programa del FMI.

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