Sociedad

12/8/2025

El calor extremo expone los límites del deporte como negocio

En el Masters 1000 de Cincinnati, el tenista francés Arthur Rinderknech se desmayó en pleno partido.

JJOO Tokio 2021.

En el último tiempo se han multiplicado los episodios de deportistas que se desploman, sufren golpes de calor o hipotermia, o deben abandonar partidos y carreras por competir en condiciones climáticas extremas. Sucede que la lógica que impera en la organización de las grandes competiciones internacionales no es deportiva, sino comercial: se programan eventos para aprovechar las temporadas turísticas y maximizar las ganancias de los sponsors, las empresas de transmisión y el negocio asociado, sin importar el riesgo para la salud de los atletas.

En el Masters 1000 de Cincinnati, el tenista francés Arthur Rinderknech se desmayó en pleno partido bajo 32 grados y más del 50% de humedad. Intentó seguir, pero tuvo que abandonar. En el último tiempo se han multiplicado los episodios de deportistas que se desploman, sufren golpes de calor o hipotermia, o deben abandonar partidos y carreras por competir en condiciones climáticas extremas. Sucede que la lógica que impera en la organización de las grandes competiciones internacionales no es deportiva, sino comercial: se programan eventos para aprovechar las temporadas turísticas y maximizar las ganancias de los sponsors, las empresas de transmisión y el negocio asociado, sin importar el riesgo para la salud de los atletas.

En el reciente Mundial de Clubes en Estados Unidos se expuso a futbolistas a un calor asfixiante y humedad extrema, con jugadores incapaces de correr sin dolor. Es un problema con antecedentes y, en otros puntos del planeta, el frío extremo también hace estragos. En China, en 2021, 21 corredores de una ultra maratón murieron por hipotermia tras una tormenta en altura.

Daniil Medvedev y Diego Schwartzman son algunos de los tenistas que se han quejado de estas temperaturas extremas en las pistas de Tokio 2020. "Si me muero, tú serás el responsable", le dijo el ruso Medvedev al juez de silla durante su último partido. La tenista Paula Badosa también sufrió un golpe de calor en esos JJOO y se vio obligada a abandonar su partido, ante Vondrousova, en silla de ruedas después de caer en la primera manga. En 2014, durante el Abierto de Australia jugadores llegaron a alucinar, vomitar o desplomarse por el calor. En el US Open se han registrado récords de abandonos por sofocación, y un caso emblemático también es el del asfalto derritiéndose en la Fórmula 1 de Dallas 1984.

El cambio climático, con olas de calor más frecuentes e intensas y fenómenos meteorológicos más abruptos, agrava la situación. Pero en vez de adaptarse para preservar la salud de los atletas, las federaciones y organizadores ajustan calendarios para multiplicar competencias y extender formatos, con el único criterio de aumentar la facturación. La FIFA y otros organismos introducen medidas mínimas, como las pausas de hidratación, que son insuficientes cuando el cuerpo humano ya está al límite.

El ánimo de lucro por sobre la salud de los atletas llega a tal nivel que en Lima 2019, la nadadora venezolana Paola Pérez, subcampeona panamericana en Toronto 2015, sufrió uno de los episodios más duros de su carrera: compitió en aguas abiertas sin un traje de neoprene reglamentario, pese a las gélidas temperaturas de la Laguna Bujama, y terminó con hipotermia. La federación deportiva le había negado el equipamiento exigido por la FINA, dejándola expuesta a un riesgo extremo que casi la saca de la prueba, hecho signado además por el fuerte ajuste aplicado por el gobierno Venezolano sobre el deporte. Migrada luego a Chile para sobrevivir como entrenadora, Pérez simboliza cómo el colapso de un sistema deportivo puede convertir a sus atletas más destacados en víctimas de abandono, forzados a elegir entre la salud y el amor por competir.

Este modelo deportivo trata a los atletas como insumos descartables únicamente capaces de generar ganancia. La prioridad no es el deporte como competencia sana, sino el show como negocio.

El problema de fondo es hasta dónde van a empujar esta lógica. Con temperaturas récord año tras año, y con un cambio climático en ascenso producto de la depredación ambiental que aplican todos los gobiernos para beneficiar a un puñado de capitalistas, la pregunta es inevitable: ¿esperan a que haya una muerte en pleno campo de juego? Lo cierto es que, si no se impone una reorganización completa de las competiciones en función de criterios de salud y seguridad, y no del lucro, las escenas de jugadores desplomados y atletas hospitalizados se volverán cada vez más frecuentes.

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