Políticas

12/5/2025

¿Por qué seguimos importando gas?

La política del gobierno en un laberinto, entre la falta de inversión, los tarifazos y los subsidios.

GNL.

En un país donde el recurso hidrocarburífero es inmenso, en cuyo subsuelo existe la segunda reserva de gas natural a escala planetaria, lo que ocurre con el usufructo de este hidrocarburo en el mercado interno es muy ilustrativo.

Por empezar, mientras se anuncian grandes proyectos que apuntan a la exportación (gasoducto norte para abastecer a Brasil a través de Bolivia, los barcos licuefactores en la costa rionegrina, etc.), el abastecimiento interno aún requiere la importación de gas. Ante cada época invernal el país, a través de Enarsa, adquiere GNL en el mercado mundial para inyectarlo, previa regasificación, a las redes troncales de distribución.

El gobierno nacional estima que para el año en curso se deberán adquirir casi 30 barcos de GNL, por un equivalente a los 1.600 millones de metros cúbicos de gas natural para inyectar a las redes, a un precio de 12,9 dólares por millón de BTU.

Enarsa licita la compra de gas natural, importado como GNL, a las grandes distribuidoras locales, a usinas térmicas y al gran mercado mayorista. Pero se choca con la contradicción que a ese precio no es negocio adquirirlo para esos grandes mayoristas del consumo o transporte gasífero, porque el precio en el mercado interno del producto ronda entre los 4 y los 5 dólares por millón de BTU.

Enarsa acaba de declarar desierta una licitación de venta de gas natural importado como GNL. Y debe por lo tanto, asumir el quebranto de cubrir como subsidio la diferencia de precios. Pero Enarsa es una sociedad estatal en vías de privatización o desguace. Una encerrona.

Porque llevar el precio base a esos 12,9 dólares por millón de BTU dispararía las tarifas a niveles siderales y tendría un impacto inflacionario tremendo. Por lo que, lejos del reclamo del FMI que se vayan rebajando o anulando los subsidios energético para acumular dólares para el pago de la deuda con el organismo, la falta de inversiones a tiempo, ha colocado a la Argentina en un laberinto. Que no deja ser muy ilustrativo.

La presión inflacionaria tiene origen capitalista

El ejemplo del laberinto del gas expone que la clase capitalista no puede sobrevivir sin la muleta estatal, en este caso, vía los subsidios de Enarsa. Pero también es ilustrativo que si aún debe comprar GNL para abastecer los ductos con gas natural, es porque tras una década de desarrollo de Vaca Muerta, la huelga de inversiones terminó en un cuello de botella y la mayor producción necesita inversiones para poder evacuarse. Inversiones que para el gas por ahora son proyectos, pero no hay obras en marcha (ni completar el gasoducto ahora llamado Perito Moreno, ni el gasoducto para una planta de GNL en la costa rionegrina). Ni siquiera se han terminado las obras de las plantas compresoras que aumenten la capacidad de la reversión del gasoducto norte. Y tal vez ni siquiera lleguen a terminarse antes de este invierno.

La planta terrestre de GNL de YPF S.A. con Petronas se trocó en el alquiler de barcos licuefactores a Golar. Prácticamente sin inversiones en tierra.

No alcanza con tener reservas de gas a escala mundial, hay que extraerlo, procesarlo y venderlo con una renta.

Salir “por arriba” de este laberinto tiene sus bemoles, porque para dejar de subsidiar a los grandes consumidores de gas natural habría que llevar el precio a niveles siderales. Y eso lleva directo a una disparada inflacionaria incontenible que no solo afectaría al gas natural, sino a la electricidad y por ende a los costos de gran parte de la industria. O sea la hiperinflación tan temida.

Tras un año y medio de motosierra y caída del consumo y de parate productivo, sería el tiro de gracia para la economía en su conjunto.

De modo que Enarsa seguirá recibiendo aportes del Tesoro, que terminan irritando al FMI porque se evaporan dólares que el FMI reclama como suyos. Es un laberinto.

Y el gobierno nacional, y la clase capitalista, no tienen un plan para superar esto. Solo improvisaciones. Una oleada de inversiones masivas en infraestructura abriría un camino de salida. Pero el capitalismo no está en eso. Menos tras la guerra comercial y militar en curso.

Como al nudo gordiano, de este laberinto no se sale ni “por arriba” ni por ningún lado. Se sale destruyendo el laberinto mismo, es decir, nacionalizando bajo control obrero toda la industria energética.

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