Políticas
26/4/2022
La inflación en alimentos, el tractorazo y las “rentas inesperadas”
Lo que hay de cierto en las acusaciones cruzadas entre el gobierno y un sector del capital agrario.
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Cae el consumo de alimentos, crece el negocio de exportación.
En el choque de muy bajo voltaje entre el gobierno y un sector del capital agrario, entre el dudoso gravamen a la “renta inesperada” y el modesto “tractorazo” respaldado por toda la oposición patronal, se acusan mutuamente de fomentar la suba de los precios de los alimentos, que sigue a toda velocidad. Incluso se responsabilizan unos a otros por poner trabas a la salida del hundimiento económico del país, en el preciso momento en que los precios internacionales de los productos agropecuarios deberían operar como un impulso extraordinario. Como suele suceder en estos casos, ambos tienen algo de razón.
Lo grave es que mientras se desploma el consumo de los alimentos (cayó 7,9% en marzo según la consultora Focus Market), que por el simple motivo de que todos tenemos que comer se consideró siempre como “ïnelástico”, asistimos a un negocio redondo a base de exportar alimentos del cual a la Argentina no le queda nada. Por boca del ministro Julián Domínguez el gobierno salió a descartar subir las retenciones, cuando a pesar del ingreso récord de divisas el Banco Central no logra incrementar sus reservas internacionales. Incluso si, como parece improbable, se sancionara un impuesto sobre las “rentas inesperadas”, la mayor recaudación se iría de la misma manera por la ventanilla del pago de la deuda.
Por lo demás, nada tiene de “inesperado” que la renta agraria se la apropien un puñado de pulpos, especialmente las multinacionales que despachan sus ventas al exterior desde sus propios puertos privados. El hecho es que amén de una cotización internacional inmejorable de las commodities prima en el sector una tajante huelga de inversiones -como en el resto de la economía nacional. Esto no solo priva al país de un crecimiento económico sino que también está detrás del encarecimiento de los productos alimenticios. Por eso son un fiasco afirmaciones como la de Macri de que “al campo solo hay que dejarlo ser” para remontar la situación actual.
Veamos el tema. Según los números del Ministerio de Agroindustria en el primer trimestre se evidenció una fuerte primarización de las exportaciones, ya que en comparación con el año pasado crecieron 38% las toneladas de granos, mientras que las de aceite de soja retrocedieron más de un 40% y los subproductos como la harina de soja lo hicieron casi un 20%.
Las patronales molineras y aceiteras sostienen que “en este momento la capacidad ociosa del sector supera ampliamente el 50%” (Ámbito Financiero, 25/4), y el Indec registró que en el primer trimestre cayó en valores la exportación de manufacturas de origen agropecuario a pesar de que sus precios subieron casi un 15%. El boom agroexportador no tiene correlato en desarrollo económico alguno.
Hacia adelante los pronósticos tampoco son alentadores. En el caso de trigo, el cereal que voló en el mercado mundial a partir de la guerra en Ucrania, cuando se cierra la siembra para la próxima temporada la Bolsa de Comercio de Rosario estima que se producirán dos millones de toneladas menos que en la última campaña, por una retracción de 160.000 hectáreas que “no descartan que sea más aguda” (Infocampo, 25/4). Esto mientras escasea cada vez más el pan en la “mesa de los argentinos”; la consultora Eco Go releva que en lo que va del año los derivados de la harina treparon un 32,5%.
Lo mismo puede decirse del caso de la carne, cuyo consumo se encuentra en mínimos históricos. Es otro de los ejemplos del fracaso rotundo del gobierno en contener los precios: el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA) afirma que en marzo los cortes del programa Cortes Cuidados subieron hasta un 9,5%. Mientras tanto el consorcio de frigoríficos exportadores ABC destacó que por los mayores precios internacionales entre enero y marzo sus ventas fueron un 26% superiores a las del año pasado, a pesar de cierta disminución de los volúmenes (Infocampo, 24/4). Estos últimos caen porque solo aumenta el ganado en hacienda como una reserva de valor, como refleja el hecho de que la duración media de la terminación de vacunos se haya estirado casi un 30% en un año, según la encuesta de CREA (Ámbito Financiero, 19/4).
Un último ejemplo sobre el parasitismo de los capitalistas del campo puede verse en el récord histórico que marcó la comercialización de maquinaria agrícola, sin comparación comparado incluso en toneladas de soja, lo cual en ausencia de un crecimiento de la producción lo que refleja es que acopian sembradoras como reservas de valor que a su vez les permite acceder al dólar oficial; es decir a un subsidio indirecto del Estado.
Lo que urge es terminar con este régimen de hambre y saqueo, cuya inviabilidad es notable en esta disputa entre gobierno y empresarios del campo por los efectos que se derivan del acuerdo con el Fondo Monetario que ambos impulsan.
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