Políticas

11/11/2021

La falacia de que una devaluación es necesaria para que exista competitividad

Los términos de intercambio del comercio exterior argentino ya son favorables, sin embargo, al país no le queda nada.

En el último tiempo, distintos voceros de la clase capitalista, empezando por el FMI, se vienen pronunciando a favor de cerrar la brecha cambiaria en el país por la vía devaluatoria. Entre otros argumentos, plantean que una medida de este tipo mejoraría la competitividad de las exportaciones argentinas en el mercado mundial. Lo cierto es que en la actualidad ya contamos con términos de intercambio internacional favorables para el país, sin embargo, dicha ventaja no ha redundado en un mayor desarrollo económico ni ha colaborado en revertir la crisis social que se profundiza día tras día.

Según el Indec, en el tercer trimestre del 2021 los términos de intercambio del comercio exterior argentino mejoraron un 7,9% en relación al tercer trimestre del año pasado. Este índice mide la relación entre los precios de exportación y de importación. El informe arroja que los precios internacionales de los bienes que exporta Argentina tuvieron un aumento del 31% en términos interanuales, mientras el incremento de los bienes importados fue menor, con una evolución interanual del 21,4%.

El crecimiento de los precios de exportación fue mayor en el caso de los combustibles y energía (86% interanual) y de los productos primarios (35% interanual). Este salto en los precios internacionales de las commodities es lo que explica que en los primeros diez meses del año solamente el agro haya liquidado divisas por USD 28.086,9 millones provenientes de sus ventas al exterior (Ámbito, 10/11).

Dentro del 2021, los términos de intercambio aumentaron un 11,4%. En ese período subieron un 25,6% los precios de exportación y un 12,7% los de importación.

En ese sentido, el superávit comercial obtenido en los primeros nueve meses del año de USD 12.322 millones se debe en mayor medida a esta valorización del intercambio comercial del país con el exterior, ya que en términos de cantidades, aumentaron más las importadas que las exportadas, 28,9% y 19,7% respectivamente, en comparación al tercer trimestre del 2020.

Que las cantidades importadas de bienes de capital y de piezas y accesorios para bienes de capital hayan tenido un aumento interanual del 20,2% y del 64,5% respectivamente revela que la “reactivación económica pos pandemia” no modificó un ápice el bajo grado de desarrollo y de autonomía que tiene la industria nacional, mostrando a todas luces que la burguesía nativa ha fracasado en la tarea de revertir el carácter semicolonial de Argentina.

Por otra parte, que la cantidad de bienes exportados no despunte da cuenta de un escenario atravesado por la huelga de inversiones por parte de la clase capitalista. Por lo tanto, la posibilidad de que el superávit comercial se sostenga en el tiempo pende de un hilo, ya que dependerá de cómo evolucionen los precios de las commodities, una variable extremadamente volátil atada a la especulación bursátil. Cabe destacar que la potencial suba de la tasa de interés de la Reserva Federal de Estados Unidos traería aparejado una tendencia bajista en el precio internacional de las materias primas, a la vez que está pronosticado el arribo del fenómeno climático conocido como La Niña, el cual implica sequías, poniendo en riesgo la cosecha de la temporada 2021/2022.

Sin reparar en esto, los abanderados de devaluar la moneda están interesados en acrecentar los beneficios de las patronales exportadoras, a costa de desatar una hiperinflación en Argentina que terminará de pulverizar los ya deteriorados ingresos de la clase trabajadora. Sin ir más lejos, distintos analistas prevén que, en caso de avanzar en una devaluación abrupta, la inflación para el 2022 podría llegar tranquilamente al 70% (Infobae, 11/11).

Por otro lado, los datos del Indec demuestran que la mentada “competitividad” del país en el mercado mundial ya está dada. No obstante, las divisas que ingresaron a raíz del auge exportador no tuvieron como destino robustecer las reservas del Banco Central ni tampoco sirvieron para inaugurar un ciclo de inversión. Por el contrario, fueron dilapidadas mediante la fuga de capitales y el pago sistemático de vencimientos de deuda.

Como vemos, otorgarle más prebendas a las ramas de exportación no garantiza ningún desarrollo nacional. Menos aún asegura mejores condiciones de vida para los sectores populares; por el contrario, con un dólar más caro, las empresas que exportan inmediatamente buscarán replicar en el mercado interno los mayores beneficios obtenidos por las ventas al exterior. A su vez, un salto devaluatorio encarecería los insumos importados, trasladándose al precio final, y, además, ejercería presión sobre el valor de las tarifas de los servicios públicos, considerando que el precio del gas en boca de pozo -insumo base de toda la industria energética- se encuentra dolarizado.

De esta manera, los principales ganadores de una devaluación serán los monopolios internacionales que acaparan el complejo oleaginoso-cerealero local, cuyas exportaciones del 2021 han representado el 48% del total. Son las multinacionales, que, a su vez, dominan el grueso del comercio exterior del país, ya que son dueñas también de las terminales portuarias ubicadas en el Gran Rosario, las cuales concentran el 73% de la capacidad de almacenaje de puertos de Argentina (Bichos de Campo, 6/11). En resumidas cuentas, la depreciación del peso que exige un sector de la clase capitalista no hará más que profundizar la primarización y extranjerización de la economía nacional.

En definitiva, los trabajadores debemos rechazar cada uno de los argumentos que levantan nuestros detractores para defender medidas que abonan en la destrucción salarial. Nos toca preparar la lucha para enfrentar esta ofensiva, levantando un programa que plantee el salario mínimo igual a la canasta familiar, la indexación de los salarios y de las jubilaciones a la inflación, la prohibición de despidos y suspensiones, trabajo bajo convenio para todos y reparto de las horas de trabajo sin afectar el salario.

A su vez, le oponemos a la extorsión que nos presentan las variantes patronales, entre devaluar o seguir perdiendo divisas, un plan de reorganización social que logre terminar con la fuga de dólares y recapitalizar el Banco Central para dirigir esos recursos al desarrollo nacional y a la satisfacción de las necesidades populares. Lo anterior implica romper con el FMI, repudiar la deuda usuraria y nacionalizar bajo control obrero la banca y el comercio exterior para poner fin a este régimen de saqueo. Es la perspectiva que defendemos desde el Frente de Izquierda Unidad, la cual está al servicio de construir una salida a la crisis por parte de los trabajadores.

 

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