Políticas
12/2/2025
Los reclamos de la UIA, las evasivas de Caputo y los choques que se vienen
Los empresarios industriales exigieron rebajas impositivas para mejorar la "competitividad".
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Caputo y Funes de la Rioja.
Los representantes de la UIA mantuvieron una reunión con el ministro de Economía, Luis Caputo, donde le exigieron rebajas impositivas para contrarrestar los perjuicios ocasionados por la caída del tipo de cambio multilateral. De concretarse, esas medidas serían compensadas con mayor ajuste y presión fiscal sobre los trabajadores.
El encuentro tuvo lugar en medio de una recesión económica que no da tregua. Los datos del Indec confirman una caída de la actividad del 9,4% en 2024, superando el índice de la pandemia. El gobierno edificó esta realidad recortando la obra pública, facilitando la importación de productos terminados, pisando el dólar y golpeando el consumo. Ahora bien, las patronales no dudaron en descargar los efectos recesivos sobre las espaldas de los trabajadores, por medio de despidos y suspensiones. Según un análisis de Cepa, en el primer año de Milei se destruyeron 119.954 puestos de trabajo registrados en el sector privado.
A su vez, la decisión de Donald Trump de establecer aranceles del 25% a la importación de acero y aluminio en Estados Unidos promete agravar la crisis industrial en Argentina, afectando particularmente a Aluar y a las siderúrgicas del grupo Techint. El gobierno local, por su parte, promete franquear esa barrera proteccionista a través de un acuerdo de libre comercio con el país norteamericano, lo cual podría provocar una avalancha importadora proveniente del norte que perjudique aún más a la industria criolla. Además, la posibilidad de sellar ese tratado es absolutamente incierta.
En la reunión mencionada, los empresarios industriales decidieron dejar en segundo plano el reclamo de devaluación para centrarse en las ventajas impositivas. Lo anterior demuestra que, más allá de las fricciones, la clase capitalista sigue respaldando el rumbo de Milei, de quien valoran su disposición de ir a fondo contra los derechos laborales, y, por lo tanto, aún no se embarca en un cambio de frente devaluacionista. A su vez, todavía goza de las mieles del carry trade cuya base de sustentación es el dólar planchado.
Así las cosas, el sector exigió diversos beneficios fiscales como la devolución de saldos a favor acumulados en impuestos nacionales como el Impuesto PAIS o el IVA, eliminar los derechos de exportación para productos industriales, que las contribuciones patronales puedan ser a cuenta de IVA (desfinanciando la Anses), cómputo del Impuesto a los Débitos y Créditos Bancarios como pago a cuenta de Ganancias e IVA, entre otros.
Caputo, a sabiendas de que acceder a esos pedidos comprometería el superávit fiscal pactado con el FMI, respondió con evasivas y desvió la demanda hacia los gobernadores e intendentes: "(el ministro aseguró) que el objetivo es bajar impuestos, pero remarcó que también se necesita el esfuerzo de provincias y municipios para reducir tasas e ingresos brutos" (El Economista, 12/2). No obstante, en la medida que desoiga esa agenda, los choques con los capitalistas industriales tenderán a profundizarse.
En ese sentido, el mensaje de Milei en A24 dirigido a los industriales sobre que "si no se adaptan al mundo nuevo, van a quebrar" es elocuente respecto a los objetivos estratégicos del mandatario, quien busca inaugurar un nuevo ciclo de acumulación capitalista, no solo mediante la destrucción de las conquistas obreras, sino también llevando a la quiebra a un sector del empresariado como forma de liquidar el capital sobrante. Un camino que, sin dudas, estará plagado de tensiones y crisis al interior de la burguesía.
Por lo tanto, el intento de Milei de erigirse como árbitro sobre las distintas fracciones de la clase capitalista se posa sobre un terreno movedizo. En ese marco, probablemente elija otorgarle algunas concesiones a la industria en forma de reducciones impositivas, y, como correlato, preservaría el "equilibrio fiscal" redoblando el ajuste contra el pueblo y aplicando más impuestos regresivos. Una salida ruinosa para las mayorías.
Un aspecto relevante del problema es que Milei presenta ante la sociedad que el atraso cambiario y la apertura importadora serían medidas populares puesto que ayudan a amortiguar la inflación. Lo plantea en contraposición al peronismo, que actúa como portavoz de los popes industriales y se posiciona abiertamente a favor de una devaluación y de aplicar aranceles proteccionistas, cuando ambas iniciativas han demostrado ser inflacionarias.
Aquí vale mencionar que ninguno de los dos caminos beneficia a los trabajadores. El que adopta Milei lleva a la pérdida de fuentes laborales, más ajuste y va acompañado de reformas antiobreras y pautas salariales a la baja. Asimismo, un salto en el tipo de cambio arrasaría con el poder adquisitivo del salario y las jubilaciones, mientras que es sabido que ramas industriales protegidas como la textil se han aprovechado de la falta de competencia para elevar sideralmente los precios. Aún así, no se sabe hasta cuándo el gobierno va a poder seguir postergando una devaluación, con reservas en rojo, presión del agro, recrudecimiento de la guerra comercial a partir del triunfo de Trump y el préstamo del FMI que no llega.
Es necesario entonces defender una salida independiente de la clase trabajadora que plantee la reorganización del país sobre nuevas bases sociales. Es decir, la nacionalización bajo control obrero de los recursos estratégicos como el comercio exterior y el sistema financiero, en función de cortar con la fuga de capitales (pago de la deuda inclusive), conservar el ahorro nacional y abrir un curso de desarrollo autónomo y satisfacción de las necesidades populares.
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