Políticas

12/3/2023|1664

¿Qué estamos discutiendo con el PTS?

A propósito de varias declaraciones de Myriam Bregman.

Cómo vincularse con los movimientos nacionalistas de contenido burgués.

En las últimas semanas tuvieron lugar varios debates a partir de posicionamientos de Myriam Bregman y el PTS con relación al kirchnerismo. Al respecto, Prensa Obrera publicó en primera instancia “La proscripción de Cristina y la izquierda”. Sin respuesta “formal”, una nueva aparición mediática de la dirigente del PTS planteó la continuidad de la polémica, tanto en redes como entre la militancia de carne y hueso. En el ciberespacio, lxs dirigentes del PTS que tomaron la palabra oscilaron entre reivindicar la trayectoria de Bregman (como si eso inhabilitara un debate) y victimizarse porque “el PO le busca el pelo al huevo para tener repercusión sin fundamentos”. Sin embargo, las divergencias de enfoque son importantes, no están ligadas a hechos circunstanciales o equívocos y remiten, en última instancia, al drama histórico de la izquierda en América Latina -cómo vincularse con los movimientos nacionalistas de contenido burgués.

Bregman sostuvo en su entrevista con Nacional Rock de esta semana que un hecho relevante para el “avance de la derecha” pasa porque “el Frente de Todos haya adoptado los dogmas neoliberales, tales como pagar la deuda”. La afirmación es curiosa, toda vez que la propia CFK se autoproclamó orgullosa como “pagadora serial”. El kirchnerismo jamás interrumpió el pago de la deuda usuraria, que somete a la Argentina como una semicolonia, ni antes ni después de Macri. Una cosa es señalar que la inconsistencia de movimientos pretendidamente progresistas abre el paso a recambios de derecha, y otra muy distinta es asignarle banderas que nunca tuvieron. De este segundo modo, como hacen Bregman y el PTS en sus presentaciones públicas, lavan la cara al kirchnerismo, que debería “retomar principios”. Si la izquierda revolucionaria se transforma en un instrumento de presión al nacionalismo burgués para que sea “consecuente”, pasa a disolverse.

En el plano del análisis, es el resultado de sustituir una caracterización sobre el accionar concreto de las clases sociales por etiquetas sueltas como “izquierda” o “derecha”. Por eso, plantear que el Frente de Todos “adopta dogmas neoliberales”, como si fuera un problema de “ideas” y no el resultado de los virajes que tiene la clase capitalista frente a las crisis, oscurece el entendimiento y la acción que de él se deriva. ¿Cómo explicar, si no, que no solo el mismo partido (PJ) sino incluso las mismas personas gobernaron como menemistas (“neoliberales”) y al poco tiempo lo hicieron en nombre de la “patria grande” y “los derechos humanos”? Los cambios de estos personajes, sean Néstor, Cristina o Alberto Fernández (que llegó a ser legislador por las listas de Cavallo), no sólo ilustran su carrerismo personal; sobre todo, muestran que la clase a la que responden -la burguesía nacional- se adaptará a cambios en la situación si se corresponde con contener a las masas y persistir en su dominación.

Bregman insiste en que hay un condicionamiento proscriptivo sobre CFK, “aunque técnicamente no lo esté”. Para esa afirmación, que se corresponde con la campaña del cristinismo, cae en el mismo error de abstraer la política de las clases sociales que la ejecutan. Sucede que en la entrevista antes citada ella afirma que en el contexto de “Latinoamérica, lo que pasó con Lula, Correa (…) el Poder Judicial de la región viene siendo parte de los golpes institucionales, de los golpes de Estado”. Esto, efectivamente, es una cuestión “estructural” de la “democracia” capitalista: los golpes siempre tienen a la clase dominante por detrás. La “Justicia” burguesa legitima esos cambios de régimen a repetición. En una crítica socialista al Estado y su fachada democrática, explicar esta realidad es fundamental. No obstante, es evidente que una condena en primera instancia está muy lejos de una proscripción -ni hablar de la caída del gobierno. La justicia participa de las peleas de facción al interior de la clase capitalista y busca condicionar el proceso político, pero tiene límites precisos que explican los ritmos de su accionar.

Hoy no está planteado ningún golpe de Estado contra el gobierno del Frente de Todos. Esta afirmación no es caprichosa, sino que surge de examinar la situación política concreta. El imperialismo está sosteniendo al gobierno de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner en el marco de su compromiso con el pacto con el FMI. CFK es protagonista de ese entendimiento con el gran capital sosteniendo a Massa políticamente. Por el momento, la burguesía prefiere sostener a un gobierno con mayor capacidad de contención social para transitar la crisis. También en otros países fue claro este viraje: el principal es Brasil, donde luego de que el PT sufriera un golpe e incluso Lula fuera encarcelado, retornó al poder con un patrocinio compacto del imperialismo a escala internacional. Por eso, la generalización atemporal que hace Bregman sobre “el contexto latinoamericano” es inconveniente. Indudablemente, la volatilidad de la crisis puede plantear nuevos escenarios, y un golpe reaccionario siempre debe ser enfrentado. Pero si la izquierda denuncia un golpe inexistente por el temor a que en el futuro pueda ocurrir, la consecuencia inexorable es la disolución por tiempo indefinido tras el ala “izquierda” del nacionalismo capitalista, al menos en ese punto -que no es menor. Sobre las rencillas al interior de la burguesía hay que pelear por separar a la clase obrera de ambos bandos, y nunca apoyarse en el sector “izquierdista”.

Por último, pero no menos importante, está la caracterización sobre la corrupción en la obra pública. Indudablemente, también en este plano corresponde desentrañar que la corrupción es un mecanismo “normal” de funcionamiento de la “democracia”, y permite al capital manipular el proceso político en forma regular. Pero la denuncia del carácter “estructural” que tiene no puede usarse para licuar la responsabilidad política concreta de quienes la llevan adelante -que, a la vez, nunca es exactamente igual en cada gobierno burgués. La administración kirchnerista montó un edificio de corruptela extraordinario, que no se cuestiona en nombre de una “moralina” abstracta, sino del contenido específico de clase. Como parte de la “reconstrucción de la burguesía nacional”, NK primero y CFK después desarrollaron negociados monumentales para la patria contratista, cuya contrapartida es la explotación de la clase obrera.

Las consecuencias de estos desaguisados se extienden a múltiples crímenes sociales, incluida la masacre de Once. Y en esa “reconstrucción” de una clase parasitaria también está presente el enriquecimiento personal de los funcionarios y la familia presidencial, que incluye hijos millonarios que nunca trabajaron y un don nadie del “riñón” que llega a magnate (Lázaro Báez). La izquierda revolucionaria tiene el deber de delimitarse tajantemente de esta lacra, sin que esto implique por un segundo dejar de señalar que la justicia recorta interesadamente, y absuelve a la patria contratista (Techint, etc.) y a otro sector político patronal (Macri). Pero no reemplazamos un recorte por otro, como hizo Bregman cuando declaró “no puedo afirmar si Cristina robó”. En estos días, un dirigente del PTS (Pistonesi) llegó a decir en tuiter que CFK no robó en su gobierno, repitiendo el discurso de ella misma respecto de que “se hizo rica durante la dictadura”. Como se ve, los medios que titularon “Bregman defendió a Cristina” no incurrieron en “fake news” o “mala interpretación”.

El Partido Obrero se toma este debate con seriedad y preocupación, y no debe evitarse con chicanas victimizadoras del estilo “si somos kirchneristas, rompan con nosotros”. Defendemos al Frente de Izquierda y su contenido de clase; si no estuviera planteada esa característica no insistiríamos tanto en la necesidad de un congreso, desde mucho antes del proceso electoral. Pero la adaptación a una fuerza capitalista no es gratis; se manifiesta en problemas delicados, como fue la votación del impuesto K para la policía aeroportuaria, que el PTS viabilizó al ausentar dos diputados de ese momento de la sesión deliberadamente, sin explicación adecuada para la militancia del FIT-U hasta el momento.

Las Paso no son en absoluto el instrumento para procesar estas discusiones centrales para el desarrollo de la izquierda revolucionaria. Por eso, la militancia del PTS tiene que revisar sus posiciones, y dar lugar a un Congreso, donde retomemos las mejores tradiciones del socialismo y proyectemos al Frente de Izquierda como lo que debe ser -mucho más que un episodio electoral.

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