Políticas

8/6/2022

Podrían faltar garrafas por la escasez de gasoil

La población trabajadora paga las consecuencias de un régimen energético parasitario.

Peligra el traslado de garrafas en varias provincias.

La Cámara de Empresas Argentinas de Gas Licuado (Cegla) advirtió que la escasez de gasoil que azota a 19 provincias pone en peligro el suministro de garrafas en aquellas jurisdicciones del país donde no llega el gas natural, como Chaco, Corrientes, Formosa y Misiones. El posible colapso energético en esos territorios plantea nuevos padecimientos para sus habitantes, quienes ya debían lidiar cotidianamente con la falta de acceso a este servicio público esencial.

Como se ve, el desabastecimiento de gasoil en los surtidores dificulta la distribución de gas envasado por medio de camiones, particularmente en el norte del país. Las empresas denuncian que, sumado a la falta de gasoil y a los cupos de 20 litros por unidad, en algunas estaciones su precio no baja de los $230 el litro. Sin lugar a dudas, detrás de las quejas del sector se esconde la intención patronal de aumentar el precio de la garrafa, o bien, obtener más subsidios estatales. No obstante, es innegable que la crisis en torno al aprovisionamiento de gasoil impacta de lleno en toda actividad económica (industria, agro, logística), y, en este caso, amenaza con dejar sin gas envasado a la población más vulnerable mientras recrudece el frío.

Una radiografía del parasitismo de todos los eslabones de la cadena energética. Por un lado, que regiones enteras de Argentina no cuenten con conexión al gas de red evidencia el fracaso de los sucesivos gobiernos, que han hecho de la obra pública una fuente de negociados capitalistas a costa de los recursos del país, en lugar de orientarla a resolver las necesidades sociales. Sin ir más lejos, mientras millones de trabajadores deben recurrir a la compra de garrafas como única alternativa, la licitación del gasoducto Néstor Kirchner se encuentra paralizada, como consecuencia de los lobbys empresariales en disputa.

Por otro lado, la escasez de gasoil está asociada a una merma en la extracción de petróleo pesado en las cuencas locales -el que se utiliza en la producción de este combustible-, fruto de la declinación productiva de esos yacimientos y la falta de un flujo de inversiones que permita realizar las perforaciones necesarias para lograr una reactivación. A su turno, una buena porción del crudo pesado que se produce en el país tiene destino de exportación, donde las empresas hidrocarburíferas sacan provecho de los altos precios internacionales. El gobierno les concede a estos pulpos la posibilidad de vender al exterior a pesar del desabastecimiento que asola al mercado interno porque necesita de las divisas que ingresan por ese medio en pos de arrimarse a las metas de acumulación de reservas impuestas por el FMI.

Entre otras prebendas, las petroleras exigen como moneda de cambio para incrementar la producción equiparar el precio del barril local a los precios internacionales en alza: “la cotización internacional del barril de petróleo Brent —de referencia para el país— está en torno a los USD 116, mientras que el precio local del barril ronda los USD 65” (Infobae, 2/6). Lo cual daría lugar a una disparada en el precio de los combustibles, constituyendo un duro golpe al bolsillo popular y echando leña al fuego del espiral inflacionario.

Frente a que el insumo para producir gasoil escasea, las refinadoras son reticentes a importar dicho combustible a fin de cubrir la demanda interna, debido a la disparidad que existe entre el precio internacional y el precio de venta en los surtidores criollos. Mientras el primero trepó en abril un 77% interanual, el segundo aumentó un 13% en dólares en el mismo período. Como condición para incrementar los niveles de importación, las refinadoras privadas reclaman trasladar esos mayores gastos al surtidor.

Por el momento, YPF viene asumiendo el grueso de la importación incremental de gasoil. En ese sentido, duplicó los encargos al exterior con la compra de 3 barcos para junio y 4 para julio. Ahora bien, la posibilidad de seguir importando choca con la escasez de dólares del Banco Central y con la exigencia del FMI de preservar las reservas para el pago de la deuda.

Esta merma en la oferta se combina con un aumento en la demanda de gasoil, del 20,6% en abril en términos interanuales según el Instituto Argentino de la Energía “General Mosconi”, debido a varios factores. Por un lado, como la producción de gas en el país resultó insuficiente para cubrir la demanda interna -también como resultado de la “huelga de inversiones” que protagonizan las petroleras-, las centrales termoeléctricas comenzaron a suplantar dicho insumo por gasoil. De hecho, en los últimos doce meses el consumo de gasoil para la generación eléctrica aumentó en un 131%, mientras que el de gas descendió un 1,6% en el mismo período. En esa línea, en vistas de que el suministro de gas podía escasear en el invierno y que el gasoil es su principal sustituto, las industrias, productores y distribuidores incurrieron en un acopio anticipado de este último (Ecojournal, 1/6).

Por otra parte, otro de los motivos del desabastecimiento es que las empresas transportistas, que habitualmente se abastecían de gasoil en el segmento mayorista -con precios muy similares a los internacionales-, recurren cada vez más a las estaciones de servicio para cargar combustible más barato y reducir costos.

A fin de cuentas, esta crisis es el resultado de una política energética al servicio del lucro privado, donde las consecuencias de la desinversión capitalista las paga el pueblo trabajador, a través de aumentos en el combustible, padeciendo los efectos recesivos de la falta de gasoil, y, ahora, corriendo en el riesgo de quedarse sin garrafas durante el invierno. En este cuadro, exigimos que el gobierno garantice la provisión de gas envasado en los hogares, ya que de lo contrario millones de familias pueden quedarse sin calefacción, sin poder cocinar y sin agua caliente.