El 60% de los trabajadores desvinculados durante la cuarentena estricta bajo la modalidad de los retiros voluntarios no se reinsertó al mercado laboral. Así lo señala Wall Chase, que postula que este porcentaje de la masa laboral cesanteada bajo este artilugio fraudulento “optó” por “emprender”. Pero este número corrobora a las claras la ausencia de perspectiva para el grueso de la población laboriosa del país.

Wall Chase se dedica a hacer outplacement. Es decir, una empresa que busca reinsertar trabajadores despedidos al mercado laboral, en tanto, claro, puedan pagar el servicio. En el segundo semestre del 2021, detallan, creció hasta un 70% el requerimiento de sus tareas. Según relatan, esto viene dado en gran parte como ofrecimiento de las patronales a cambio de firmar retiros voluntarios en lugar de proceder a efectuar despidos en regla, aunque la cifra, de por sí, explicita cómo avanza a paso agigantado la pérdida de puestos de trabajo.

Las estadísticas fueron recogidas en un artículo de La Nación de claro enfoque patronal, donde por ejemplo se entrevista sobre el tema a Héctor García, un abogado empresarial que se vale de ello para pedir por la reforma laboral. El mismo aduce incluso que “la pandemia” y el “entrecruzamiento de factores sociales, económicos y psicológicos” determinaron “nuevas formas de buscar empleo”, para explicar este crecimiento de la búsqueda de empleo por cuenta propia; donde el trabajo “debe estar atravesado por el bienestar emocional”, y donde “se revalorizó el concepto de tiempo”.

Falsedades para ocultar lo elemental. Los trabajadores despedidos no ven una salida ante la falta de empleo genuino, el salario mínimo se desploma entre la línea de indigencia, el trabajo precarizado que la reforma laboral vendría a formalizar ofrece un salario promedio de $27.000 y, según él mismo reconoce entre líneas, este régimen de superexplotación laboral afecta emocionalmente a quienes viven de su trabajo arrebatándoles también su tiempo en jornadas cada vez más extensas. Prueba de ello es cómo los índices demuestran que el liviano repunte que tuvo la actividad económica respecto de 2020, que ahora está volviendo a bajar, fue sobre la base de que se no se recuperen la mayor parte de los puestos de trabajo perdidos.

Y es que las patronales a menudo promueven estos retiros voluntarios para incrementar el ritmo de explotación de la fuerza de trabajo restante. Y en el mientras tanto, la falta de oportunidades, el crecimiento del trabajo ultraprecarizado y los salarios de miseria volcaron a cada vez más trabajadores a rebuscarse la vida con lo que pueden; aunque estos analistas empresariales hablen de “emprendedurismo”. Para peor aún, esto a menudo es una forma de encubrir una relación de dependencia fraudulenta, tal como ocurre con los repartidores de las apps, formalmente registrados bajo la figura del monotributo.

En efecto, invirtiendo la lógica engañosa que se plantea, la reforma laboral en danza no vendría a terminar con el empleo precario, sino a formalizarlo, y a extenderle a los patrones facilidades para contratar y despedir trabajadores volviéndolos desechables. Hay que ponerle punto final a los despidos y las suspensiones, que crecen día a día dejando a más y más trabajadores fuera del mercado laboral o empujándolos a reincorporarse bajo condiciones de precarización e informalidad. Esta pelea debe ser organizada en cada uno de los lugares de trabajo de todo el país para derrotar una ofensiva patronal que solo irá hacia adelante en el marco del acuerdo reciente firmado con el FMI, que supone tarifazos, confiscación salarial y el avance de las reformas flexibilizadoras. Frente a la tregua cómplice de todo el arco de la burocracia sindical, los métodos del clasismo que delibera, organiza y sale a luchar se convierten en una referencia crucial para cada uno de los laburantes del país.

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