Políticas

24/4/2020

Otra vez el dólar

El dólar que se negocia en el mercado volvió a dar un salto, hasta llegar a intercambiarse en torno a los 120 pesos. La brecha con la cotización oficial superó así el 70%, y las presiones por una megadevaluación llegaron hasta el interior del directorio del Banco Central.


La tensión dentro del organismo se generó en torno a la discusión de cómo contener la corrida al dólar en medio de una aceleración de la emisión monetaria, con la que el gobierno fue pagando la deuda en pesos. Ello, junto con las medidas para incrementar la liquidez -como la baja de los encajes bancarios (es decir los porcentajes de los depósitos que deben quedar inmovilizados)-, está financiando el pasaje a la divisa norteamericana.


Otro factor de presión sobre el peso es la devaluación del real. La moneda brasileña anotó un récord histórico al registrar una paridad de 5,7 con el dólar, acumulando una caída del 42% en lo que va del año. Brasil es el mayor socio comercial de la Argentina, y esto golpea la competitividad de las exportaciones de nuestro país.


Ante la evidencia de que una devaluación gradual (que acumula un 10% en lo que va del año) no alcanza para contener la depreciación del peso en el mercado, un sector del directorio sería partidario de un ajuste mayor para achicar la brecha del dólar oficial con el contado con liqui y el que se comercia en la bolsa. El problema es el impacto que ello tendría en el resto de la economía, especialmente por sus efectos inflacionarios.


Mientras tanto, las expectativas de devaluación futura llevan a los sojeros a mantener retenidos granos por aproximadamente 9.000 millones de dólares. La no liquidación de la cosecha duele más al gobierno cuando se desploman los precios internacionales del petróleo, cerrando la vía de una recaudación de divisas a través de Vaca Muerta.



Por lo pronto, para contener el salto la Comisión Nacional de Valores dispuso que los fondos comunes de inversión en pesos deben reducir al 25% sus tenencias en dólares, con lo que espera que se vuelquen unos 400 millones al mercado hacia mediados de mayo. Pero además recurrió a la (hasta ayer vilipendiada) fórmula macrista de absorber los pesos en circulación mediante un aumento de las tasas de interés que paga el Central, no ya por las Leliqs -de vencimiento semanal- sino de un incremento sideral de los Pases Pasivos -de vencimiento diario, es decir más volátiles y más usurarios- que sustrajeron unos 530.000 millones de pesos. También volvió a aumentar la tasa de los plazos fijos.


Pero lo que encendió varias alarmas es la propuesta que se habría barajado en el gabinete económico del gobierno de proceder a una intervención estatal sobre los depósitos bancarios. La idea consistiría en modificar la carta orgánica del Banco Central con el objetivo de asignarle la potestad de forzar a los bancos a dar préstamos a la empresas, en la perspectiva de que estas puedan afrontar sus gastos en medio del párate económico. El titular de la entidad, Miguel Pesce, se habría opuesto categóricamente, asegurando que ello podría terminar poniendo en cuestión el patrimonio de la banca y desatar una crisis del sistema bancario.


Los límites de una intervención de este tipo, de todas maneras, son evidentes. Para empezar, nada garantiza que las empresas utilicen esos fondos para invertir en reactivar la producción o en garantizar el pago de salarios, en lugar de pasarse al dólar. Para evitar una corrida habría que abrir los libros de las empresas, pero por supuesto el estatismo del gobierno no llega hasta ahí. Tampoco apunta a atacar el rendimiento de las entidades financieras, como testimonia el aumento de las tasas pasivas y la eliminación de la obligación de mantener encajes en ciertos fondos de inversión, lo que les permite aumentar la remuneración de esos depósitos.



Otro tema de preocupación para el gobierno es el crecimiento de las operaciones de fugas de capital mediante el contado con liqui. La sospecha que circulaba hoy es que apenas tres sociedades de Bolsa concentrarían casi el 90% de las operaciones (Infobae, 23/4).


Ninguna de las medidas oficiales resuelve la situación. La presión devaluatoria también refleja la incertidumbre de “los mercados” en torno a las posibilidades de éxito del intento de reestructuración de la deuda externa. Los cálculos más optimistas darían que la adhesión a la propuesta formulada por el gobierno de Alberto Fernández no llega ni a la mitad de lo requerido (según las cláusulas de acción colectiva). La cotización de los bonos ya perdió el alza que había anotado tras la presentación de la oferta a los bonistas. Si Martín Guzmán esperaba que un agravamiento de la crisis financiera internacional aumentara el atractivo por su propuesta, el correr de los días volvió a demostrar que Argentina sigue siendo un eslabón débil de la crisis mundial.


La devaluación en curso achica las posibilidades del gobierno de recurrir a grandes paquetes de estímulos para reactivar la economía, los cuales –al no tener la opción de acceder a créditos internacionales- deberían ser financiados con emisión. La caída de las reservas internacionales por el retiro de los depósitos privados también resta espalda al gobierno, cuando la recaudación como dijimos está frenada por el acopio de la cosecha.


Para los trabajadores, en lo inmediato, la depreciación del peso plantea la necesidad de pelear por la indexación de los salarios para no seguir perdiendo ante la inflación, y de reclamar aumentos de emergencia también para jubilados y beneficiarios de programas sociales. Pero más allá, este cuadro revela que la única forma de contener las contradicciones explosivas de la economía nacional es proceder a la nacionalización de la banca y la creación de una banca única, junto al repudio de la deuda fraudulenta y usuraria. La nacionalización del comercio exterior también es fundamental para terminar con la especulación en torno a la liquidación de divisas. El control real de los depósitos debe ir a su vez de la mano de la apertura de los libros de las empresas. En definitiva, solo un plan económico debatido y controlado por los trabajadores puede revertir la postración del país al capital financiero.