Políticas
6/6/2025
Paka Paka y el adoctrinamiento antisocialista
La "batalla cultural" de Milei contra los trabajadores.

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El socialismo es la única oposición estratégica a este gobierno antiobrero.
La versión "libertaria" de Paka Paka dio bastante que hablar, por lo burdo de la bajada de línea de Milei en su proclamada "batalla cultural". Pero queremos tomar nota en particular de la campaña de adoctrinamiento antisocialista montada con la maquinaria estatal. En definitiva, el furioso y permanente ataque al socialismo se explica porque es la única oposición estratégica a este gobierno antiobrero y antipopular.
El gordo Dan defendió al nuevo Paka Paka derechista tuiteando que "si el adoctrinamiento es de derecha, entonces no es adoctrinamiento”. Nadie esperaba una reflexión muy profunda de un troll oficialista, pero no hace falta ser muy inteligente para notar que el adoctrinamiento consiste justamente en decretar una verdad oficial y condenar toda crítica: "Enseñar socialismo no es equivalente a enseñar liberalismo... No existe tal equivalencia moral entre enseñar uno y enseñar el otro. Enseñar uno está mal y enseñar el otro está bien".
La diferencia entre enseñar y adoctrinar consiste precisamente en que la primera pueda presentar diferentes visiones o posturas para su discusión, mientras que la otra es una bajada de línea. Naturalmente, series como Tuttle Twins no tienen nada que ver con "enseñar" sobre liberalismo, sino que solamente apuntan a falsificar y difamar al socialismo y a otras corrientes. Lo grave es que viene de parte de un gobierno que sitia el Congreso cuando hay manifestaciones, persigue opositores y reivindica a los genocidas; por lo que de fondo el objetivo es justificar ideológicamente la represión. Son fachos de manual.
Milei se escuda en la utilización "ideológica" que hicieron los gobiernos kirchneristas de los medios púbicos para justificar el despido de trabajadores y el desmantelamiento de agencias. Al mismo tiempo, reivindica la nueva programación "libertaria" comprando de los K la consigna de la "batalla cultural" como una lucha político-ideológica que se libra desde el poder del Estado.
Que el contenido de esta bajada de línea oficial se presente como defensora de la libertad contra la bota del Estado es puramente demagógico y reaccionario. Sirve para justificar el ajuste al pueblo mientras ataca la libertad de prensa y pretende instaurar el "delito de opinión" (con acciones que van del ensañamiento represivo con quienes cubren movilizaciones a las denuncias penales a periodistas). El intento de prohibir el derecho a huelga y barrer con toda organización colectiva de los trabajadores es un reforzamiento del poder de regimentación estatal.
Todo eso sucede al mismo tiempo que Milei y sus criptoboys se valen del intervencionismo estatal en toda la economía para mantener la bicicleta financiera pisando el dólar, a costa del empleo y tomando deuda de todos lados a tasas de interés delincuenciales. Un "anarcocapitalismo" truchísimo. Que esto termina mal es algo que asumen los propios empresarios, nacionales o extranjeros, y por eso nadie invierte un dólar; lo que apoyan es justamente la ofensiva gubernamental para imponer un retroceso duradero en las conquistas de la población trabajadora.
Esta clase social parasitaria es quien usó al Estado para salvarse, hasta que terminó quebrándolo. Y ahora quieren que los trabajadores paguemos la joda. El problema de la Argentina no es el déficit fiscal ni el "costo laboral", sino el parasitismo de los capitalistas y el saqueo de las multinacionales imperialistas y el capital financiero internacional. Sin ir más lejos, si Milei sigue aferrado al cepo cambiario es porque la deuda externa es impagable.
De hecho, no tiene nada de original. Nada más evidente hoy que la intervención abierta de los Estados en la economía, empezando por la guerra comercial de Trump y las potencias capitalistas que están fracturando el mercado mundial y conducen a nuevos choques militares. Si llegamos a esto es, para tristeza de los libertarios, como intento de salida a la crisis capitalista, que tiene epicentro en el corazón del imperialismo.
Sea en su versión nac&pop o anarcocapitalista, pasando por sus escalas intermedias, el Estado burgués es siempre una maquinaria separada de la sociedad civil y sostén de una clase dominante. En cambio, la militancia socialista recurre a la propaganda política, opuesta al adoctrinamiento. Mientras organiza e impulsa las luchas por las reivindicaciones del pueblo trabajador, explica y debate abiertamente su programa político de revolución social. Esto le da parcialmente la razón al salame del gordo Dan, aunque en forma inversa a la que él quisiera: no hay "equivalencia moral" entre ellos y nosotros.
Es una construcción política que no persigue un interés particular, sino el interés general de los explotados por terminar con la explotación capitalista. Por eso los socialistas estamos en cada trinchera de lucha: en los lugares de trabajo y los sindicatos, en el movimiento de mujeres y la diversidad sexual, en los barrios, en la defensa del derecho a la educación y la salud pública, contra el saqueo y la destrucción ambiental, con los pueblos que se revelan contra las masacres imperialistas. Esa construcción se lleva adelante contra el Estado, que a veces reprime y otras veces tiene que ceder.
La propaganda socialista sirve también para enfrentar la cooptación estatal de luchadores y organizaciones de lucha, para combatir la idea de que la única posibilidad de cambio es ir disputando lugares en el Estado para impulsar "políticas transformadoras". Esa supuesta estrategia terminó con el peronismo allanando el discurso derechista, que pone un signo igual entre la organización de los trabajadores o la lucha por las libertades democráticas y la pura demagogia de la casta política de gobiernos fracasados que hundieron al país en la pobreza y la inflación para pagarle al FMI.
Marx y Engels consideraban que la tarea histórica de la clase obrera era enterrar al capitalismo porque la columna vertebral sobre la que se apoya todo el sistema es la ganancia que obtiene de la apropiación del trabajo social. Y los trabajadores, como clase que no tiene propiedad que defender (sobre los medios sociales de producción), no tendrán ningún interés en perpetuar la explotación del trabajo:
"El poder político, hablando propiamente, es la violencia organizada de una clase para la opresión de la otra. Si en la lucha contra la burguesía el proletariado se constituye indefectiblemente en clase; si mediante la revolución se convierte en clase dominante y suprime por la fuerza las viejas relaciones de producción, suprime al mismo tiempo las condiciones para la existencia del antagonismo de clase y de las clases en general, y por lo tanto su propia dominación como clase.
En la sustitución de la antigua sociedad burguesa, con sus clases y sus antagonismos de clase, surgirá una asociación en la que el libre desenvolvimiento de cada uno será la condición del libre desenvolvimiento de todos".
El Manifiesto del Partido Comunista tiene una potente vigencia histórica, y la tendrá hasta que tiremos abajo este sistema de mierda.

