La llegada al país de una delegación de funcionarios del FMI, encabezada por la subdirectora del organismo Gita Gopinath, sirve para evidenciar una vez más quiénes son los verdaderos ganadores del brutal ajuste contra el pueblo que ejecuta Milei.

Gopinath se reunió con Caputo y con Milei, quienes mostraron orgullosos el superávit fiscal de enero, logrado a costa de hambrear a los jubilados, deprimir los salarios estatales y programas sociales, y liquidar otras partidas como el Incentivo Docente o las transferencias a las provincias. Con esta carta de presentación y el alineamiento cerrado como peones de los intereses del imperialismo yanqui (viaje a Israel, cita con el secretario de Estado Antony Blinken), buscaron congraciarse con la vice del Fondo y agente del Tesoro norteamericano para sondear la posibilidad de un nuevo acuerdo que habilite el desembolso de fondos frescos.

Sería un episodio más de la saga de acuerdos ruinosos e incumplibles que venimos pagando con este empobrecimiento generalizado de la población argentina. Conociendo el paño, la delegación fondomonetarista saludó el ajuste en marcha pero tuvo la cautela de advertirles que deben “trabajar de manera pragmática para generar apoyo social y político” para garantizar “la durabilidad” de esta orientación. Digamos que el Fondo sabe como nadie que ataques como estos derivaron en rebeliones populares por todo el continente en el último período.

Hasta los académicos con los que también conversó la comitiva del FMI señalaron que no es sostenible semejante nivel de reducción del gasto público. Incluso se reunieron también con Gerardo Martínez de la Uocra, en su rol de secretario de relaciones exteriores de la CGT, quien -tras la histórica caída salarial en diciembre, y en medio de miles de despidos en la construcción por la parálisis de la obra pública y la embestida contra los convenios colectivos- le planteó al Fondo que intermedie para convocar una “mesa de diálogo político” para “alcanzar consensos necesarios” para un “plan económico de estabilización”. Un rumbo de entrega del movimiento obrero.

El otro rubro en el que desde el gobierno se jactaron de sobrecumplir las metas del programa es en la acumulación de reservas del Banco Central, que sin embargo siguen en negativo en 6.000 millones de dólares. Por lo demás, el tan festejado superávit comercial fue el resultado de la devaluación que mejoró los términos de intercambio (abarata exportaciones y encarece importaciones) y del freno en la importación, escenario que se revierte en la medida que Caputo efectivamente mantenga el tipo de cambio a pesar de la inflación descomunal. Esto, si logra sortear las presiones devaluatorias, sobre todo de las cerealeras y los sojeros, de cuya liquidación de dólares depende.

El ministro de Economía se envalentonó tras su entrevista con los enviados de Washington y hasta aseguró que “el cepo se elimina cuando logremos sanear el balance del Banco Central”, lo cual estaría ocurriendo más rápido de lo previsto. Es otro exabrupto, porque para lograr el pasaje de sus pasivos a bonos del Tesoro la autoridad monetaria tiene una megahipoteca latente en la medida en que garantiza seguros de liquidez a los bancos y fondos de inversión que compran títulos públicos, por los cuales se compromete a comprarlos en caso que sus tenedores quieran desprenderse de ellos. Solo el lunes, se sumaron 4 billones de pesos en estos seguros (puts), a unos 10 billones previos.

Así las cosas, bastaría una señal de incertidumbre sobre la capacidad de pago del Estado para que una corrida se lleve puesto el “balance del Central”. Por eso, esta presuntamente exitosa operación de saneamiento del BCRA no despeja tampoco el riesgo de una corrida bancaria, siendo que los bancos duplicaron su participación como tenedores de deuda pública en pesos, y para fines de enero tenían en sus carteras un cuarto de todo el stock. Dicho sea de paso, en el último mes fueron emitidos 900.000 millones de pesos para accionar estos puts.

Es por eso que el FMI vino a tantear en persona el terreno antes de avanzar en cualquier renegociación del programa. Es lógico, no solo por el historial de incumplimientos por parte de Argentina como dicen los medios patronales, sino porque los propios capitalistas todavía quiere ver que el gobierno logre los objetivos que se propone antes de invertir un dólar en el país. Hasta Paolo Rocca, uno que mejoró por millones sus márgenes de ganancia durante el último año y que puso a un empleado suyo al frente de YPF, dijo que “no está claro si el nuevo gobierno podrá avanzar en reformas claves que promuevan inversiones nuevas”. Otros, como Toyota, ya anunciaron una importante reducción de personal.

Lo que interesa a la clase capitalista como tal es hacer retroceder al movimiento obrero en sus conquistas históricas, lo que se aprecia la confrontación de Milei con los sindicatos pero también evidencia por qué hasta Cristina Kirchner se tomó el trabajo de fijar posición a favor de la reforma laboral. Más allá de este consenso antiobrero, el programa del Fondo es un factor de choques y divisiones. Es parte de lo que explica los roces del gobierno de Milei, que responde a una camarilla ligada al capital financiero internacional, con gobernadores y sectores patronales perjudicados por el fin de los subsidios, los tarifazos y la recesión.

El FMI es el comisionista mayoritario del saqueo de la Argentina que estamos padeciendo con el crecimiento del hambre. Es decir, fuera de la magnitud del ajuste, no hay ninguna transformación sino una profundización del mismo rumbo que nos trajo hasta acá. Para derrotarlos, impulsemos la más amplia deliberación para preparar las luchas en curso y las que se vienen, con una asamblea nacional de trabajadores ocupados y desocupados.

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