Salud
9/7/2020
La Universidad de la Matanza cuestiona “el relato” oficial en salud mental
El estudio recoge los crecientes padecimientos subjetivos en la población, en contradicción con la línea de que “lo que angustia es la pandemia, pero no la cuarentena”.
Seguir
Integrante de Apel Salud Mental
Un reciente estudio de la Universidad Nacional de La Matanza (Unlam) ratifica lo que desde Prensa Obrera venimos planteando en los últimos meses: la cuarentena (junto con la pandemia) también impacta en la salud mental de los argentinos, y especialmente en las zonas más críticas como el Área Metropolitana de Buenos Aires (Amba).
Durante el 27 y 29 de junio, la Unlam realizó entrevistas a 1.206 personas residentes en el Amba, donde las principales sensaciones experimentadas resultaron ser: preocupación (46,8%), incertidumbre (41,8%) y agotamiento (30,6%). En un segundo nivel se ubican la ansiedad (29%), el enojo (24,5%) y el miedo (15%). También, el 43,8% cree que necesitó o necesita atención psicológica profesional durante el aislamiento obligatorio.
Cabe mencionar, a su vez, que el 53,5% manifestó estar “de acuerdo/muy de acuerdo” con el reciente retorno a fase 1 de la cuarentena hasta el 17 de julio, e inclusive un 60% se muestra “muy de acuerdo” en prolongar el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (Aspo) si la situación sanitaria no mejora luego del 17 de julio.
Otro dato que confirma el malestar psíquico y el padecimiento subjetivo generado por el aislamiento fue relevado por la propia Unlam: según su estudio en la zona Amba, durante los primeros dos meses y medio de la cuarentena, el consumo de sustancias psicoactivas legales e ilegales como alcohol, nicotina, cocaína, marihuana, psicofármacos y analgésicos se incrementó en un 20%, y el 94% de los encuestados no consultó con ningún profesional por el consumo.
La polémica oficialista con el decano “anticuarentena” de Psicología-UBA
Distintos funcionarios, asociaciones, personalidades y referentes del campo de la salud mental vinculados al kirchnerismo y al gobierno nacional han salido en los últimos días, a modo de campaña, a denunciar las lamentables declaraciones del decano de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, Jorge Biglieri -quien en una reciente entrevista del 5 de julio a Clarín (cuando no) se valió de resultados de similares investigaciones de campo a la de la Unlam, por medio del Observatorio de Psicología Social Aplicada que funciona en la facultad que conduce, para atacar abiertamente el Aspo, pretendiendo encabezar la cruzada “anticuarentena” en el ámbito académico universitario.
Si bien es correcta la denuncia sobre el uso político anticuarentena de los datos del Observatorio de la Facultad, el “campo psi” oficialista toma las barbaridades de Biglieri para construir un taparrabos y ocultar las faltas de políticas públicas en Salud Mental desde el inicio de la cuarentena. Y ratifica su línea de negacionismo, sintetizado en un axioma repetido por ellos (sin ningún tipo de fundamento): “lo que angustia es la pandemia, pero no la cuarentena”.
Viraje oficialista: de la cuarentena “angustia” a la cuarentena “no angustia”
Cabe mencionar que los propios expertos y especialistas en Salud Mental vinculados al kirchnerismo universitario han manifestado los -inevitables- efectos del aislamiento obligatorio en la población recién comenzado el mismo. En un reporte del Ministerio de Salud de la Nación (29/4), cuando recién había pasado un mes y 10 días del inicio de la cuarentena, la profesora Alicia Stolkiner (titular de Salud Pública y Salud Mental en Psicología-UBA y Psicología-Unlu, y una de las profesionales de mayor trayectoria) señaló que “hay una segunda etapa en la que pueden aparecer signos de ‘cólera’ o ‘tristeza’ en la gente, como ‘sentimientos’ y no como ‘patologías’ (…) Ya llevamos un tiempo bastante prolongado en la transformación de nuestras vidas cotidianas. La primera etapa, para algunas personas, fue de euforia y de ‘sobreexigencia’ para adaptarse a la situación, pero en la segunda etapa empieza a aparecer el agotamiento”. Cualquiera puede suponer cuál podría ser la “evolución” del padecimiento subjetivo bien descripto por la Stolkiner cuando ya se cuentan casi cuatro meses del Aspo y prácticamente no ha habido plan alguno ni políticas públicas en Salud Mental por parte del Estado nacional, para abordar los efectos en la población.
La reciente publicación de los datos de la Unlam (que, a diferencia del decano “anticuarentena” de Psicología-UBA, se encuentra entre las academias del conurbano más vinculadas al aparato del PJ bonaerense y a la vicegobernadora Verónica Magario), e inclusive otras de organismos científicos de máxima autoridad como el Conicet, vienem a desmentir eso de “lo que angustia es la pandemia, pero no la cuarentena”. Ocurre que a partir del “affaire” de Alberto Fernandez con Silvia Mercado, cuando se recrudecía el ataque de la oposición a la cuarentena , el presidente Alberto Fernández acuñó que “el problema de la economía no es la cuarentena, sino la pandemia”. Sus declaraciones fueron mecánicamente adaptadas al debate sobre el problema de la salud mental, independientemente de cualquier relevamiento sanitario oficial sobre el impacto en la población (que no existe).
Sin plan de salud mental nacional para la pandemia y la cuarentena
Resulta ser que forzar, sin evidencia empírica, una supuesta “conclusión científica” a una orientación política estatal, puede ser tan peligroso como el uso de datos de una investigación a los fines de alimentar una campaña (como el caso del mencionado decano “anticuarentena”).
El negacionismo sanitario oficialista (“la cuarentena no angustia”) intenta ocultar la ausencia de políticas y acciones estatales y públicas desde el inicio del Aspo: al día de hoy, no ha habido por parte de la Dirección Nacional de Salud Mental publicación de relevamiento epidemiológico alguno -salvo actividades aisladas y de carácter remoto, como atención por líneas telefónicas- ni anuncio de un plan de emergencia en el abordaje social y comunitario. No se ha estructurado a nivel nacional, ni en la coordinación AMBA, ningún sistema de apertura de centros de salud en atención primaria (en particular en las zonas más vulnerables) ni de constitución de equipos interdisciplinarios en territorio. Tampoco el Ejecutivo nacional ha instado a las obras sociales a la cobertura obligatoria terapéutica de un importante sector de trabajadores “esenciales” afectados por la pandemia, ni a aquellos licenciados por ser “población de riesgo”, para quienes en muchos casos el aislamiento obligatorio de más de cien días viene generando un malestar psíquico y subjetivo.
En el campo de las adicciones y consumos problemáticos, los trabajadores denuncian la situación de colapso en hospitales de día, comunidades terapéuticas y centros de internación, donde no se ejecutan protocolos ni se habilita desde el Sedronar la admisión para el tratamiento. También, el aumento de los contagios del Covid-19 entre trabajadores y pacientes en los hospitales neuropsiquiátricos y colonias del Amba es cada vez más preocupante.
Por el contrario, el gobierno del “triunvirato” Amba sí ha dado lugar a los pedidos de las cámaras patronales y empresariales para flexibilizar la cuarentena en aquellas zonas con mayor concentración fabril, de polos industriales y centros comerciales. Los resultados están a la vista: en las últimas semanas, los mayores “picos” de contagio del virus lo padecen los trabajadores “esenciales”.
Queda en evidencia que la gestión de la cuarentena viene siendo al servicio de las ganancias capitalistas y no del bienestar integral en la salud de la población (que incluye la mental). Prueba de ello es que todavía sigue ausente el cupo de profesionales de la salud mental en los equipos de “expertos” que asesoran a Alberto Fernández.
Insistimos en nuestro programa, que plantea la reorganización de los distintos efectores y dispositivos en salud mental en todos sus niveles, la centralización del sistema de salud bajo gestión pública y estatal, la nacionalización de los laboratorios farmacéuticos y bioquímicos, un impuesto extraordinario a las grandes fortunas y la suspensión del pago de la deuda externa.