Políticas

9/5/2025

Otro explotador que "destruye la teoría" de la explotación capitalista

Milei "teoriza" ante los empresarios, mientras descarga el peso del Estado contra los trabajadores.

Otra de estafadores.

Milei le "explicó" a los principales empresarios del país "qué es el dinero", para que puedan entender la "dolarización endógena" que promueve el gobierno. En el intento, "destruyó la teoría de la explotación" simplemente con decir que el trabajador le compra dinero a su empleador a cambio de su trabajo. Es un intercambio, como cualquier otro; "no hay explotación, salvo que sea de parte del trabajador".

Cualquier repositor o cajero de supermercado que lo escuchara le hubiera retrucado que, si de verdad cree eso, no se hubiera molestado en volcar todo el peso del Estado contra el acuerdo entre privados que habían firmado el gremio de comercio con la patronales del sector. ¿Por qué el presidente "anarcocapitalista" que despotrica contra el "robo inflacionario" mandó al ministro de Economía a imponer una reducción salarial a 120.000 trabajadores, a quienes no les pagaron un 1,9% de aumento después de un IPC del 3,7%?

El punto es que, al igual que Coto se enriquece mientras sus empleados no llegan a fin de mes, lo mismo ocurre con el resto de los capitalistas. Es para preservar ese margen de ganancia que el gobierno voltea acuerdos paritarios, particularmente en los supermercados que es donde los asalariados dejan buena parte de sus ingresos y donde la suba de precios recalentaría los reclamos salariales en el resto de la economía.

Esto refleja, precisamente, que si "el trabajador le compra dinero al empleador para luego obtener otros bienes" es lisa y llanamente porque necesita sobrevivir. El salario es el precio que cuestan las mercancías que requiere un laburante para reproducir su capacidad de trabajar (alimentos, vivienda, servicios, formación, etc.). "El capitalista no compra el resultado del trabajo (el producto), sino la capacidad para producir ese resultado", le respondió Gabriel Solano en X. Todo empleado que conozca el valor de las mercancías que produce es consciente de que en una pequeña fracción de su jornada laboral generó el equivalente a lo que recibe como remuneración.

Como los medios de trabajo son propiedad del patrón, es él también quien se queda con el producto final, y lo vende para obtener una ganancia por sobre su inversión inicial. Si los empresarios "venden sus pesos" a cambio de la fuerza de trabajo es porque sin ello no podrían valorizar su capital, y de hecho ni las máquinas, ni las materias primas, ni nada de su inversión sería realmente capital. Capitalismo y explotación del trabajo son términos inseparables.

Al final del camino el trabajador con suerte puede seguir vendiendo su fuerza de trabajo, mientras el patrón acumuló un capital extra -que le permitirá eventualmente invertir más y así incrementar sucesivamente su capital. Como Marx explicó, el misterio del origen de ese plusvalor que se apropia el capitalista queda resuelto al comprender que el valor de la fuerza de trabajo, como el de toda mercancía, refiere al tiempo de trabajo socialmente necesario para producirla. Pero mientras el resto de las mercancías que se consumen en la producción trasladan su valor al producto final, la fuerza de trabajo no tiene ninguna limitación para agregar mucho más valor que el equivalente a lo que necesita el trabajador para seguir vivo. Gracias a eso se acumula riqueza en un polo de la sociedad, y pobreza en el otro.

Milei niega todo esto para venderle a los asalariados que "el problema es monetario", y que su miseria no es el resultado de la explotación capitalista sino del "robo inflacionario" de los gobiernos anteriores. Podemos responder sencillamente que si quisiera terminar con el "robo inflacionario" debería indexar los salarios, como hizo con las tarifas y otros precios regulados. Eso, en lugar de usar el poder del Estado para imponer paritarias a la baja.

En cambio, los empresarios que escuchaban al presidente en el Latam Economic Forum sí tienen bien claro que su ganancia depende del nivel de explotación de la fuerza de trabajo, y justamente aplauden semejantes huevadas porque son la justificación de una ofensiva frontal contra la clase obrera y sus conquistas.

Es que si el salario se fija en función de lo que se necesita para vivir, qué es lo realmente indispensable es materia de disputa. En última instancia, -por encima del límite estrictamente físico- la remuneración y las condiciones de trabajo dependen de lo que los trabajadores logren imponer a sus patrones. Y como los dueños de los medios de producción son quienes tienen las de ganar, la única forma de nivelar la cancha es con la organización obrera. Lo sintetizó mejor que nadie el propio Sturzenegger, en su reciente llamando a las patronales a destruir la negociación colectiva con los sindicatos.

El otro capítulo de estas "reformas estructurales" es la destrucción del sistema previsional. El ajuste a los jubilados no solo sirve para que el gobierno pague la deuda, sino que apunta además a barrer con las contribuciones patronales para bajar el "costo laboral". Sería la puntada final contra el derecho a la jubilación en tanto que salario diferido, para reemplazarlo por una miserable pensión a la vejez. Implicaría que el capitalista sí pueda amortizar sus inversiones (maquinaria, créditos, o lo que fuera), mientras niegan al trabajador amortizar su único activo, el desgaste de su capacidad de trabajar.

El motivo de semejante plan de guerra contra los trabajadores es que, con explotación y todo, el capitalismo está en crisis. Los empresarios ya no buscan incrementar la rentabilidad por la vía de mejorar la productividad, sino que por el contrario protagonizan una huelga de inversiones y una fuga de capitales. Mientras saquean el país, la ampliación de sus márgenes de ganancia solo puede avanzar a costa de hambrear al trabajador.

Lo de Milei no tiene nada de novedoso (salvo, quizás, su definición de El Zorro como un anarcocapitalista). No hay nada más viejo que los defensores del capitalismo diciéndole a los explotados que, si lo piensan bien, la explotación en realidad no existe. Como los choferes que hicieron activo el paro de la UTA por un básico de $1.800.000, la clase obrera le va a demostrar que tiene con qué defenderse. Que la lucha para echar a este gobierno explotador sea el puntapié para avanzar hacia un gobierno de los trabajadores, hacia una revolución socialista dirigida a terminar realmente con la explotación capitalista.

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