La Dirección de Estadísticas e Investigaciones Económicas de Mendoza (Deie) dio a conocer el Índice de Precios al Consumidor del mes de junio del presente año. En la publicación se afirma un 5,9% de inflación durante el mes pasado (junio) y un acumulado desde principio de año de 38,2%.

Este informe se publicó al mismo tiempo que se daban a conocer los resultados del Indec que daban una inflación nacional de un 5,3%. Así, la provincia de Cambia Mendoza sigue por encima de la media nacional en su plan de ajuste. Se afirma el rumbo inflacionario que golpea a las familias mendocinas que siguen con salarios de miseria, y se consolida la política del Fondo monetario Internacional.

La publicación difundida por la Deie indica que la indumentaria es uno de los rubros que más suba de precios sufrió con un aumentó 9,7%, también que la atención médica y los gastos para la salud subieron un 8%, y los alimentos tuvieron un aumento del 6% de mayo a junio.

En Mendoza este camino implica una inflación interanual superior al 66%, por ahora, que lejos está de ser alcanzada por las paritarias a la baja.

El mes pasado la misma dirección de estadísticas informó que en mayo -recordemos que las estadísticas van con un mes de retraso– una familia tipo necesitó $95.405 para no ser pobre y $38.469 pesos para no ser indigente.

Mientras tanto, en la provincia, el gobierno de Rodolfo Suárez, en connivencia con los intendentes peronistas y radicales, continúan desarrollando un ajuste brutal sobre los trabajadores, con salarios de hambre. Parece contradictorio que en la provincia y los municipios se paguen masivamente salarios por debajo de la línea de la pobreza y al mismo tiempo se festeje un superávit fiscal.

Estos números son una tortura para las familias trabajadoras que ven alejarse cada vez más sus posibilidades de existencia, mientras las burocracias y organizaciones aliadas al gobierno siguen dando el visto bueno a las políticas de ajuste del gobierno nacional y provincial. Este es el caso de ATE que sigue defendiendo su política rastrera con el gobierno, y del Sute que consolida día a día su traición a los trabajadores de la educación.

La lucha piquetera, que se ha abierto espacio a través de una abnegada lucha, marca el horizonte de la necesidad de una política en defensa del salario, de las condiciones de vida de toda la clase trabajadora y de un paro nacional, que se viene reclamando, para superar el bloqueo que significan los partidos mayoritarios que sirven como órganos de contención para que se acredite un ajuste brutal sobre nuestras cabezas.

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